A. G. (6/5/2008)
La otrora ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona Ruiz, ha sido agraciada con la «bolita de la suerte» con el cargo «superbien» remunerado de Embajadora-Jefa de la Delegación Permanente de España ante la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos. Tras su cabreo, malestar, enfado, por haber sido apartada en la última remodelación del Gobierno, Zapatero ha considerado oportuno asignarle una gabela o chollo de nada, para que pueda soportar el ritmo de vida al que estaba acostumbrada.
Con verbo, que no verborrea, daba la impresión en sus continuas alusiones al Medio Ambiente, que estaba cuidando por nuestra salud ecológica, pero ¡caray!, resulta que durante su mandato ministerial España ha seguido -quizás aumentado- ensuciando la atmósfera, contaminar ríos, mares y lo que se tercie.
Quizás, en su defensa hay que decir que eran otros los ministerios que permitían eso; pero, hija, si no estás de acuerdo, pues dilo en alto para que se te entienda y dimite. Pero, no; que va, a aguantar punto.
Consiguió, no se sabe con qué artes, que los grupos ecologistas no fueran demasiado críticos con ella, que no es poco.
Su historial político al servicio del partido y del Gobierno de España, es el siguiente: Ministra de Medio Ambiente, Viceconsejera de Economía en la Junta de Andalucía, Directora General de Producción del Banco Hipotecario, Directora General para la Vivienda y Arquitectura y Secretaria de Estado de Medio Ambiente y Vivienda. Diputada por Almería en el Congreso de los Diputados y Portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Medio Ambiente, Concejala del Ayuntamiento de Madrid, además de Portavoz Adjunta del grupo municipal del PSOE y responsable socialista en el área de Medio Ambiente. Fue miembro de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE y Secretaria de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, y Diputada al Congreso por Madrid en las Elecciones Generales del 14 de marzo de 2004 y del 9 de marzo de 2008.