España
Javier Martínez (26/2/2014)
Con este interrogante en portada y una foto de la familia real al completo, el semanario francés ‘Le Nouvel Observateur’ dedica un especial a la situación de la Corona en nuestro país.
El enviado especial, Serge Raffy describe la situación del heredero de la monarquía española “comprometedora entre quienes le imploran que fuerce la abdicación de su padre el rey Juan Carlos y los que le incitan a la prudencia”.
Describe el periodista francés “los gritos de cólera y de desesperación de los ciudadanos españoles que le increpan en cada una de sus apariciones públicas y le tratan de ‘vendido’ y ‘ corrupto’”, o le niegan simplemente el saludo y frente a esta situación de facto le describe como “el príncipe modélico que durante más de veinte años se ha ido preparando en la sombra para ser el sucesor al trono dentro de la lealtad intachable a su padre, destacando por su serenidad, su contención, rigor y su saber estar”.
Según Serge Raffy, “el teniente coronel Don Felipe de Borbón y Grecia, príncipe de Asturias, la Esfinge de la Zarzuela, asiste sin pestañear desde hace más de un año al hundimiento de la Monarquía española. El príncipe es testigo privilegiado y atento del declive de Juan Carlos, soberano con salud amenazada de ruina, enfangado en un affaire sentimental con una aristócrata alemana, la “maciza” Corinna zu Sayn-Wittgenstein, mitad mujer de negocios , mitad aventurera”.
La hermana del Príncipe, “la infanta Cristina citada a declarar por el juez Castro entre otros presuntos delitos por fraude fiscal viene a manchar la imagen de la Casa Real española al borde del colapso”, afirma Raffy.
Para ‘Le Nouvel Observateur’, el “príncipe está encerrado en su bunker palacio, en una inmensa finca situada al noroeste de Madrid (…), aislado del mundo y símbolo de una monarquía aislada”. Para mí una evocación al Versalles borbónico de antes de la revolución.
Para no seguir reproduciendo al pie de la letra las más de cuatro páginas dedicadas a la decadencia de la monarquía en España, señalar además que desde el otro lado de los pirineos reflejan la erosión inexorable del sistema político nacido de la transición democrática y de la Constitución de 1978, y se hacen eco de los vientos de protesta y de necesidad de un cambio radical y de un nuevo proceso constituyente.
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