Internacional
Pierre Le Vigan (6/4/2014)
Hoy domingo se celebran las elecciones legislativas en Hungría. Son las elecciones más importantes, ya que el Presidente de la República húngara es elegido por sufragio indirecto justamente por el Parlamento.
El Jobbik, partido que quiere decir “los mejores” y “a la derecha”, está dirigido por un joven, Gábor Vona, historiador de formación. Jobbik está volcado en una línea social. Su objetivo declarado es ayudar a las familias numerosas y a aquellas que han sido víctimas del endeudamiento inmobiliario, en particular de los años 2002 a 2010, cuando gobernaba la izquierda. Jobbik ya obtuvo en 2010 el 17% de los votos. En todo este tiempo el partido se ha “desdiabolizado” acabando con los desfiles por las calles que recordaban el estilo de los años treinta.
Un sondeo reciente otorgaba a Jobbik el 21%, lejos del partido del presidente Viktor Orbán, el Fidesz, que alcanzaba el 47% de estimación de voto, pero no lejos en cambio de la oposición de “izquierda”, de hecho una oposición liberal y compatible con Bruselas, que obtendría el 23%. Si los intelectuales parisinos hablan mucho de Jobbik dándoles escalofríos no observan que lo esencial está en otra parte. En efecto, el paisaje político húngaro es quizás anunciador de nuevas alianzas y recomposiciones políticas en Europa.
La “izquierda” húngara es “euro-beata”, “desregulacionista”, económicamente ultra-liberal e individualista-libertaria en el resto.
La derecha conservadora aboga por el mantenimiento… de los servicios públicos y de las empresas públicas.
La formación “a la derecha de la derecha”, el partido Jobbik se dirige a los decepcionados por la derecha representada por Fidesz, pero también a antiguos socialistas y a antiguos comunistas. Jobbik quiere abrir nuevas perspectivas, no de igualitarismo pero sí de equidad social.
Por el momento, el partido conservador de Viktor Orbán. El Fidesz (Exactamente Alianza de Jóvenes Demócratas-Unión Cívica Húngara) son los favoritos en estas elecciones.
En 2010 obtuvieron el 53% de los votos en la primera vuelta y el 54% en la segunda. ¿Repetirán ahora? ¿Mejorarán? En todo caso, es un raro ejemplo en toda Europa de un partido que sigue siendo ganador, después de cuatro años en el poder y en plena crisis económica. Prácticamente en el mismo nivel que cuando salió de la oposición. El poder no le ha desgastado, más bien reforzado. El ahogo de las administraciones, el clientelismo (¿son, en eso, los únicos?), por sí solos no explican la situación.
El porqué está en otra parte. La política de lucha contra las multinacionales, la crítica del “tótem” del mercado, la defensa de la nación húngara, la afirmación sin concesiones del modelo “tradicional” de la familia ( Un matrimonio “es entre un hombre y una mujer”, dice la nueva Constitución húngara), la declaración expresa en la nueva Constitución del reconocimiento de las raíces cristianas de Hungría, todos esos elementos han jugado un papel esencial.
El presidente Viktor Orbán, conservador en cuanto a los valores morales, es intervencionista en la economía y anti-laxista en el plano social. Los impuestos a las empresas son elevados, Orbán ha hecho gravar y pagar muy fuertemente a la Banca, mientras que bajaba las tarifas eléctricas y de gas que pesan sobre las economías familiares. Sin ser espectacular, la economía húngara va bien. El crecimiento está en torno al 2% en 2014 y sobre todo el paro está bajando regularmente.
Viktor Orbán no ha dudado en rechazar las políticas “austericidas” del FMI. Incluso en contra de todos los preceptos liberales ha realizado nacionalizaciones. El gobierno de Viktor Orbán se ha fijado como objetivo que al menos el 50% del sector bancario presente en el país sea húngaro.
Todo ello va en consonancia con los deseos del pueblo. Attila Mesterházy, el líder del Partido “socialista”, de hecho un “turbo-liberal”, tiene de qué preocuparse.
N. de la R.
El artículo de Pierre Le Vigan ha sido publicado en Boulevard Voltaire, nosotros lo editamos con su autorización.
La traducción es de Javier Martínez.
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