España
Diego Camacho (25/7/2013)

Fernando de Santiago, ex vicepresidente del Gobierno y ex ministro de Defensa
Fernando de Santiago, ex vicepresidente del Gobierno y ex ministro de Defensa

Hace un par de días cuando leía la sentencia por la que el Tribunal Supremo archivaba la implicación de José Blanco por supuesto tráfico de influencias, me vino a la memoria una experiencia que tuve en 1976, cuando era el capitán jefe de la Compañía de Operaciones Especiales 11. En aquellos días las vacantes de nuestra unidad se cubrían con voluntarios. Para ser admitido, además de un reconocimiento médico exhaustivo, los aspirantes tenían que superar unas pruebas físicas y dos culturales.

Unos días antes de la convocatoria para realizar las pruebas a los aspirantes recibí una carta del teniente general Fernando de Santiago, vicepresidente del Gobierno y ministro de la Defensa, en la que me indicaba su profundo deseo en que fuera admitido en la COE 11 el hijo de unos amigos muy unidos a él, dándome de antemano las gracias por las molestias que me causaba. Leí la carta varias veces y pensé, esperemos que haya suerte y este chico venga en las debidas condiciones para ingresar. No hubo suerte, falló estrepitosamente en una de las pruebas culturales.

Volví a releer la carta del vicepresidente, finalmente me decidí a redactar la respuesta a la que adjuntaba la fotocopia del examen. Le expresaba que no me había sido posible atender su solicitud pues el muchacho no daba el nivel requerido. Nuestra unidad se basaba en la filosofía del propio esfuerzo, el trato igualitario y el ejemplo del mando en cualquier situación. La admisión del hijo de sus amigos suponía hacer saltar por los aires la moral colectiva de unos muchachos que habían pedido con ilusión servir a España en esa unidad. Como jefe de la misma me consideraba obligado a velar por ella y por hacer prevalecer lo que consideraba el interés general. Después de mandarla pensé ¿a ver qué pasa ahora?.

A los tres días me avisaron del cuerpo de guardia que subía a la Compañía un teniente coronel, ayudante de campo del vicepresidente del Gobierno. Salí a recibirle y le introduje en mi despacho. Sin más preámbulos me dijo: “capitán le traigo una carta personal de felicitación del teniente general De Santiago por la manera que tiene de dirigir su Compañía, me ha pedido que en su nombre estreche su mano y le reitere su satisfacción por tenerle en este puesto”.

Aquel día me sentí orgulloso de mi general, su caballerosidad en el respeto más estricto a la ley me hicieron sentir el sentimiento profundo de los versos de un soldado de la Infantería española llamado Calderón de la Barca…”el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia… fama honor y vida son, caudal de pobres soldados…”

Años más tarde, en 1981, el general Gutiérrez Mellado deslizaría q era el “Elefante Blanco”, para desviar la atención sobre Alfonso Armada y su propia responsabilidad en el diseño del golpe de Estado del 23-F. Si lo hubiera sido, tengo la absoluta convicción que hubiera asumido su responsabilidad en lugar de esconderse como hicieron Gutiérrez Mellado y sus colaboradores.

N. de la R.
El autor es Coronel del Ejército español, historiador y escritor.