España
José Manuel G. Torga (10/9/2010)
Para la inmersión lingüística, los catalanistas miraron hacia Quebec y eligieron como maestro al padre del problemático invento, el sicólogo de aquel país, W.E. Lambert. Luego, en Barcelona, tomaría la batuta, en la Generalidad, Joaquín Arenas Sampera, ex-cura pujolista, con un tránsito intermedio por el Partido Socialista de Liberación Nacional de los Países Catalanes (partidario de la lucha armada para tal liberación nacional). A su aire, el susodicho Arenas interpretaba la lengua materna «en el sentido de lengua materna de la tierra, es decir de lengua territorial». Esto, ahora, por asociación de ideas, nos lleva a la «pacha mama», la madre tierra, expresión con la que Evo Morales embauca -aunque ya menos- a la población de indígenas ancestrales bolivianos. No está mal para la evolución del siglo XXI en Cataluña. Aparte de la suplantación que tal metáfora representa para madres reales y verdaderas.
Los brotes de oposición a la política lingüística, implantada a ritmo creciente en Cataluña, fueron haciéndose visibles pese a las dificultades de la presión ambiental. Un auténtico hito lo marca el conocido como Manifiesto de los 2.300 («Por la igualdad de derechos lingüísticos en Cataluña»), de 1981. La reacción terrorista de Terra Lliure, secuestrando e hiriendo de un tiro en una pierna a Federico Jiménez Losantos, llevará a éste y otros promotores del manifiesto, como Amando de Miguel y Santiago Trancón a alejarse de Cataluña.
En otra acción de Terra Lliure murió una anciana de Les Borges Blanques al resultar alcanzada, fuera de lo previsto, por la explosión de una bomba.
El 9 de setiembre de 1994 se produce una agresión a la vicepresidenta de CADECA (Coordinadora de Afectados en Defensa de la Lengua Castellana). Asunción García, médico, es engañada por dos individuos que acuden a su consulta y solicitan que les acompañe para prestar asistencia al padre de uno de ellos que, según le dicen, ha sufrido un ataque cardiaco. Ella va a su coche, al que también entran los simuladores, que la obligan a dirigirse a un descampado, donde le propinan una paliza e incendian el vehículo. Asunción García encabezaba «las madres de Salou», movilizadas para impedir que a sus pequeños hijos castellanos los sumergieran forzosamente en el monolingüismo catalán escolar.
La resistencia ante ese monopolio idiomático va implicando a sectores afectados contra su voluntad, que dejan muestras de ello con iniciativas de rebeldía: Asociación por la Tolerancia y contra la Discriminación, Asociación Miguel de Cervantes y Foro Babel (en la gestación de éste hubo nombres ligados a revistas como El Viejo Topo y Ajoblanco).
«Extranjeros en su país»
Con la curiosa firma de Azahara Larra Servet, ve la luz un libro que denuncia la situación a que se somete a las mentes infantiles, insuflándoles catalán y catalanismo. La obra lleva por título «Extranjeros en su país» y, como cuño, Ediciones Libertarias. Acabaría sabiéndose que el nombre del autor era Antonio Robles, profesor de Instituto de Enseñanza Media, que había optado por el seudónimo a causa de su temor realista a las represalias. <<Hoy, en Cataluña -escribía- el conflicto lingüístico es un tabú. La criminalización llevada a cabo por el nacionalismo contra la legitimidad del castellano ha dejado sin palabra a los catellanohablantes. Nadie se atreve a hablar de la «limpieza lingüística» que se está llevando a cabo, de la voluntad monolingüísta del catalanismo o, si prefieren, del deseo de erradicación del catellano en Cataluña. Y cuando alguien se ha atrevido, se le ha estigmatizado>>.
La situación más chusca tiene como protagonista al catedrático de Lengua catalana, Jesús Royo, a quien la tónica oficialista le premia su libro «Una llengua és un mercat», dando por supuesto que estaría en la línea propugnada desde el poder; pero el tiro les sale por la culata. Royo, nacido en Barcelona, de padres riojanos, se revela a favor del bilingüismo, en contra de la inmersión, y partícipe de la Asociación por la Tolerancia.
