Andrés Soliz Rada (29/5/2010)Andrés Soliz Rada
La Revolución del 25 de mayo de 1810 tiene, como todo acontecimiento histórico, elementos estructurales y coyunturales. La profundidad y vigencia de la Revolución de mayo están marcadas por el «Plan de Operaciones», escrito por Mariano Moreno entre el 17 de julio y el 30 de agosto de 1810, por encargo de la Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires, en el que puso los cimientos del capitalismo de Estado para la América indo mestiza. Su genialidad hizo que precediera en 31 años a la clásica obra «Sistema Nacional de Economía Política«, de 1841, de Federico List, la cual demuestra que la emergencia de las grandes potencias, Inglaterra, la primera de ellas, se basó en el proteccionismo y no en el libre comercio, predicado por Adam Smith. El «Plan de Operaciones» fue escrito 59 años antes de la famosa carta de Marx a Engels, de 29 de noviembre de 1869, en la que advierte que la liberación de Irlanda del imperio británico no será obra del proletariado inglés, como se infería del «Manifiesto Comunista», sino de la lucha de liberación nacional de los irlandeses.

El «Plan de Operaciones» fue redactado 111 años antes que Lenin dejara establecido, en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, de 1921, que la contradicción fundamental en las colonias y semicolonias opera entre naciones opresoras y naciones oprimidas. En estos últimos 200 años, ningún pueblo se ha zafado de la opresión colonial o imperialista o ha debilitado su sumisión sino a través de Estados nacionales que avanzaron en procesos liberadores. Así ocurrió en el México de Lázaro Cárdenas, en la Turquía de Kemal Ataturk, en la India de Mahatma Ghandi, en la Indonesia de Sukarno, en la China de Mao, en el Vietnam de Ho Chi Min, en la Yugoslavia de Tito, en la Cuba de Castro, en la Bolivia de Paz Estensoro, en la Argentina de Perón o en la Sudáfrica de Mandela. Los Estados nacionales se abrieron paso, principalmente en el viejo continente, enfrentando a fuerzas feudales que impedían su nacimiento. En las colonias y semicolonias, la lucha por similar objetivo enfrenta a imperialismos que ahogan sus esfuerzos. No es casual que Francis Fukuyama hubiera sostenido en «El Fin de la Historia», que «la Teoría de la Dependencia es la gran enemiga a ser destruida», ya que advierte que la consecuencia práctica de este planteamiento es la construcción de Estados nacionales, que impiden que la dominación colonialista se consolide (1).

EL CAPITALISMO DE ESTADO EN EL SIGLO XX
En el Siglo XX, el capitalismo de Estado fue utilizado como plataforma que buscaban construir el socialismo. Así sucedió, por ejemplo, con la Revolución rusa de 1917, con la Revolución china de 1949, con los gobiernos de Europa del Este, después de la Segunda Guerra Mundial, con la Revolución vietnamita, luego de la expulsión de los invasores norteamericanos y con la Revolución cubana de 1959. El fortalecimiento de Estados Nacionales y la meta socialista fueron bloqueados por EEUU y sus aliados estratégicos a través de invasiones e ingerencias. El Poder Mundial, al no encontrar otro camino para prolongar su existencia, prefiere distribuir el botín de las periferies antes que perder lo que tiene, incorporando nuevos socios, aunque sean después temibles y molestos competidores.

Esto acontece ahora con China, Brasil, India y Rusia. Las contradicciones ínter imperialistas antagónicas desataron las dos guerras mundiales del Siglo pasado. De la primera, emergió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la que compartió su triunfo con EEUU, Inglaterra y Francia, una vez que los aliados derrotaron al nazismo hitleriano y al imperio japonés, puntas de lanza del bloque adversario. Sin embargo, la URSS, asfixiada en lo económico por las potencias capitalistas, no pudo impedir que los países de Europa oriental se sometan a los capitales de Occidente. A su vez, la China continental se atrincheró en los últimos lustros en un férreo capitalismo de Estado, desde el que amenaza la hegemonía de EEUU.

Sel-capital de Karl MarxIN ESTADOS NACIONALES SE RETORNA AL COLONIALISMO
La obsesión de las grandes potencias por destruir el capitalismo de Estado en los países atrasados se debe a que éstos, al carecer de burguesías nativas sólidas y de clases sociales estructuradas, sólo cuentan con sus Estados nacionales, por débiles que sean, para oponerse a la explotación que sufren. Si los Estados nacionales conforman bloques regionales, sus posibilidades defensivas se incrementan. A su vez, los pueblos que pierden sus Estados nacionales retroceden a la condición de colonias. La prédica metropolitana contra los Estados nacionales reitera que si los Estados nacionales se fortalecen se convierten en regímenes totalitarios, como lo fueron el nazismo alemán o el fascismo italiano. Esta impostura confunde el papel de Estados nacionales en países opresores y en países oprimidos. En el primer caso, los Estados nacionales son herramientas de dominación sobre pueblos empobrecidos y armas de confrontación geopolítica frente a otros Estados imperialistas. En el segundo, son instrumentos defensivos para detener el oprobio. Para la óptica de las metrópolis todo Estado nacional que no sea funcional a sus intereses está burocratizado y es corrupto y represor. Los países opresores tienen enormes diferencias entre si. Lo mismo sucede con los países marginados. Sin embargo, un país expoliado comienza a liberarse cuando retiene sus excedentes económicos y los reinvierte de manera soberana y planificada.

