Eugenio Pordomingo
Eugenio Pordomingo

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (30/5/2014)
En el suplemento del diario ‘El País’ del domingo día 25 de este mes, el escritor Javier Marías publicó un artículo titulado ‘El gesto más suicida: La abstención no cuenta, ni jamás será interpretada en el sentido que muchos quieren darle’, al que modestamente me voy a referir, anunciando que no estoy de acuerdo con su contenido ni con sus reflexiones, en otros muchos casos acertadas.

Tras reconocer que la gente está indignada, cabreada, y que “no sabe qué hacer para manifestar su descontento”, pero a pesar de ello él –Javier Marías– dice que lo “último que haré será abstenerme, porque, tal como están y son las cosas, sería la mayor estupidez en la que podría incurrir, además del gesto más suicida”.

Dice Marías que “la abstención no computa, no cuenta, ni jamás será interpretada en el sentido que muchos de ustedes quieren darle”. Insiste en ello: “las abstenciones y los votos en blanco y nulos son aire (como el árbitro en quien rebota el balón en los partidos de fútbol), no son nada, no existen. Sólo cuenta lo expresado…”.,

Reconoce el escritor que la UE esta dominada por “mediocres, por individuos sin imaginación ni carisma, por burócratas cuando no por cretinos y desalmados. Y a pesar de eso… Demasiadas personas ignoran hoy la historia de nuestro continente. Que durante todos los siglos vivimos enzarzados en permanentes guerras de unos contra otros, ingleses, franceses, alemanes, austriacos, españoles, rusos, serbios, croatas, polacos, italianos, una escabechina detrás de otra, la última (si no contamos la de los Balcanes) terminada hace setenta años tras la muerte de millones y millones”.

En otro párrafo afirma que la “situación insólita” de paz que vive Europa “ha sido posible gracias a la hoy denostada Unión Europea”, argumento que le lleva a “conservarla, impulsarla, consolidarla y tratarla con mimo”.

Su apuesta electoral es clara: “Todavía ignoro, cuando escribo esto, qué papeleta depositaré en la urna. Pero, al igual que la mayoría de ustedes (sean sinceros), sí sé cuáles no escogería en ningún caso. Ninguna me hará ilusión. Es más, es probable que la elegida me dé casi asco. Pero sé que alguna tomaré con mis enguantados dedos, porque aún mucho más asco me daría dejarles el campo libre a los fanáticos y convencidos, y permitir que sean ellos los que por mí decidan”

Vamos por partes. Seguro que Javier Marías sabe que el número de votantes ha sido de 15.920.815 ciudadanos, un 45,84%, y que los abstencionistas han sumado 18.810.754, que equivale al 54,16%. ¡Horror, ha habido más abstencionistas que votantes! Estúpidos o suicidas los llama el escritor. A esas “categorías” hay que sumar los estúpidos y suicidas votos nulos (290.189) y los votos en blanco (357.339).

A mod0o de respuesta y sin acritud. Dice el señor Marías que “la abstención no cuenta”, pues entonces a qué tanta preocupación de los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE), de las instituciones europeas y de usted. Para Marías, la abstención es “la mayor estupidez en la que podría incurrir, además del gesto más suicida”, pues anda que no es estúpido y suicida seguir votando a los que nos han conducido a la situación actual (este gobierno y el anterior). Para el asiduo escritor del suplemento dominical de ‘El País’, la UE esta dominada por todo un conglomerado de “mediocres”, carentes de “imaginación” y “carisma” –se olvida de los corruptos y “recortadores” de derechos sociales-, y acude a refrescarnos la memoria con el pasado guerrero de los europeos, olvidando que bajo el mandato del socialista Javier Solana como secretario general de la OTAN se arrasó (1999) a bombazo limpio la ex Yugoslavia.

Aprecia Marías que la “situación insólita” de paz que vive Europa se debe a la Unión Europea, olvidando que ahora hay otra guerra que es la que libran los ricos y pobres que, de momento, ganan los primeros. Esta Europa es la que el escritor estima que hay que “impulsarla, consolidar y tratarla con mimo”.

En el mencionado artículo afirma que no sabía a quién iba a votar el día 25, y que la papeleta elegida le daba “casi asco”; lo mismo que dijo Indro Montanelli, tapándose la nariz, antes de dar su voto a la democracia cristiana.

El pasado 24 de este mes escribí en el digital espacioseuropeos un artículo titulado “¿A quién voy a votar? A nadie”, en el que me posicionaba entre esos casi 20 millones de españoles que no acudieron al colegio electoral. Las razones o argumentos para adoptar esa decisión eran, entre otras, que considero que las instituciones de la Unión Europea son antidemocráticas, antisociales y además costosísimas. No soy un experto de la prospectiva ni un oráculo de las encuestas –por cierto, en sus predicciones han fallado todas las empresas demoscópicas-, pero dejé escrito el día 24 que “mañana seremos mayoría los que no vamos a votar”.

Considero una violación de mi libertad que me atosiguen a monsergas, sobre que “si no votas no tienes derecho a protestar” y “memeces” similares. No he votado y me quejo y me quejaré cuantas veces quiera.

Si recurro a la teoría política, tendremos que reconocer que el parlamentarismo actual es una auténtica dictadura de la clase política. Se vota cada cuatro años más o menos y punto. Los partidos suplantan la voluntad popular, pero recurren a ella en períodos electorales, en una auténtica parodia donde los “mercaderes” políticos nos venden su producto.

Al abstenerse, los individuos muestran su verdadero repudio sin tener que ponerse guantes para coger la papeleta o taparse la nariz para escapar al pestilente hedor que destila la farsa.