Otros dos casos
Para más botones de muestra, recurriré a otros dos.
Primero, el caso Gómez Rovira. En uno de los campamentos de la Milicia Universitaria, en Robledo (La Granja de San Ildefonso), compartimos, con otros compañeros, la misma tienda, de círculo abierto de pared y lona. Esteban Gómez Rovira estudiaba Derecho, aspiraba por entonces a entrar a trabajar en un banco -creo recordar que Banesto– donde le reclamaría alguien, y demostraba tener buen carácter. Alguna vez me contó que era descendiente del periodista, célebre en su tiempo (falleció en1929), Eduardo Gómez Baquero, que firmó mucho con su seudónimo de Andrenio, por el personaje de Gracíán; escribió en muchos periódicos, como El Sol o La Vanguardia, éste último de Barcelona. Con Esteban no volví a encontrarme desde entonces; pero durante cierto tiempo leí en la Prensa sus luchas, en la Ciudad Condal, por los conflictos lingüísticos. Sus pleitos con la Generalidad, su radicalización política y el enconamiento, que había que suponer fruto de un ambiente opresivo.
En segundo lugar pongo un libro del filólogo, periodista, profesor y algunas dedicaciones más, Iván Tubau. El libro destaca como título «Nada por la patria»; pero aporta mucha significación el subtítulo: «La construcción periodística de naciones virtuales».
Tubau tuvo como lengua materna el catalán -no coincidente con el de Pompeu Fabra– como lengua escolar el francés, y el español lo aprendió más tarde, a la vuelta de Francia, donde vivieron exiliados sus padres, republicanos españoles. Él, dibujante además, ofrece algún trazo de autorretrato: «Yo, como ex-progre que soy…»
Este libro acarrea aportaciones de artículos anteriores y contiene recuerdos erótico-festivos a los que quien lo suscribió no parece capaz de sustraerse. Sí declara, sin ambages, que no es ni nacionalista catalán ni nacionalista español.
Periodistas y nación virtual
Echa mucha culpa de la situación al apoyo servicial mediático: «… los periodistas catalanes iban construyendo una nación virtual, una Catalunya destinada a sustituir a España sin que España se diese cuenta». Naturalmente, los periodistas necesitan contar con la anuencia de los medios para los que trabajan.
Con los comunicadores, cita asimismo a los docentes: «Los enseñantes y los periodistas saben que algunos entre los más osados han sido tiroteados o morirán pronto arrinconados en un asilo para viejos locos enfermos. Saben que muchos están abjurando y que casi todos se resignan a un futuro de jaulas pequeñitas, pintorescas, dentro de la gran jaula asimilacionista poblada por el pensamiento único y monolingüe a efectos emblemáticos».
Recoge, además, algunas curiosidades de la hibridación: contra «catanyol» en la calle y el patio, «espatalán» -aportación definitoria de Umbral– en el aula. Igualmente alude a una perspectiva de catalanizar apellidos: Peris, por Pérez; Gomis, por Gómez; Sanchis, por Sánchez: Roís, por Ruiz; Llop, por Lobo…
Hay realidades catalanas que basculan entre el sainete y el drama. Una parte importante de los catalanes perseveran, como es obvio, en sus valores humanos, sociales y políticos; pero su partitocracia gobernante representa una plaga que les ha caído y no precisamente en suerte.
He viajado muchas veces a Barcelona y a otras localidades catalanas. Por motivos profesionales, de turismo, e, incluso, periódicamente, con mi hijo Oscar, para acudir a un médico especialista que dio en el clavo, mientras que en la capital de España, las consultas fueron en vano. Quiero recordar aquí su nombre: era del doctor Luis Oller Daurella. Rindo tributo así y creo que queda bien claro, a la Barcelona en la que todavía no se padecía excesivamente el pujolismo. Antes, incluso tuve ocasión de saludar a Tarradellas en su residencia oficial, con motivo de unas jornadas mediterráneas sobre TV. El año pasado volví, por pocas horas, de paso para Oriente, a la Ciudad Condal. Hoy por hoy, no me apetece nada un nuevo viaje. La inmersión no deja respirar.
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