Manipulación del Lenguaje

Sin Acritud…
Aniceto Setién (15/4/2023)
Las primeras sociedades, como saben los espabilados lectores y las avispadas lectoras de Espacios Europeos, nacen en el Neolítico, sobre todo en esa zona que los libros de Historia Occidental llaman Creciente Fértil y que hoy ubicaríamos, más o menos, en Irak, entre los ríos Tigris y Éufrates.

No queremos decir con esto que en el resto del planeta no hubiera gente de recio caletre desgajada de la familia cromañona, solo que parece haber consenso en que ese concepto que hemos dado en denominar Occidente –y que no es geográfico sino cultural– resulta de una evolución, más o menos lineal, de los modelos organizativos que aparecen en Mesopotamia y Anatolia hace unos diez mil años.

Probablemente, en ese momento, la vertebración social precisaba de la existencia de un poder y quienes lo detentaban (sí, he dicho “detentaban”) se encontraban muy cómodos porque su ejercicio les proporcionaba aumento de la autoestima, reconocimiento y, casi con seguridad, acceso a las hembras más atractivas o capaces (de reproducirse). Ahí empezaron los primeros ejercicios de manipulación a través del manejo del lenguaje. No parece preciso aclarar que, salvo contadísimas excepciones, las sociedades occidentales han sido patriarcales.

Nuestra manera de hablar, las palabras que usamos, conforman y condicionan nuestros esquemas mentales. Y al revés. Se trata de una relación biyectiva. Y el poder, los poderes, siempre lo han sabido.

En otros artículos, si el director de Espacios Europeos lo permite, me gustaría extenderme sobre otros asuntos relacionados con la manipulación, el lenguaje y nuestra existencia personal o colectiva pero en esta prima puntata (“primer episodio” en las series italianas) quiero detenerme en un par de conceptos generales.

La primera manipulación consiste en convencernos de que todas las palabras significan cosas: “perro” es un animal; “martillo”, una herramienta… Por supuesto, existen acepciones, connotaciones, matices, contextos de uso que dan distintos significados a los términos.

Detenerse a observar los usos de un idioma es un ejercicio fascinante pero… No sé si a nuestra distinguida clientela le ocurrió algo distinto. A mí nadie me contó en clase de Lengua que hay términos que carecen de significado real, de contenido semántico, que solo sirven para caracterizar moralmente un uso social. Hay muchos y todos interesantes. Permítaseme poner un par ejemplos, uno de concepto “bueno” y otro de lo contrario.

Libre/libertad. El único significado de esta palabra es que algo que se asocia con ella es moralmente bueno. Quizá un simple dato nos ilustre suficientemente lo que expongo. En la historiografía moderna de Guinea Ecuatorial –una de las más atroces dictaduras del mundo–, en los libros de historia de ese pobre país (que no país pobre), el golpe de estado que acabó con el régimen de Francisco Macías Nguema se denomina “Golpe de  Libertad”. Perpetrado en 1979, el asalto al poder de un sobrino de Macías, Teodoro Obiang Nguema, aupó a este a la jefatura del Estado. Y hasta hoy.

Gracias al “Golpe de Libertad”, Obiang lleva 44 años gobernando el país con mano de hierro, conculcando uno a uno todos los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y conformando una suerte de monipodio con su singular familia. En nombre de la libertad es hoy la dictadura más longeva del orbe.

Veamos un segundo ejemplo. En España, a finales de los años sesenta, gozó de un cierto éxito un conjunto musical, bastante casposo, por cierto, que se llamaba Voces Amigas. Nuestros lectores de edad más provecta lo recordarán, quizá con vergüencita (la daba).

Su más renombrado hit-parade se titulaba “Canta con nosotros” y decía cosas como “canto a la gente humilde que me mira sin rencor / canto a la verdadera libertad”. Salían por la tele en blanco y negro elegantísimos. Ellos con corbata y bien peinados –no como los melenudos aquellos de moda que cantaban en inglés– y las muchachas de comparsa, minifalderas a la par que recatadas. ¡Y cantaban a la verdadera libertad! El régimen franquista estaba encantado con ellos. En otro artículo quizá nos ocupemos de la paladina de las libertades que okupa la Casa de Correos de la Puerta del Sol. La casuística es infinita.

Aniceto Setién.

Terrorismo/terrorista. El único significado de esta palabra es que algo que se asocia con ella es moralmente malo. Cualquier gobierno que quiere desacreditar una acción armada –o no–, la califica de “terrorista” y ya tiene ganada a la opinión pública. Recordemos que el gobierno del apartheid sudafricano tuvo veintisiete años a Nelson Mandela en Robben Island acusado de terrorismo.

En el caso español, no voy a insistir en la conocida mención al Movimiento de Liberación Nacional Vasco de ya sabéis quién. En su lugar, podemos recordar a un afamado activista que tuvo la ocurrencia de articular un colectivo cuya finalidad era convencer a ETA para que dejara de matar. El Tribunal de Orden Público (ahora se denomina Audiencia Nacional) lo encarceló y privó de sus derechos civiles ¡por terrorista! El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo acabó dictando que el juicio era nulo y estaba amañado pero el sambenito estaba colgado.

Las colombianas FARC, ¿eran un grupo armado o terrorista? Pues depende de a quién preguntemos, claro. Más pintoresco es lo del Frente Sandinista, terrorista hasta 1979, en el gobierno desde entonces, con pocas interrupciones, y frente al que los antiguos somocistas –la Contra– se convirtieron en terroristas.

Quien firma estas líneas invita a caña y pincho de tortilla a quien me muestre un solo texto que califique de “terrorista” a aquel personaje armado, que luchaba emboscado contra el gobierno legal y al que conocemos como El Empecinado.

Cuanto más cerca estemos de conocer la capacidad manipulativa de las palabras, más cerca estaremos de reconocerla cuando ocurre.

Continuará.


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