Espionaje. RT-SEPA MAS
Espionaje. RT-SEPA MAS

Sin Acritud…
Charlie Stross (12/9/2013)
Advertencia antes de empezar: hay participantes en la discusión que dirían que se supone que vamos a seguir parloteando sobre Edward Snowden y no los contenidos de sus revelaciones, debido a que convertirlo en cuestión personal antes que política resulta de utilidad para a las maquinaciones del Estado. Pero lo que quiero recalcar en este caso es algo diferente….

En el siglo XXI, la NSA (y otros organismos de espionaje) se enfrentan a un gran problema en todo el sistema del que no he visto hablar a nadie.

El problema es sociológico, y va a empeorar
En primer lugar, una breve recapitulación. Tenemos lo que dice en la BBC Adam Curtis sobre la razón por la cual el estamento del HUMINT [inteligencia humana por contacto interpersonal, por oposición a la obtenida por medios técnicos] posee una incompetencia de diseño (una pista: podemos echarle la culpa a un autor de “technothrillers” de finales del siglo XIX y al Daily Mail [tabloide sensacionalista británico]). Tenemos a John le Carré que habla de la relación entre la ficción y los hechos del espionaje y, lo que es más preocupante, de una anécdota sobre un oficial de inteligencia que se inventaba material de puro aburrimiento. Ahora bien, se podría pensar que es mejor el ELINT [inteligencia electrónica]; los ordenadores no mienten, ¿verdad? Pero como ha ido apuntando con mucha mofa Bruce Sterling desde los márgenes durante cerca ya de 25 años, el emperador está en puritita pelota picada (nota: léase ese último ensayo sarcástico como un desahogo que destila ironía de un profeta que se quemó y abandonó toda esperanza hace años y hoy se deleita en un baño de puro gozo ante el mal ajeno).

¿Listos? Todos juntos, ya
Los organismos gubernamentales y del funcionariado están viejos. Son producto del siglo XX, y están acostumbrados a gestionar sus procesos de recursos humanos y seguridad interna como si todavía vivieran en los días de la cultura del «trabajo para toda la vida»; a los potenciales espías se les echaba el ojo pronto (a menudo mientras estaban en la escuela o en la Universidad), se les daba el visto bueno y después se les proporcionaba una sinecura segura junto a una supervisión regular para asegurarse de que seguían por el camino recto y estrecho hasta acabar en el reloj de oro y la pensión. Pero es así cómo solíamos trabajar todos, al menos si éramos funcionarios o chupatintas en los años 50.

Pero las cosas ya no funcionan de ese modo. Un inmenso e innombrable efecto lateral del contragolpe neoliberal de los años 70 consistió en la desregulación de los mercados laborales y la destrucción deliberada de la cultura del empleo de por vida, en parte como palanca para desalojar al sindicalismo y la raíz primaria del poder de izquierda en Occidente (sí, se trató de una guerra de clases abierta por parte de los ricos contra los trabajadores), y en parte porque un mercado laboral líquido hacía más fácil la innovación empresarial y la reestructuración de compañías (me encantan estos eufemismos capitalistas: estoy seguro de que le encontrarían uso también a “solución final”, de no ser porque cierta gente malvada y traviesa convirtió en tabú la expresión tres cuartos de siglo antes).

Hoy en día, cerca del 70% del presupuesto de inteligencia norteamericano se gasta en contratistas exteriores. Y es un presupuesto grande: rebase con mucho los 50.000 millones de dólares anuales. Algunos cachos se gastan en metal pesado (la Oficina Nacional de Reconocimiento es probablemente la agencia de mayor gasto de la que nunca han oído hablar: construyen satélites espía del tamaño de autobuses de dos pisos y tienen telescopios espaciales de tipo Hubble atestándoles el ático que donaron un para a la NASA en 2012), pero es mucho lo que se destina a personal. Gente que lubrique la maquinaria. Gente que trabaja para grandes organismos de contratación. Organismos que dependen cada vez más de contratistas en lugar de trabajo permanente, a causa de términos de moda como «flexibilidad» y «liquidez del mercado laboral».

