España/Marruecos
Diego Camacho (18/1/2012)rajoy
Al realizar Rajoy su primer viaje internacional, fuera de la UE, a Rabat, muchos españoles han visto decepcionadas sus débiles esperanzas en el nuevo gobierno para que las relaciones bilaterales tomaran un rumbo diferente al marcado por ZP. La posición de partida era francamente favorable gracias a la mayoría absoluta conseguida en las pasadas elecciones y que permite gestionar la política exterior con un amplio respaldo parlamentario y de opinión pública. No aprovechar esa circunstancia es un error que sólo será achacable a la pusilanimidad del nuevo inquilino de la Moncloa.

 Tradicionalmente los Presidentes españoles al ganar las elecciones elegían como su primera gestión en el exterior, la visita al sultán. Ello no tendría nada de particular si las relaciones entre ambos países fueran amigables, constructivas y de buena vecindad. No lo son, en su lugar predomina la presión diplomática que frecuentemente deriva en chantaje político para así hacer prevalecer los intereses marroquíes.

 También de manera tradicional el monarca alauí, no se si siguiendo los consejos de nuestro Rey, pone como interlocutor de nuestro Presidente al Primer Ministro marroquí que carece de cualquier capacidad de decisión en temas bilaterales. Con ello se consigue rebajar de forma sistemática la posición negociadora de España; pues como nuestro Presidente si tiene capacidad de decisión, ésta queda devaluada al relacionarse con un hombre de paja del sultán que no tiene capacidad decisoria. Obsérvese que cuando viajan a Marruecos el Presidente francés o el de EEUU, responsables de la política exterior en sus respectivos países, su interlocutor es el rey de Marruecos. Incluso cuando es el Secretario de Estado de los EEUU el que viaja a Rabat su interlocutor es siempre el sultán no el Primer Ministro, cuya única función es recibirlo en el aeropuerto.

Es esencial dar al protocolo la importancia que tiene y mucho más cuando se trata con países, como es el caso, que lo utilizan como instrumento político de primera categoría.

Algunos españoles consideran que es un asunto menor. Sólo puede afirmarlo, el que une a su frivolidad un profundo desconocimiento de las Relaciones Internacionales o por tener un interés material y personal en minimizarlo, pues sin duda será retribuido generosamente por el rey de Marruecos.

En resumen, las relaciones bilaterales con Marruecos deben establecerse en un marco de respeto mutuo. Para lograrlo es necesario que la acción exterior se mueva en los cauces que marca el prestigio internacional y se actúe con la reciprocidad como elemento de relación general.

En el momento actual, España no tiene esa posición de prestigio en el país vecino. Sobre todo por el asunto del Sáhara Occidental. Nuestro país es para la ONU la potencia administradora del territorio y ha actuado de consuno con Francia y EEUU en permitir la nueva colonización del Sáhara por parte de Marruecos, incapaz de integrar en 36 años a una pequeña población de la misma religión y cultura, y haciendo oídos sordos y ojos ciegos a las múltiples violaciones, secuestros, desapariciones y asesinatos ocurridos en los territorios ocupados.

Si Marruecos ha incumplido numerosas Resoluciones de la ONU, España ha sido cómplice y ello ni nos ha generado respeto entre los magrebíes ni ha dado más seguridad a Ceuta, Melilla o Canarias. Por eso decía al principio que el momento era idóneo para cambiar un rumbo cobardón e indigno, gracias a la mayoría absoluta. Esperemos que al menos no le hagan pasar por las humillaciones por las que pasó ZP. Lamentablemente y como era de esperar, el trato recibido en esta primera visita ha sido frío, «para que usted entienda, que si no toma la senda de ZP tendrá problemas».  El resultado de su primera visita es fruto de su empecinamiento pusilánime. Aunque todavía puede enderezar una ocasión  que ha desaprovechado por sobrevalorarse.  El morito no tiene nada de tonto. 

N. de la R.
El
autor es coronel diplomado en Operaciones Especiales, licenciado en Ciencias Políticas y miembro de la Junta Directiva de APPA (Asociación para el Progreso de los Pueblos de África).