Sin Acritud…
Pilar Iznart Salto (2/1/2023)
Queridos amigos y ciberlectores, quiero compartir con vosotros mis experiencias, después de estar viviendo ya 3 años en Nueva York. El choque cultural y las diferencias que me he encontrado en esta sociedad americana, que en realidad no han sido tantas, desde un punto de vista divertido y sarcástico, como lo soy yo, siempre respetando, e intentando no ofender.
Es verdad que lo he exagerado, para hacer más amena la comparación, pero si alguien ha vivido en los USA, o conoce las costumbres americanas, va a disfrutar de este blog recordando cosas y en ocasiones, os sorprenderéis sonriendo.
La mayoría de las fotos son mías, pero otras las he tomado «prestadas» de internet, poniendo la fuente, cuando la tenía.
Nadie lo hace ni mejor, ni peor, solo tenemos diferentes costumbres.
Crónicas de una madrileña en Nueva York. Comparación de hábitos y choque cultural y social entre españoles y norteamericanos
La llegada
Allá por julio de 2010 llegábamos a Nueva York, donde una ola de calor húmedo y pegajoso nos dio la bienvenida, advirtiéndonos del tiempo que nos esperaba por aquí.
Pues así salimos, con los niños, 13 maletas, mochilas y «el Paspas», un perro de 16 años, como en las películas de Berlanga, a la conquista de Nueva York, sabiendo que teníamos fecha de caducidad de 4 años para volver a casa.
La mudanza
Tardó dos meses en llegar, con 90 litros de aceite de oliva de Linares, pueblo de mi abuela, viscosito, que cuando inclinas la botella, tarda un rato en empezar a caer. Aquí el aceite es italiano, del mismo color y triple precio, pero se desliza igual que el agua.

También venían ingentes cantidades de caldos de la tierra, o sea, buen vino y licores nacionales para todos los gustos, que nos ayudarían a amenizar los saraos y deleitar a los amiguetes.
Lástima que no pude meter unos cuantos jamones, con sus chorreras y todo. Así que pasamos ese tiempo durmiendo en camas hinchables.
Me recomendaron que me trajera la olla a presión, así que, aprovechando el viaje, la cargué con lomo y chorizo; osadía la mía, ya que todo derivado del cerdo, está especialmente prohibido traer a Estados Unidos, al igual que semillas, incluidas las legumbres.
Llegaron mohinos y acartonados, después de estar a la espera dos meses en un contenedor en verano, que ni para hacer croquetas me sirvieron. Pero la picardía española, me llevó a rallarlos y echárselos a los macarrones.
En viajes sucesivos, traje en la maleta manjares que si está permitido entrar y que aquí no son lo mismo, o no se encuentran, a saber, chocolate que no es de marca Hershey, mejillones, aceitunas rellenas de anchoa y alguna lata de fabada, callos, cocido y otras cosas de cuchara, así como bayetas absorbentes y recambios de fregona de tiras secantes, ya que aquí se estilan las de cordoncito que tardan en secar y una, tiene sus manías.
N. de la R:
La primera de estas crónicas, la escribió Pilar Iznart Salto el 29 de noviembre de 2012, por entonces llevaba más de un año en USA, “fuimos –dice- por el trabajo de mi marido y para dar la oportunidad a nuestros hijos de 7 y 11 años de aprender otro idioma y cultura, además de llevarnos a nuestro perro de 14 años, por lo que nos tuvimos que integrar en todos los sentidos, desde las escuelas, hasta la vida cotidiana, así que las fotos y vivencias, son de primera mano”.
Al principio el choque fue grande, empezando por el idioma y los hábitos, pero pronto lo asumimos y nos adaptamos, dejó escrito.
Nos enteramos de estas “crónicas”, a través de un amigo, el doctor Ricardo Ruiz, y nos apeteció publicarlas, pues las consideramos interesantes, como dice la autora: “Lo que escribo no es desde el punto de vista crítico, si no desde la sorpresa, el des conocimiento y la manera de afrontar esa adaptación a los cambios, lo que llaman resiliencia, por lo que espero no haber ofendido a nadie y para el que haya estado allí, de trabajo, o turista, le va a traer muchos recuerdos y acabará sonriendo sin darse cuenta”.
“Me quedan capítulos por escribir y tengo las fotos preparadas, pero han pasado más de 8 años desde que volvimos y no es lo mismo escribir en caliente desde allí, que desde la añoranza. Fueron unos años muy buenos de aventuras y crianza de nuestros hijos, que vinieron bilingües y eso les ha abierto las puertas en España, tanto educativa, como laboralmente, objetivo cumplido”, reflexiona Pilar.
Son unas crónicas, breves, sencillas, escritas desde el corazón, pero elaboradas con sensibilidad e inteligencia –sus propias vivencias-, a través de las cuales su autora nos sitúa en la gran ciudad que es Nueva York.
A lo largo de las próximas semanas las iremos publicando; esperamos y deseamos que sean del agrado de nuestros lectores.
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