Isabel II se muestra sonrriente con Adolf Hitler.

Sin Acritud…
Javier España (14/9/2022)
Sigo sin salir de mi asombro. Dosis tarde y noche de Isabel II, periodistas babeantes resaltando una figura que, como mucho, solo se puede relacionar con un colonialismo rancio e indigno que la interfecta pretendió dilatar después de la Segunda Guerra Mundial, con pésimos resultados, a través de una anacrónica Commonwealth. Y suerte tuvo con la nuera que resucito la corona, Diana de Gales.

Pero lo peor ha ocurrido, cómo no, en España, con esa ridícula decisión de Isabel Díaz Ayuso y de Moreno Bonilla, decretando días de luto oficial por la muerte de la monarca.

Sin entrar en más valoraciones y solo a los efectos de poner en evidencia el vasallaje ridículo de aquellos que llevan a España por bandera, quiero dejar un brochazo (gordo porque faltarían muchas cosas) de historia, de lo que ha representado el imperio inglés en la historia de España de los últimos 500 años.

Comencemos con Francis Drake, pirata reconvertido en corsario de pro que, además de saquearnos los barcos que venían de las Indias, participó en el ataque a Cádiz en 1587 y en la fallida invasión de La Coruña de 1589. Claro está, siempre al servicio de Isabel I que, dado los buenos resultados, lo nombró caballero.

Más adelante, pero poco, el imperio británico se merendaba media Andalucía (Cádiz y Huelva) mientras las familias reales europeas (borbones incluidos) se peleaban por la sucesión al trono español, lo que nos obligó a firmar el vergonzoso tratado de Utrecht en 1715, que dejaba “per saécula saeculorum”.  El Peñón de Gibraltar tomado 11 años antes, en manos inglesas.

Y siguiendo con Gibraltar y ya en el siglo XX; mientras Franco mandaba estudiantes del SEU a las puertas de la embajada británica de Madrid con aquello de “Gibraltar español”, los británicos se llevaban la mejor mina de hierro de  España situada en Jaén y lo sacaba por tren a través de El Cable Inglés de Almería, patrimonio industrial del expolio inglés (si vais por Almería visitarlo).

Por favor…, ¿dónde está la dignidad?

¡Ah!, que algunos la conservan en Suiza…, ya me parecía a mí.