He aquí el problema: ahora se tropiezan con contratistas externos que crecieron en la Generación X o Generación Y. Dejemos aparte los pronósticos de los sociólogos sobre los rasgos culturales generalistas de toda una generación. Los hechos clave son: los padres de la Generación X esperaban un trabajo de por vida, pero con pocas excepciones los miembros de la generación X nunca han disfrutado de ello —están acostumbrados a empleos errantes, un aquí-te-pillo-aquí-te-largo[contrato y despido], a leyes de “derecho a trabajar” [antisindicales], al 100% de esfuerzo de desmantelamiento del sindicalismo organizado. Los padres de la Generación Y son la Generación X. La Generación Y nunca ha pensado en el puesto de trabajo como algo permanente. La Generación Y dejará la mirada perdida si le hablas de lealtad a su patrono; el viejo acuerdo feudal («te daremos un trabajo de por vida y cuidaremos de ti mientas tú estás atento por el bien de la Organización») es algo por lo que acaso despotricaran sus padres, pero es casi tan real como el derecho divino de los reyes. Los patronos son inteligencias de colonias de conciencia colectiva que te harán la puñeta al cierre del balance cuatrimestral. Te darán un ordenador portátil y te dirán que compartas mesa de oficina o trabajes en casa para que puedan así ahorrarse espacio y mobiliario de oficina. Te incentivan teniéndote pendiente de a oferta de un trabajo permanente, pero siguen ofreciéndote un contrato a cero mientras resulte conveniente. Este es el mundo en el que han crecido: es el mundo que define sus expectativas.

Para la Generación X, un trabajo de por vida con la NSA era un sueño probablemente imposible: lo que tus padres te decían que podías esperar, pero pocos de ellos llegaban a conseguirlo. Para la generación Y la idea de un trabajo de por vida es ridículo y/o imposible.Edgard Snowden

Esto significa que la NSA y los que nadan con ella en la sopa de acrónimos del complejo de inteligencia-industrial dependen cada vez más en empleados nómadas de contratistas, y cada vez más sometidos a la rotación de personal. Existe una necesidad emergente de que seguridad dé el visto bueno a un ingente número de trabajadores temporales/transeúntes…y de trabajadores carentes de un sentido intrínseco de lealtad a la organización. De momento, la autorización de seguridad la otorgan otros organismos contratistas que se especializan en gestión de recursos humanos, pero hasta ellos se ven sujetos al mismo problema: Quis custodiet ipsos custodes? [¿Quién vigila al vigilante?, verso de la Sátira VI de Juvenal].

Los seres humanos somos primates. Poseemos un conjunto profundamente arraigado de reglas de comportamiento cultural e interpersonal violar las cuales supone un coste social. Una de estas reglas, esencial para un organismo tribal, es la bilateralidad: la lealtad es un camino de doble dirección (otra es el sentido jerárquico: agárrate al jefe). Dichas reglas no son de hierro ni inmutables —no somos robots— pero nuestros nuevos patronos de superorganismos colectivos no las obedecen instintivamente, y los simios y monos y homínidos tienden a volver a pagar con la misma moneda con bastante facilidad cuando se sienten inseguros de su estatus relativo. Encajar desaires termina por llevar a represalias, y las organizaciones torpes, ciegas a los seres humanos pueden menospreciar o lastimar el ego de un empleado sin darse cuenta siquiera. Y los empleados menospreciados o lastimados que carecen de una instintiva lealtad porque la cultura de la que proceden ha pasado generaciones destruyendo sistemáticamente las jerarquías sociales y minando su sentido de pertenencia tienen muchas más probabilidades de empezar a pensar lo impensable.

Edward Snowden tiene 30 años: nació en 1983. La Generación Y comenzó en 1980-82. Creo que es signo de lo que va a venir.

P.D.: Bradley Chelsea Manning tiene 25.

N. de la R.
Charlie Stross, autor de novelas de ciencia ficción residente en Edimburgo, escribe una bitácora titulada Charlie´s Diary alojada en la página  http://www.antipope.org/. La traducción para SinPermisoLucas Antón http://www.antipope.org/.
Este artículo se publica con la autorización de SinPermiso.