En esta planificación deben participar los sectores representativos de la nación oprimida. Por otra parte, no es lo mismo expansión capitalista que desarrollo económico. Los países periféricos viven períodos de expansión capitalista, debido a economías de enclave no integradas al resto de su economía. Estas economías no logran articular los excedentes económicos a la defensa de la soberanía nacional y del fortalecimiento estatal. Cuando estos atributos se debilitan, los riesgos de amputaciones territoriales son frecuentes. La usurpación que sufre Argentina por la ocupación inglesa de las Malvinas y la asfixia que padece Bolivia por la pérdida de su litoral cautivo demuestran lo afirmado.

Otra forma de contener las demandas de las periferias reside en usar el concepto de democracia como valor eterno e inmutable. De esta manera, norteamericanos, ingleses y franceses habrían nacido con el signo indeleble de la democracia en sus frentes, lo que los convertiría en seres superiores, tolerantes y respetuosos de los derechos humanos. Así la democracia es despojada de contenido histórico, lo que permite silenciar que la democracia inglesa nació con la decapitación del Rey Carlos I, en 1649, como paso previo a la proclamación de la República, que devino después en monarquía parlamentaria. La democracia francesa emergió de la Revolución francesa de 1789 y la ejecución en la guillotina de Luís XVI. La sangrienta guerra civil de EEUU, de 1868, cimentó la democracia norteamericana, la que convivió después con políticas racistas.

La manipulación de la democracia acaba de ser denunciada por el Presidente Barak Obama, quien condenó a la Corte Suprema de EEUU por permitir que las corporaciones y empresas privadas aporten dinero sin límites a las campañas políticas de su país, mediante la contratación y manipulación de medios de comunicación masiva, a favor o en contra de candidatos (24-01-10). En los países semi coloniales, la construcción democrática y la autodeterminación nacional requieren avanzar en forma paralela, a fin de que la primera no sea instrumentada para bloquear a la segunda. Separar autodeterminación nacional de democracia ha sido y es el rentable negocio de los centros de poder mundial.

peronDESAFIO ETICO Y ESTADOS NACIONALES
El surgimiento, desarrollo, expansión y extinción de Estados nacionales está ligado a ambiciones geopolíticas. La necesidad de encontrar aliados para oponerse a enemigos potenciales o vigentes es una constante. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, EEUU, convertida en potencia hegemónica, tuvo, como principal preocupación, detener a la URSS y su proyecto de socialismo burocrático. Lo anterior explica el por qué Washington aplicó el Plan Marshall, con el que impulsó la reconstrucción de fábricas, industrias, carreteras, puentes, redes ferroviarias, acueductos e infraestructura en salud y educación en Europa Occidental, a fin de cerrar el paso a partidos comunistas fuertes, como el francés y el italiano, que amenazaban con tomar el poder. En esta lógica, EEUU ha potenciado Estados nacionales con el propósito de contener las amenazas de la URSS y sus aliados. Esta situación explica la política de Occidente para facilitar la industrialización en Japón, Taiwán, Corea del Sur y Vietnam del Sur en las décadas de los cincuenta. Es también frecuente que los países imperialistas elijan a determinados países en diferentes continentes como bedeles de sus intereses económicos y geopolíticos. Este el papel de Israel en Medio Oriente y de Brasil y Chile en América del Sur de nuestros días.

El Poder Mundial, con su enorme versatilidad para alienar y distorsionar, usa en su beneficio el siguiente desafío ético: Si el sistema capitalista es la mayor lacra imaginable, ya que amenaza inclusive la existencia de la vida humana sobre la tierra, ¿cómo plantear el fortalecimiento del capitalismo de Estado en los países semi coloniales? Al adoptar esta posición, ¿no se está preservando la vigencia del capitalismo en general? Este punto de vista olvida que los clásicos del marxismo enseñaron que el imperialismo existe por que existen colonias y semicolonias. De acuerdo a la experiencia histórica, el capitalismo de Estado es el único camino que estas tienen para salir de la opresión. Esto explica el carácter progresista de las nacionalizaciones en los países atrasados y el por qué los clásicos sostenían que en caso de conflicto entre una potencia industrializada que se dice democrática y la dictadura de un país atrasado que recupera sus recursos, el deber de quienes se consideran revolucionarios es apoyar a este último. Cabe, sin embargo, matizar la anterior afirmación, ya que es innegable que la lucha por los derechos humanos es un avance de la humanidad en su conjunto y cuya violación en países atrasados o adelantados no puede ser observada con indiferencia, sin olvidar, no obstante, que la explotación colonial es la mayor vergüenza de la historia.

