España
José Manuel G.Torga (22/12/2009)
La conversación con Pedro Altares avanza, buscando con nuevas preguntas, el impulso de la actualidad, como fuerza gravitatoria que mantiene vigente una parte de lo que ocurre.
P.- Vamos a un tema más general: ¿Qué juicio tienes formado sobre el fenómeno actual de la contestación?
R.- Hay muchas cosas que merecen ser contestadas. Pero hay que tener cuidado, ya que cierta protesta ha sido asimilada, en gran parte, por el sistema. En España, tal vez las cosas resultan distintas porque si algo diferencia al sistema español es su incapacidad de asimilación, lo cual no
obsta para que, incluso en España, ciertos modos de
protesta han quedado superados, en el sentido de que han sido folclorizados y han perdido su eficacia. Por ejemplo, las firmas, que en un determinado momento servían para hacer ver que se estaba pendiente de una situación concreta, pero que hoy son insuficientes porque la eficacia de ese tipo de escritos ha sido muy relativa.
Absuelto por el Tribunal de Orden Público
P.- Personalmente y a consecuencia de tu actuación pública ¿has tenido muchos tropiezos con el Poder?
R.- He tenido un proceso en Orden Público a consecuencia de un artículo. Salí absuelto. A La Actualidad Española le abrieron un expediente por unas declaraciones mías y Cuadernos también ha tenido algún que otro expediente por editoriales escritos por mí. Pero, realmente, no me quejo. En nuestro país, a pesar de que la profesión de escritor tenga muchos riesgos, hay otras profesiones, digamos, más sufridas: peón de albañil o labrador, por ejemplo.
P.- El tema de los presos políticos hace tiempo que viene aireándose, de una u otra forma. Me parece interesante conocer tu postura al respecto
R.-Yo opino que una sociedad que consiente que la opinión, que la praxis ideológica, puede constituir un delito, no es una sociedad que esté estructurada de una manera para mí aceptable.
P.- Una piedra de toque básica: el mundo sindical
R.- Sinceramente creo, que la clase obrera ha sido el sector social más controlado en España. Considero que el proletariado, como clase, fue el gran perdedor de la Guerra Civil y que, lo que después del 39 se denominan sindicatos, no supone otra cosa que una estructura de control, teñida de una mentalidad paternalista. Los capitalistas en España han hecho prácticamente lo que han querido. Como contrapartida, la clase obrera no ha podido disponer de ninguno de sus medios históricos de defensa. Medios que, hasta que sean descubiertos otros, continúan siendo insustituibles. Quizá, con el tiempo, la mentalidad de algunos hombres de los sindicatos haya ido evolucionando. Sin embargo la estructura se ha mantenido rígida y no creo que vaya a cambiar de manera substancial con la próxima ley sindical.
P.- En cuanto a la ley de Prensa ¿ha significado apertura real?
R.- Para mí es el único elemento liberalizador en los últimos treinta años. Tal vez, a pesar de sí misma. Lo cual no quiere decir que sea una ley de Prensa que, en circunstancias normales, yo consideraría aceptable. De todas formas, en España el problema quizá no sea tanto de libertad de Prensa como de libertad sin más. Quiero decir que puede haber teóricamente libertad de Prensa, pero puede que no haya Prensa libre. Porque ¿quién ha podido tener periódicos aquí en estos últimos años? Hay sectores que no han podido ejercitar el derecho a expresarse. Me estoy refiriendo concretamente a la clase obrera, que no ha tenido órganos informativos, ni posibilidades de expresar sus reivindicaciones. Es significativo que, ni siquiera hoy, las organizaciones católicas obreras puedan disponer ya de sus órganos informativos. Recuérdese la desaparición de Juventud Obrera, La Voz del Trabajo, Aún, etc. Aunque quizá haya sido mejor así. ¿En razón de que iban a ser una excepción los católicos?
P.- Otro asunto muy debatido: se dice que la juventud actual es diferente
R.- Yo no sé si es diferente. Lo que sí sé es que, globalmente, tiene razón. Impugnar una sociedad como la nuestra me parece un gesto éticamente irreprochable. Los jóvenes son quienes se dan más cuenta de la enorme contradicción que supone una estructuración capitalista en lo económico y que políticamente no ha sabido progresar. Me refiero a la postura de la juventud a escala internacional, desde los estudiantes de Berkeley a los de la Universidad de Madrid, aunque para estos últimos los motivos de la protesta sean, además, otros. El problema, por otra parte, es que estamos en un momento en que esta contestación también puede verse asimilada, a causa de la capacidad de trivialización con que pueden presentarse los motivos de la protesta, sobre todo cuando todos los medios de expresión están al alcance para dar la visión que el Poder quiera.
