España/EconomÃa
Alberto Montero (21/2012)
A estas alturas de la crisis de la Eurozona, lo primero que a uno le llama la atención es que ésta pueda haber sorprendido a nadie.
Me explico. Desde el mismo momento en que se supo que iba a crearse una moneda única que sustituirÃa a las monedas nacionales, se detallaron cuáles iban a ser los parámetros a través de los cuales se decidirÃa qué Estado podrÃa pertenecer a ese selecto club y se conoció cuál iba a ser la institucionalidad que regirÃa Sarkozy. >Merkel, BCEel dÃa a dÃa de esa zona monetaria se alzaron voces crÃticas por doquier. Basta revisar la literatura económica heterodoxa de la segunda mitad de los noventa para encontrar decenas de trabajos en los que se advertÃa del grave error en el que se estaba incurriendo al construir una zona monetaria con esas caracterÃsticas. En esos trabajos se denunciaban los defectos en la construcción de la Eurozona y se advertÃa de que, en aras a la generación de un espacio para la rentabilización del capital, se perdÃa una oportunidad histórica para avanzar realmente hacia una Europa en la que primara la equidad, la igualdad y la justicia social.
Esos análisis se encuentran aún en las estanterÃas de hemerotecas y bibliotecas sin que muchos de ellos hayan perdido ni un ápice de actualidad. Y no la han perdido porque en ellos siguen contenidos los argumentos básicos para entender lo que está ocurriendo y cuáles son las propuestas de solución para enfrentar esta crisis. Unas propuestas de solución que se alejan enormemente de aquellas por las que han optado los gobernantes europeos y que están aplicando a carta cabal con independencia de sus efectos sobre las condiciones de vida de la mayor parte de la población.
En efecto, en el marco de un proceso de unión monetaria diseñado según patrones ideológicos neoliberales y sustrato teórico neoclásico, la ausencia de una verdadera Hacienda Pública Europa impide que la polÃtica fiscal pueda actuar como mecanismo corrector de desequilibrios estructurales y/o coyunturales y todo el proceso de ajuste queda en manos, entonces, de la flexibilidad de precios y salarios, dado el contexto de baja movilidad de la mano de obra. Es decir, el principal mecanismo de ajuste al interior de la Eurozona es el mercado de trabajo.
En ese sentido, es indudable que durante toda la vida del euro hemos asistido a esfuerzos continuados por incrementar la flexibilidad del mercado de trabajo a escala general (la Estrategia Europea para el Empleo puede ser un buen ejemplo de ello), unidos a los esfuerzos particulares que cada Estado ha realizado sobre su mercado de trabajo para tratar de ganar competitividad frente al resto por esa vÃa. La resultante es inequÃvoca: el deterioro de las condiciones de trabajo -tanto salariales como contractuales-, con consecuencias y repercusiones desiguales sobre los distintos mercados de trabajo en función de las caracterÃsticas institucionales de los mismos y del peso y capacidad de negociación de los agentes implicados.
Esta es inequÃvocamente la vÃa de actuación frente a la crisis por la que han optado el tándem Merkel–Sarkozy, esto es, completar el diseño neoliberal de la Eurozona una vez constatados los desequilibrios a los que ha dado lugar el imperfecto diseño original.
Si convenimos en el diagnóstico de que la crisis de la Eurozona obedece a su mal diseño (insuficientemente neoliberal para unos; excesivamente neoliberal para otros, pero mal diseño en última instancia) y atendemos a cuáles son las vÃas de intervención a nivel europeo para tratar de enfrentarla que se están desarrollando, y ahà creo que no hay duda del carácter neoliberal de las mismas, la resultante no deja de ser desesperanzadora. En efecto, la conclusión no puede ser otra distinta a que no existe margen para la acción a nivel nacional en los paÃses periféricos, sojuzgados por la tiranÃa de la dependencia de la financiación que deben mendigar en los mercados financieros (siendo, evidentemente, mayor el grado de sometimiento y, por tanto, los recortes en materia de polÃticas sociales exigidos cuanto mayor es el monto de la deuda pública y privada) y sometidos por una suerte de «disciplina de la culpa», como la llama Marazzi, a las recetas frente a la crisis de los gobernantes de las economÃas del centro, no sólo beneficiadas económicamente durante el periodo de vida del euro sino reforzadas polÃticamente como consecuencia de esta crisis.
Y es, entonces, cuando surge la pregunta decisiva, la que ha estado escondida hasta los últimos meses en los que ya sà que se ha comenzado a plantear tÃmidamente aunque las respuestas a la misma no se han elaborado con la suficiente solidez como para que pregunta y respuesta se conviertan abiertamente en una opción polÃtica de actuación frente a la crisis.
La pregunta no puede ser otra más que la siguiente: si el futuro que nos espera es francamente neoliberal, si la salida de la crisis que se está fraguando actúa en menoscabo de las condiciones económicas y sociales de la mayor parte de los ciudadanos, ¿por qué continuar entonces en el euro? O, lo que es lo mismo, ¿queremos vivir en una Eurozona en la que estamos condenados a un proceso de ajuste largo y doloroso que, en el mejor de los casos, nos devolverá a una situación peor que la de partida y con un deterioro de las condiciones de trabajo y bienestar de los ciudadanos que, dado el horizonte neoliberal hacia el que todo apunta, nunca volverán a ser como las de ahora sino peores?

Esto mismo podrÃamos plantearlo en términos de una disyuntiva sobre la que los ciudadanos deberÃamos disponer de información y análisis suficientes para, a continuación, tomar una decisión asumiendo las consecuencias. Esa disyuntiva es la que existe entre un ajuste largo y doloroso en el marco del euro, sin perspectivas de retorno a un pasado de bienestar que siempre miraremos con melancolÃa, o un ajuste corto y doloroso como consecuencia de la decisión soberana de abandonar la Eurozona.
Hasta ahora, como señalaba, a la ciudadanÃa se le ha impuesto la posibilidad del ajuste en el marco del euro. Bajo esa ética de la culpa, alimentada con expresiones como la de que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades», tratan de legitimar la idea de que el ajuste es necesario y pasa obligatoriamente por el recorte de los derechos sociales en el marco incuestionable del euro. Y, al mismo tiempo, se le ha hurtado la posibilidad de discutir y debatir sobre el otro término de la disyuntiva: ¿queremos seguir en el euro? ¿No serÃa conveniente recuperar soberanÃa económica y la posibilidad de articular economÃas más autocentradas, generadoras de empleo y riqueza interna abandonando ese mecanismo de imposición de polÃticas neoliberales que es la Eurozona?
No sé si ese pudiera ser efectivamente el camino frente a la crisis; lo que sà sé es que al menos me gustarÃa poder discutirlo fundamentadamente.
N. de la R.
Este artÃculo se publica con la autorización de su autor, Alberto Montero, profesor de EconomÃa Aplicada de la Universidad de Málaga, que también pueden ver en  La Otra EconomÃa.