Estados Unidos
Amy Goodman/Denis Moynihan (25/11/2014)
Esta semana, el Senado vivió una escena conmovedora. Mientras la senadora que presidía la sesión, Elizabeth Warren, anunciaba la derrota del oleoducto Keystone XL, un miembro de la tribu sioux de Crow Creek, de Dakota del Sur, que se encontraba en una de las galerías del Senado, se puso a cantar. El enorme movimiento popular en favor del clima y en contra de la extracción del petróleo más sucio del planeta finalmente prevaleció… al menos por ahora.
Fue una senadora demócrata, Mary Landrieu de Louisiana, quien representó los intereses de la industria petrolera e intentó impulsar la aprobación del oleoducto. Landrieu esperaba que la aprobación la ayudara en la segunda vuelta electoral del seis de diciembre, en la que debe enfrentar al congresista Bill Cassidy, que patrocinó un proyecto de ley similar en la Cámara de Representantes. Los republicanos han prometido volver a introducir el proyecto de ley cuando asuman el control del Senado en el mes de enero.
La coalición contra el oleoducto Keystone XL tiene una base amplia. Comprende ambientalistas, activistas indígenas, agricultores y ganaderos, todos preocupados por el cambio climático y la protección de sus tierras. Les preocupa la posibilidad de que se produzcan derrames de petróleo en el acuífero de Ogallala, uno de los más grandes del mundo, que se extiende desde Dakota del Sur hasta Texas y provee agua a millones de personas. El nombre de una de las organizaciones asociadas señala el rasgo único de esta coalición: Vaqueros e Indios Unidos. En las dunas y grandes llanuras del oeste, los residentes que en el siglo XIX eran más que propensos a ser adversarios, ahora se han unido para enfrentar el agresivo plan de la empresa transnacional TransCanada para imponer una traza del oleoducto que pase a través de sus tierras.
Cyril Scott, presidente de la tribu sioux de Rosebud, de Dakota del Sur, me dijo: “Como todos sabemos, la lucha, solo acaba de comenzar. Los republicanos asumen el control de la Cámara de Representantes en enero. Tenemos que prepararnos, estar listos y comenzar nuestra propia campaña para asegurarnos suficiente apoyo para poner fin a esta serpiente negra que va a dañar no solo el país de los indígenas, sino todo Estados Unidos de América”.
La función principal del oleoducto Keystone XL será trasladar el petróleo de las arenas alquitranadas de la región de Alberta en Canadá, a las instalaciones portuarias de la costa sur de Texas, para el envío del petróleo a los clientes de ultramar. También permitirá ampliar la extracción de las arenas alquitranadas, una forma de petróleo mucho más destructiva para el medio ambiente que otras. El climatólogo James Hansen, ex director del Instituto Goddard de la NASA para Estudios Espaciales, escribió en el New York Times: “Si Canadá sigue adelante y no hacemos nada, el clima será historia”. Hansen es una de las más de 1.200 personas que han sido arrestadas frente a la Casa Blanca en manifestaciones contra el Keystone XL.
Tiempo atrás, el presidente Barack Obama había declarado que si no se aprobaba el oleoducto Keystone XL, TransCanada de todos modos construiría otro oleoducto que evitaría pasar por Estados Unidos totalmente y enviaría el petróleo a través de Canadá, a su costa este u oeste. Naomi Klein, activista en defensa del clima y autora de una especie de Biblia de este nuevo movimiento que se titula “This Changes Everything: Capitalism vs. the Climate” (Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima, en español), afirma que el argumento ya no tiene vigencia. El día anterior a la votación en el Senado, me dijo: “El oleoducto Keystone está estrechamente vinculado a los planes de las industrias petroleras y del gas para ampliar drásticamente la producción en las arenas alquitranadas de Alberta. Las arenas alquitranadas están realmente rodeadas de oposición. Por donde quiera que se intente construir un nuevo oleoducto o expandir uno existente, se enfrentará a una feroz acción directa, así como a impugnaciones legales de los pueblos indígenas y otros intereses. Así que, la idea de que si no se construye Keystone el petróleo va a salir de todos modos, es absurda”.
TransCanada está claramente preocupada por el movimiento. Documentos filtrados obtenidos por Greenpeace revelan que TransCanada ha contratado a Edelman, la compañía de relaciones públicas más grande del mundo, para librar una campaña contra los grupos que intentan bloquear sus proyectos de oleoductos. Los documentos revelan que Edelman ya ha creado un grupo artificial, una especie de organización civil falsa que promueve una agenda a favor del oleoducto, y ha hecho la propuesta de que 40 profesionales de relaciones públicas de Edelman trabajen para acosar y confundir a los grupos de protesta.
El presidente Obama señaló antes de la votación del Senado que se ha vuelto escéptico respecto al oleoducto Keystone XL y a las afirmaciones de quienes lo proponen de que generará empleos y reducirá el precio de la gasolina en el país: “Comprendan lo que es este proyecto. Es darle a Canadá la capacidad de extraer su petróleo, enviarlo a través de nuestro territorio hasta el golfo de México, desde donde será exportado a cualquier otra parte del mundo”.
Mientras tanto, otro presidente, Cyril Scott, de la tribu sioux de Rosebud, dijo en un comunicado: “Vamos a cerrar las fronteras de nuestra reserva al Keystone XL. Autorizar el Keystone XL es un acto de guerra contra nuestro pueblo”.
Con el récord de frío que azota el país esta semana, y la nevada equivalente a la de un año en Búfalo, Nueva York en un solo día, tenemos que preguntarnos: ¿Qué se necesita para escuchar a la ciencia y enfrentar de manera contundente la amenaza global que representa un cambio climático catastrófico?
N. de la R.
La traducción al español del texto en inglés es de Inés Coira.
Este artículo se publica con la autorización de Democracy Now.
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