Catálogo de problemas importantes
P.- Si tuvieras que elaborar un catálogo de los problemas más importantes que afectan a la sociedad española ¿cuáles incluirías?
R.- Injusticia social manifiesta; elites políticas y económicas, coincidentes, que además controlan toda la actividad pública y que, por lo tanto, han marginado a las masas, que se desean cada vez más desorientadas, cada vez más apolitizadas. Por otro lado, absoluta necesidad de una reforma agraria; control o nacionalización de ciertos medios de poder económico; el problema de la pluralidad de países y de culturas, un problema educacional muy grave que no ha sido abordado nunca; el problema de la Universidad; la colonización económica que está sufriendo España; la absoluta necesidad de separación de la Iglesia y del Estado; y, en general, los problemas derivados de la necesidad de que los españoles seamos ciudadanos y no coro que asiste a las decisiones impuestas por una minoría.
P.- ¿Ves posibilidades reales de abordar estos problemas?
R.- Creo que para abordar estos problemas hacen falta plataformas políticas nuevas. Ninguno de ellos tiene una solución parcial. Quiero decir que es inútil aislarlos en sí mismos, uno a uno, porque unos y otros poseen profundas interconexiones.
P.- A tu juicio ¿la oposición tiene peso?
R.- Tiene peso moral. Ahora, en los tiempos que corren, probablemente eso sea muy poco, por no decir nada.
P.- O sea, que te sientes pesimista
R.- Soy pesimista respecto a un futuro inmediato. En cambio, soy optimista para un futuro menos próximo. Estimo que, en este momento, la labor de los demócratas en España es de infraestructuras, de mentalización, de posturas rabiosamente éticas. Probablemente esto sea poco político, pero es la única salida que nos queda.
P.- Después de algunos indicios liberalizadores y del posterior estado de excepción ¿cómo definirías la etapa subsiguiente?
R.- La situación española ha dado otro paso hacia el inmovilismo, y a mi entender, el inmovilismo constituye el punto de partida para toda clase de corrimientos de tierra y para la desintegración. Quiero decir, que si la sucesión no tiene en cuenta las profundas necesidades de cambio que presenta la sociedad española, será una sucesión circunstancial.
A partir de aquí, las dos preguntas y respuestas son el añadido a la sesión básica de la entrevista, por la novedad política producida.
P.- Una vez fijada la salida sucesoria, con la determinación del sucesor a título de rey ¿qué nuevas expectativas encuentras con respecto a la situación anterior?
R.- Contestaría con otra pregunta: ¿Los problemas que he enumerado anteriormente (desde un sindicato obrero a la amnistía para todos los presos políticos) van a ser resueltos? Las expectativas que yo encuentro no están en función de las personas, sino en que ciertos problemas políticos y económicos se resuelvan y se enfoquen con decidido talante democrático. En este sentido no tengo ningún indicio que se me permita ser más optimista.
P.- ¿Le adjudicas alguna significación especial al Gobierno nombrado en octubre de 1969?
R.- Especial, ninguna. Es un Gobierno que continúa la línea de los anteriores dentro de una mayor homogeneidad, como se dice ahora, que facilitará el que su desgaste sea mayor en menos tiempo. Lo estamos viendo ya.
Punto final, e n su momento.
Nota del autor:
Franco nombraba por entonces Príncipe de España y heredero en la Jefatura del Estado a título de Rey a Juan Carlos de Borbón; pero el futuro era tan inescrutable como siempre.
Este periodista, redactor-jefe en un periódico, se planteó hacer una serie de entrevistas, destinadas a un libro que cabría denominar de domingo, como se suele calificar a ciertos pintores que sólo disponen para el arte de los días no laborables.
Aplazada la publicación por circunstancias particulares del momento, se perdieron luego las carpetas con los originales. 40 años después, haciendo limpia en dos casas y un garaje, he dado con varias de aquellas entrevistas. Algunos personajes siguen en candelero, otros viven más retirados y no faltan los que pasaron a mejor vida. Pero, con unos trazos introductorios nuevos, los diálogos mantienen un interés, leídos con la perspectiva del tiempo transcurrido. Así fuimos y así dialogamos.