El desierto de Atacama
El desierto de Atacama

Chile (Hispanoamérica)
Pedro Godoy P. (10/9/2015)
“Agua que no haz de beber déjala correr…”.
Se trata de un refrán equivocado. El agua es un bien escaso y, por ende, económico. Además es insustituible y, en consecuencia, vital. El agua no puede perderse. Igual que una camisa, se lava, es decir, se purifica. De allí las plantas que la liberan de detritus y bacterias son muy importantes.

Por cierto también -como se ha manifestado- son vitales embalses que almacenan los torrentes fluviales. No sólo evitan inundaciones y contaminación del borde oceánico,

perjudicando la pesca y el turismo, sino que incrementan  el área agraria y es posible adosarle turbinas que generen electricidad. Dos tercios de “nuestra loca geografía” son áridos. La erosión convierte en arenales valles y oasis.

El desierto de Atacama avanza de modo implacable. No está restringido sólo al extremo norte, sino se hace presente en la IV Región y alcanza la V. La sequía -en este invierno algo disminuye- pero no es posible continuar confiando en las bondades de San Isidro.

El país oscila entre la sequía que es permanente y las esporádicas inundaciones.

Uno y otro fenómeno provoca estragos. De allí la urgencia de  continuar impulsando una política hidráulica que permita almacenar el líquido elemento proveniente de lluvias y nevazones. Nuestra clase política vive embelesada en la denominada «agenda valórica» que genera debate como la permisividad de consumo de drogas o el matrimonio entre individuos del mismo sexo.

Ello mientras decrece la producción hortofrutícola y por la sequedad estallan incendios forestales. Amén de lo anotado, el país padece una crisis energética que compromete su desarrollo. El petróleo de Magallanes está agotado y la hidroelectricidad soporta restricciones por efecto de la sequía. Amén de lo anotado los ambientalistas impiden se embalsen los ríos patagónicos.

Millones padecen la deshidratación o el diluvio. Integran la “república concreta” en oposición a la “república oficial” que vive como en Bizancio discutiendo “cuantos ángeles caben en la cabeza de un alfiler” con financiamiento fiscal. Ello mientras nos acosa el desempleo, la delincuencia y la drogadicción. Es torpe triunfalismo juzgarnos desarrollados.

El país exige dar relevancia al Proyecto Camanchaca de Chungungo, a la propuesta de convertir en energía el oleaje del Pacífico, en apurar los planes fotovoltaicos y geotérmicos del Desierto de Atacama y en activar el montaje de tranques y embalses comenzando de sur a norte. Es la continuidad de una tradición que inauguran los curacas incaicos y continúan los gobernadores designados por la Corona.

Son urgentes plantas de purificación de aguas servidas y embalsar los cursos fluviales. Se debe evitar la contaminación de las aguas por una explotación minera carente de normativa.

Más que eso, evitar que se pierdan succionadas por el océano. En la hora del crepúsculo de las ideologías es clave se cogobierne con los tecnólogos. Nuestro lema debe ser “¡Ni un litro de agua dulce al mar!”.

N. de la R.
El profesor Pedro Godoy P. es miembro del Centro de Estudios Chilenos CEDECH.


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