España
Javier Castro-Villacañas (27/8/2020)
Han pasado más de 39 años y los acontecimientos de hoy nada tienen que ver con el pasado. Sin embargo, queda para la historia lo ocurrido en febrero de 1981 como contraposición a la deriva final que ha tomado la vida de Juan Carlos I: abdicación en 2014 y escapada de España este verano. Si entonces, en mitad de un golpe de Estado, el Rey se hacía fuerte al afirmar que no iba a abdicar ni abandonar nuestro país, hoy la Corona vive sus peores momentos por los escándalos de corrupción que afectan al anterior jefe del Estado.
La noche del 23-F de 1981, Juan Carlos I se juramentó “ni abdicaré, ni abandonaré España” ante el entonces capitán general Milans del Bosch, ordenándole que levantara el toque de queda, retirara los tanques de las calles de Valencia y dejara de apoyar la asonada golpista del teniente coronel Antonio Tejero.
Dicho requerimiento fue transmitido por télex, donde el monarca le ratificó las órdenes antes dadas por teléfono, advirtiéndole, con gran solemnidad, de las circunstancias que podrían traer consigo su desobediencia tanto para España: “Quien se subleve, estará dispuesto a provocar una guerra civil y será responsable de ello”; como para la Corona: “Cualquier golpe de Estado no podrá escudarse en el Rey. Es contra el Rey”; así como la determinación de la propia actitud del monarca ante la presión que estaba recibiendo por parte de los golpistas: “Juro que no abdicaré la Corona, ni abandonaré España”.
El mensaje contenía otros 4 puntos a través de los cuales el Rey confirmaba el discurso televisivo de esa misma madrugada, y hacía saber de forma inequívoca al general Milans del Bosch su posición radical contraria al golpe en aquel momento. Sin embargo, aquella intervención en televisión también dejó para la memoria una frase ambigua: “Cualquier medida de carácter militar que en su caso hubiera de tomarse deberá contar con la aprobación de la Junta de Jefes de Estado Mayor”.
De ahí la importancia del texto que aparece justo al final del primer punto del télex a Milans: “Después de este mensaje ya no puedo volverme atrás”. Para algunos investigadores del 23-F (Jesús Palacios en 23-F: El Golpe del CESID, Planeta, 2001; y 23-F, El Rey y su secreto, LibrosLibres, 2010; y Rebeca Quintans en Juan Carlos I, la biografía silenciosa, Akal, 2016) si el Rey ya no podía volverse atrás es porque antes había estado (de alguna manera) “delante” de la conspiración golpista.
Tanto la conversación telefónica, como el contenido del télex, forman parte de los “documentación reservada del 23-F” que aún permanecen bajo protección en distintos organismos del Estado. En concreto, parte de dicha documentación se encuentra custodiada en el Congreso de los Diputados bajo reserva limitada junto a otros tres informes relacionados con el golpe de Tejero: un dossier redactado por el jefe de seguridad de la Cámara, otro confeccionado por los entonces secretarios de la Mesa y un tercero donde se refleja la transcripción taquigráfica de la comparecencia realizada el 17 de marzo de 1981 (un mes después del asalto al Congreso) por el entonces ministro de Defensa, Alberto Oliart, ante la Comisión de Defensa del Congreso. En dicha presentación, el entonces ministro de Defensa ofreció las primeras investigaciones en torno a la intentona golpista. En 2011, durante la presidencia del Congreso de José Bono, la documentación reservada fue parcialmente desclasificada. En la actualidad, dichos expedientes se pueden consultar en los archivos de la Carrera de San Jerónimo con restricciones: es posible tomar notas, pero no hacer fotografías ni fotocopias.
Según lo manifestado ese día por el ministro Alberto Oliart: “El Rey salvó la situación” ya que sus intervenciones esa noche “solo cabe resumirlas respetuosamente en una palabra: decisivas”. Según aseguró Oliart ante los miembros de la Comisión de Defensa, el papel de Juan Carlos I constituye “un ejemplo del ejercicio de la suprema magistratura del Estado y del respeto a la soberanía popular”.
Sin embargo, frente a la versión oficial del 23-F otros investigadores han destacado el papel ambiguo del monarca durante las primeras horas del golpe y que únicamente actuó con rotundidad, posicionándose frontalmente en contra de él, cuando Tejero se negó a aceptar el Gobierno de concentración (con socialistas, monárquicos y comunistas ocupando las principales carteras) propuesto por el general Armada.REY
El miércoles 18 de marzo de 1981, un día después de la comparecencia de Oliart ante la Comisión de Defensa, el periódico Diario 16, dirigido entonces por Pedro J. Ramírez, publicaba la exclusiva de lo acontecido en dicha sesión celebrada a puerta cerrada. En portada, junto a una foto de Juan Carlos I vestido con uniforme de capitán general del ejército, aparecía como antetítulo “Lo que el Rey le leyó a Milans del Bosch la noche del golpe” y debajo, a dos columnas, el titular con la frase de Juan Carlos “Juro que ni abdicaré ni abandonaré España”. A continuación se reproducía lo que, según el periódico, era el “Texto íntegro del documento más importante de la historia de la transición”:
“Te hago saber con toda claridad lo siguiente:
1.- Acabo de dar mensaje por televisión (se había emitido a la 1:23), afirmando mi rotunda decisión de mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente. Después de este mensaje ya no puedo volverme atrás.
