Mi Columna
Eugenio Pordomingo (30/12/2011)
No se sabe a ciencia cierta cuando murió Kim Yong-il, pues ya se sabe que en las dictaduras hay que asegurar antes la continuidad -todo atado y bien atado- que dar al pueblo noticias que quizás no sepa asimilar. La muerte de Kim Yong-il ha convertido de forma automática a su hijo Kim Yong-un, en el nuevo líder de la República de Corea del Norte.
Kim Yong-un era el sucesor designado legalmente desde el año 2008. Dos años después fue ascendido al generalato, además de vicepresidente de la Comisión Militar del Partido Comunista de su país.
La muerte de Kim Yong-il hizo que la flota estadounidense y la de Japón y Corea del Sur se movilizaran a toda prisa. Todos temimos otra larga guerra. Pero no, la cosa no paso de un amago. Y es que Corea del Norte no es Panamá ni Granada, ni tampoco Afganistán o Irak. Ver desfilar a miles y miles de aguerridos soldados y soldadas (¿?), aunque algo delgados, estremece. Su uniformidad, disciplina y gesto imperturbable, como si fueran a participar en un combate de taekwondo, impresiona.
El fallecido Kim Yong-il nombró a su hijo menor, Kim Yong-un, como sucesor suyo en la dictadura norcoreana. Con este gesto sucesorio, el ex líder Kim Yong-il se aproximó a la corriente monárquica europea. No olvidemos que «monarquía», significa gobierno de uno. Monarquía viene del latín «monarchĭa», y este del griego, «μοναρχία». La Real Academia de la Lengua -mientras no lo altere- define a la «monarquía» como «Estado regido por un monarca» y como «Forma de gobierno en que el poder supremo corresponde con carácter vitalicio a un príncipe, designado generalmente según orden hereditario y a veces por elección». Lo de «a veces» lo desconocemos, pero si lo dice la RAL.
El «querido líder», dictador, «hombre fuerte», «mandamás», o como queramos llamarlo, de Corea del Norte, imitando a las monarquías europeas, tomó la decisión de prolongar en el tiempo su dinastía comunista, nominando a su hijo menor como sucesor en el Trono, en la «Jefatura del Estado».
El entronizado sucesor pasó a formar parte de inmediato de la Comisión Nacional de Defensa, a la vez que le asignaban una cohorte de funcionarios para atender sus necesidades, además de un nuevo Palacio. Hasta aquí, más o menos igual que en las monarquías europeas, a excepción de que por aquellas latitudes no cuentan con las revistas del corazón que un día si y otro también airean sus aristocráticos cuerpos, cubiertos de lujosos jubones, para deleite de la masa. Tampoco se da por allí el tradicional discurso navideño, pero todo se andará.
El nuevo «querido líder», no es un patán ni un juerguista. Kim Yong-un ha estudiado en una escuela internacional y de mucho prestigio, que tiene su sede en Berna (Suiza). Allí, entre lo más granao de los herederos de la realeza y las finanzas, Kim Yong-un aprendió los idiomas alemán, inglés y francés, además de otras materias. Según el semanario suizo «Lhebdo», lo hizo bajo el seudónimo de Pak Chol. Sus compañeros de clase le recuerdan como un joven de ojos rasgados, introvertido y gran aficionado al esquí, baloncesto y a la música occidental. El taekwondo, el judo y el tenis de mesa -deportes nacionales y de obligado cumplimiento- se supone que ya los dominaba.
La vida social de Kim Yong-un ha sido siempre espartana, como la de su padre. No se le conocen líos de faldas ni vicios inconfesables. Que se sepa, no tiene hermanas que le planteen litigios por la posesión de la Corona, ni cuñados que le puedan ensombrecer su imagen. Eso sí, en todos los años de la dinastía familiar, nunca han divulgado el presupuesto que reciben del Estado, entre otras cosas porque no necesitan que les asignen cantidad alguna. Todo es suyo. El «querido líder» no está sujeto a responsabilidad alguna, de acuerdo con su «Constitución».
Como se puede apreciar, las diferencias con alguna monarquía europea es nimia.
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