Rajoy y la prensaEspaña
José Manuel González Torga (16/7/2013)
Un político español tan gallego de nacimiento como Rajoy, pero innovador en la comunicación política, puso en órbita global un método de diálogo con la Prensa, luego copiado en todas partes. Como ministro de la Gobernación, José Canalejas, en la sede departamental de la Puerta del Sol, estableció la “información en corro”. Recibía diariamente a un grupo de periodistas, que le rodeaban y él aceptaba sus preguntas y las contestaba.

Eran los primeros años del siglo XX y, a partir de entonces, sobre esa fórmula sencilla y plástica, han escrito distintos profesionales del Periodismo, como Pedro Gómez Aparicio, Ismael Herráiz, Rafael de Luis y Manuel Leguineche, entre otros.

Continuó con el mismo sistema del ministro y después presidente Canalejas, el también jefe de Gobierno, Eduardo Dato. Tanto uno como otro, es bien sabido que perecieron víctimas de atentados. El creador de la “información en corro” fue asesinado en la propia Puerta del Sol cuando contemplaba los tomos expuestos en el escaparate de la Librería San Martín. El boca a boca, pasado el primer momento del magnicidio, construyó el siguiente acertijo:

– ¿Sabes cuál es la bala que ha llegado más lejos en toda la Historia?
– A ver ¿Cuál?

– La que mató a Canalejas: salió de Sol, atravesó la luna y por poco mata también a San Martín.

El crimen dio pie para filmar un reportaje-ficción por iniciativa del periodista Adelardo Fernández Arias (“El Duende de la Colegiata”). Rafael Arcos y un joven José Isbert incorporaron las personalidades de Canalejas y del anarquista Pardiñas, autor del atentado.

El maniobrero Conde de Romanones suspendió “la información en corro”, que había respetado durante su primer mandato al frente del Consejo de Ministros. Actuó con furia jupiterina porque le llevaron los demonios al ser preguntado si había leído un artículo incisivo en el que se sostenía que ya no había peligro de otro atentado presidencial ante un escaparate de librería. Negó ser lector habitual –en esto como Rajoy– y, ofendido, liquidó, a renglón seguido, el sistema del corro inquisitivo.

Pues bien, entre tanto, el método había hecho fortuna allende los mares. En 1913, el presidente estadounidense Woodrow Wilson inició unas conferencias de Prensa semanales, posteriormente institucionalizadas por Franklin Delano Roosevelt, que prosiguen hoy día en la Casa Blanca. Están regidas por su liturgia y sus limitaciones; pero, obviamente, los presidentes USA no se atrincheran en el escapismo rajoyano, que considera no debe estar a disposición de los medios para dar respuestas a los representantes de la opinión pública. Elude conferencias de Prensa (información en corro) y, cuando no le queda más remedio, hace declaraciones sin preguntas (anti-conferencias de Prensa) o con alguna pregunta, dicen que previamente convenida para contestar por el método Ollendorf. En definitiva, que Rajoy rehúye la “información en corro” (expresión castizamente española) y las conferencias de prensa, que son la misma cosa con otro nombre, como si se tratara del acoso del Maligno.

Otros rasgos
Unos trazos más para bosquejar el retrato al minuto, o poco más, de Mariano Rajoy Brey.

torgaCuando ya había sacado la oposición a Registros de la Propiedad, con 23 años, tuvo que hacer el por entonces servicio militar obligatorio, en Valencia. Según una fuente que vivió circunstancias del momento, el capitán de la Compañía, solía abroncar a Rajoy, que había ascendido y era cabo furriel, en términos de este tenor: “¡Rajoy, usted no vale ni para cabo furriel, ni para nada!”. Cuando supe esto, como hace un par de años, pensé que el capitán Castro actuaba como un energúmeno. Con el transcurso del tiempo que el presidente Rajoy lleva en La Moncloa, voy entendiendo progresivamente a aquel oficial, desesperado ante la inoperancia.

Existe otro capítulo en la vida de Rajoy que él calla como el nombre de Bárcenas. Se trata de un viaje a México cuando todavía estaba en la oposición. ¿Qué ocurrió allá en el Rancho Grande? Ha venido difundiéndose, cada vez más, que, tras ese periplo, el político de vuelta era muy distinto del político de ida. Había cambiado tanto, que su nuevo credo incorporaba el seguidismo de políticas aplicadas por Rodríguez Zapatero, el mismo al que tiempo atrás tildara de “Bobo Solemne”.

También Rajoy, como Zapatero, tuvo un abuelo más notorio que el otro, salvando todo tipo de distancias. El de Mariano Rajoy era galleguista de pro. Enrique Rajoy Leloup redactó, en compañía de otros, el Estatuto de Autonomía de Galicia de 1932. ¿Explicará ese antecedente familiar el pasteleo del nieto con los independentistas catalanes? A lo peor no hace falta recurrir al influjo de tal parentesco. Puede que la propia incapacidad política del ocupante de La Moncloa proporcione una explicación suficiente. Sin más.


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