Mi Columna
Eugenio Pordomingo (11/12/2022)
No siempre hay que escribir de cosas, aparentemente trascendentales, como el conflicto ucraniano, la geopolítica y metapolítica, el Sáhara Occidental, las bestialidades que acomete el dictador Teodoro Obiang Nguema, los continuos chantajes a los que somete el rey Mohamed VI a nuestros gobernantes. A veces, hay que hacerlo sobre lo cotidiano, lo que nos rodea, que tiene su enjundia e importancia.
El pasado 27 de noviembre, el Ayuntamiento de Galapagar homenajeo a Jesús Calvo González, periodista de formación y durante 25 largos años, editor y director de un periódico, La Información, dedicado a informar a sus lectores sobre lo que acontece en Galapagar y Colmenarejo. Jesús se volcaba día tras día en recopilar todo tipo de aconteceres sobre lo que sucedía en esas dos localidades de la sierra noroeste de Madrid. No se le escapaba a Jesús la más mínima brizna de un evento, bien sea de actos sociales o de lo concerniente a la política local. En sus archivos y en su memoria está guardado todo lo que sucedía, que es mucho, aunque no todo se ha publicado.
El trabajo era enorme, agobiante, a la vez que gratificantes. Jesús lo hacía todo: redactar, fotografiar, componer la maqueta, repartir -ahí le ayudaba su hermano Javier- y un largo etcétera. Pero su muéer y sus dos hijas reclamaban más atención por parte de él. Y llegó el momento, la dura decisión de dejar su obra, el periódico mensual, 309 ejemplares.
Durante varios años colaboré con Mi Columna en La Información. Y desde aquí le pido disculpas a Jesús Calvo por los problemas que le di. Todavía recuerdo sus llamadas “¡Eugenio, has terminado la columna, es que tengo que cerrar, por favor mándamela ya!”. Así, un mes y otro, y otro. En más de una ocasión se vio obligado a reestructurar la maqueta, pues mis textos pasaban de lo que él había previsto. Nunca se enfadaba. Al contrario, te daba las gracias por el trabajo. La verdad, es que tampoco pagaba a sus columnistas. Aunque, eso sí, en el piscolabis que nos ofrecía por estas fechas navideñas, siempre nos anunciaba que el próximo año cobraríamos el doble. O sea, 0+0=0 patatero.
Tras 25 años de cronista no oficial de Galapagar y Colmenarejo, Jesús, dejó de editar su periódico, el periódico de todos. Y se reciclo en los negocios familiares. Soy testigo, mientras degustábamos un café, caña o caldo, de la morriña que le embargaba. Y es que 25 años, se dice pronto, tiran mucho.
La mayoría de los homenajes, por desgracia, se suelen dar cuando el homenajeado se ha ido al otro barrio, ha pasado a mejor vida, o a peor, nunca se sabe. Pero no, en el caso de Jesús, la fortuna le ha acompañado, el Ayuntamiento de Galapagar le ha nombrado Cronista de la Villa y ha puesto su nombre a la Sala de Prensa.
En el Pleno del Ayuntamiento celebrado en marzo de 2020, se votó la propuesta de ese nombramiento. Se abstuvieron Raquel Almendros Alguacil de Podemos y Álvaro Hernández Altozano de Más Madrid. Sin embargo Celia Martell López de Soria, no adscrita, votó a favor; el resto de la corporación emitió su foto favorable.
Y erre que erre, el pasado 27 de noviembre, día del homenaje, no asistieron las mismas personas que se abstuvieron de apoyar ese nombramiento.
Después el introito del alcalde, Alberto Gómez, le tocó el turno al homenajeado, que algo emocionado –lógico-, dio las gracias al consistorio, familia y amigos, entre estos últimos me encuentro.
Un repaso sobre su vida en Galapagar, grupo de teatro, la Banda de Cornetas y Tambores Juventud de Galapagar, pregonero de las fiestas del pueblo en septiembre de 2015, además de participar y/o presidir más de un evento.
El agasajado tuvo palabras de agradecimiento para el Partido Popular, especialmente para Carla Greciano y José María Escudero, que propusieron al Pleno del Ayuntamiento, lo que el pasado día 27 de diciembre se ha hecho efectivo. Agradecimiento que Jesús hizo extensivo al PSOE, Ciudadanos y VOX. No quedó al margen, ni mucho menos, la concejala Celia Martell, otrora del grupo Unidas Podemos y ahora, por circunstancias que no vienen al caso, “no adscrita”.
Jesús agradeció especialmente que le homenajeasen “en vivo”, y no “después de que no esté entre vosotros”, ingeniosa frase que para sí hubieran querido como epitafio Jardiel Poncela o Groucho Marx.
Rodeado de familiares, su mujer e hijas; su madre y hermanos; amigos y colaboradores –también amigos, a pesar del atosigamiento y presión a la que nos tenía sometidos para la entrega de la columna mensual-, Jesús se derretía cual azucarillo en el placer de este reconocimiento. No por eso perdió la calma, ni dio muestras de nerviosismo, ni las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
No quiero dejar en el olvido que el Salón de Plenos –creo que así se llama- estaba repleto, hasta la bandera, no cabía un alfiler. Y es que Jesús Calvo González se lo merece, ¡vaya que sí!
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