Otra forma de alienación reside en sostener que defender a Estados nacionales en formación implica fomentar la destrucción planetaria, provocada por el imperialismo. Es verdad que todos los países deben contribuir a detener la contaminación ambiental, pero deben hacerlo en la proporción en que la causaron, en lugar de cargar los costos, de manera prioritaria, en las espaldas de los pueblos más débiles y necesitados. Sólo la constitución de Estados nacionales en los países atrasados y su articulación en bloques defensivos permitirá terminar con la dictadura del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el que un puñado de países poderosos define la paz o la guerra contra cualquier pueblo de la tierra de acuerdo a sus intereses y evitar que todos los organismos que la integran estén a su servicio.

CAPITALISMO DE ESTADO, OBRERISMO E INDIGENISMO
Existe consenso en admitir que no sabemos cómo avanzar al socialismo, cuyos perfiles están lejos de hallarse precisados. Conocemos, en cambio, los caminos equivocados. Entre otros, las experiencias del estalinismo en Rusia o los genocidios «polpotianos» en Camboya. Al parecer, el tránsito al socialismo, lejos de seguir rutas uniformes, encontrará múltiples variables, de acuerdo a características nacionales, culturales y regionales diferentes. Si bien el común denominador de ese tránsito para los países sometidos es la recuperación del excedente, a partir de este punto corresponderá a cada Estado nacional encontrar las formas autogestionarias, cooperativas, comunitarias u otras que permitan el surgimiento de ideas y prácticas alternativas a un mundo que se desmorona. Esa misma experiencia demuestra que el centralismo estatal es un mecanismo de aplicación relativa, en cada coyuntura política. Si bien la presencia del Estado en la toma de decisiones sobre recursos estratégicos es permanente, entendiendo por recursos estratégicos aquellos que generan mayores ingresos a un país, su amplitud, tiempo de vigencia y coexistencia con la iniciativa privada dependerá de situaciones específicas y de la correlación de fuerzas internas y externas existentes en cada sociedad.

guillotinaEn décadas pasadas, el capitalismo de Estado ha sido seriamente debilitado en países periféricos por prédicas ultra izquierdistas, que postulaban la destrucción del Estado, mediante revoluciones proletarias inmediatas, las que sostenían que desnutridos trabajadores del África sub sahariana y obreros alemanes amenazados de infarto por el colesterol estaban unidos por el internacionalismo proletario y que, por tanto, tenían intereses comunes. No se quería advertir que en las semicolonias las clases sociales sufren de debilidad intrínseca y que la forma de cohesionarlas es a través de la defensa de sus recursos succionados por las metrópolis. El sostener que el socialismo y la dictadura del proletariado estaban a la vuelta de la esquina sirvió para que los pueblos oprimidos no adoptaran, como deberían hacerlo, medidas defensivas contra el capital financiero de las metrópolis. Las toneladas de libros y discursos solidarios de las grandes metrópolis con los «condenados de la tierra» no alcanzan a paliar los genocidios cotidianos que se siguen cometiendo sobre todo en el continente africano, donde el sabotaje a la consolidación estatal ha sido sistemático.

Organismos internacionales, transnacionales y ONG están, otra vez, horadando, desde dentro, los cimientos de Estados nacionales in constituidos. Ha resultado un excelente negocios para las grandes ONG, financiadas por potencias mundiales, paraísos financieros, transnacionales y organismos internacionales, hacer suyas llamativa consignas como las de «reciprocidad», «redistribución de la riqueza», «vivir bien en lugar de vivir mejor», «equilibrio entre el ser humano y la naturaleza», «control horizontal y vertical de pisos ecológicos», «producción para el bien común», «defensa y rescate de visiones cosmológicas ancestrales, idiomas, idiosincrasias y culturas aniquiladas por el capitalismo» y otras dignas del mayor encomio. Sin embargo, esa prédica, que no se aplica ni por asomo en los países más desarrollados, está desmantelando a Estados in constituidos en la periferia. Corresponde a los países pobres rescatar, defender e incorporar esos postulados, sin abandonar su lucha por la cohesión de sus formaciones nacionales, a fin de no ser astillados por los poderosos de siempre.

La prédica ultra indigenista silencia las amenazas geopolíticas de los centros de poder mundial y las compras masivas de tierras en países periféricos. Carlos Marx ya advertía del riesgo de fomentar la creación de naciones inviables para cerrar el paso a las naciones viables. Para nosotros, la nación viable es la Patria Grande indo mestiza e indo americana, que debe emerger de la lucha de liberación nacional contra el imperialismo y de la erradicación del colonialismo interno, lo que implica el respeto y rescate de nuestras culturas.

Notas:
1.- Theotonio dos santos: “La teoría de la dependencia”.  Editorial Plaza & Janes. Buenos Aires-Argentina, 2003. Página 88.