2.- Cualquier golpe de Estado no podrá escudarse en el Rey. Es contra el Rey.
3.- Hoy más que nunca estoy dispuesto a cumplir el juramento a la bandera. Por ello, muy conscientemente y pensando únicamente en España, te ordeno que retires todas las unidades que hayas movido.
4.- Te ordeno que digas a Tejero que deponga inmediatamente su actitud.
5.- Juro que no abdicaré la Corona, ni abandonaré España. Quien se subleve está dispuesto a provocar, y será responsable de ello, una nueva guerra civil.
6.- No dudo del amor a España de mis generales. Por España primero y por la Corona después, te ordeno que cumplas cuanto te he dicho.”
El contenido de dicha conversación y del télex posterior, también fue publicado por el diario ABC en su edición de Sevilla el jueves 19 de marzo de 1981.
Para los investigadores del 23-F, el significado de esta comunicación es trascendental. Todos coinciden en que, tras el fracaso de la “operación Armada” (Gobierno “constitucional” con monárquicos, comunistas y socialistas) por la negativa frontal de Tejero de permitir al “Elefante Blanco” subir a la tribuna de oradores del Congreso, Milans del Bosch sigue sin ser capaz de convencer al teniente coronel de la Guardia Civil para que obedeciera a Armada, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército. Es entonces cuando Antonio Tejero calibra la posibilidad (jaleado desde el exterior del Congreso por Antonio García Carrés) de hacer derivar el golpe blando de la Zarzuela hacia un golpe duro, con un gobierno militar no constitucional, con o sin el apoyo del Rey. Fue durante el transcurso de esta confrontación cuando Milans del Bosch (en una de las múltiples conversaciones telefónicas que tuvieron lugar aquella noche) le dejó caer a Juan Carlos que, si no se ponía de parte de los militares sublevados, cabría la posibilidad de que tuviera que abdicar y marcharse de España. De ahí la dureza de los términos del texto, primero leído por teléfono (en torno a las 2 de la mañana) y después transmitido por télex. Según numerosas fuentes, Juan Carlos no sabía imponerse verbalmente con absoluta rotundidad ante Milans del Bosch, por lo que tuvo que ser Sabino Fernández Campo quien le escribiera el texto que luego el Rey leyó por teléfono. Media hora después, con algunas modificaciones de estilo, las órdenes fueron recibidas por télex en la Capitanía General de Valencia a las 2,30 de la madrugada.
En ambos textos, aparece escrita la frase que más compromete a Juan Carlos de Borbón en el golpe del 23-F: “Después de este mensaje ya no puede volverme atrás”. Según lo publicado por Jesús Palacios (el mejor investigador del 23-F) fue el propio Juan Carlos quien autorizó añadir esa frase después de leer el borrador que le había escrito el general Sabino Fernández Campos. Y lo hizo tras conversarlo con sus ayudantes, los militares José Sintes Anglada y Agustín Muñoz-Grandes.
Según el testimonio de Antonio García Trevijano, fue el propio Sabino Fernández Campo quien le reconoció el error de haber introducido esa frase no escrita por él. Según el político republicano, el que fuera jefe de la Casa del Rey le felicitó tras la publicación de su artículo “Esclavos de la verdad” el 27 de noviembre de 1995, en el diario El Mundo, coincidiendo con los 25 años de la coronación de Juan Carlos. En dicho escrito, entre otras cosas, Trevijano afirmaba lo siguiente: “¿Cómo puede ser libre un pueblo cuyas élites sociales y políticas no toleran que se hable con respeto y libertad sobre los errores del jefe del Estado? ¿Cómo se puede ser un hombre libre sin atreverse a pensar y decir que el error Armada, el error Conde, el error De la Rosa y el error Prado son graves torpezas políticas del Rey? ¿Cómo puede ser veraz la historia del 23-F sin interpretar con sentido común el télex del Rey a Milans del Bosch, diciéndole de madrugada: ´después de este mensaje ya no puedo volverme atrás´”?
En las horas más bajas en la reputación de Juan Carlos I, son numerosas las voces que insisten en la necesidad de realizar una defensa a ultranza de la vida y obra del Rey emérito, atendiendo fundamentalmente al papel jugado por él a favor de la Democracia y en contra del golpe en la noche amarga del 23-F. Sin embargo, para algunos historiadores, son todavía muchos los aspectos borrosos que quedan por aclarar en relación a su verdadera actitud e implicación del Rey en aquellos lamentables sucesos.
N. de la R:
Javier Castro-Villacañas es abogado y periodista. Autor, entre otros, del libro ‘El fracaso de la monarquía’ (Planeta, 2013).
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