Economía
Manuel Funes Robert  (20/9/2013)la-avaricia-de-los-ricos
Si dentro de las mieles que ofrece el poder, el político tiene que soportar alguna cruz es la de tener que hablar mucho sin tener nada que decir. Esta calamidad íntima trae causa en el ultimo aserto de la CEOE: «CUANDO HAYA CRECIMIENTO, BAJARÁ EL DESEMPLEO», que es lo mismo que decir que la crisis acabará cuando termine la crisis.

Pero hay algo sospechoso y acertado en esta muchedumbre de economistas mal formados: dicen muchos de ellos “que lo peor está por llegar”. ¿Qué puede haber detrás de tan negativo augurio? Posiblemente que saben, palpan y silencian la vigencia y operatividad del mecanismo crediticio agresor que está en la base de la crisis. Mecanismo vivo, pues el crédito sigue sin llegar a las empresas y a pesar de sus promesas Draghi, sigue sin monetizar las deudas de los países como España. Todas estas medidas, unas por acción y otras por omisión, se traducen en meras órdenes de transferencias bancarias masivas a favor del sistema prestamista y en contra de la población endeudada.

Colaborando con dicha política mediante el silencio obstinado a sus efectos tiene lógica la creencia de que lo peor está por llegar, porque el mañana está ciertamente al llegar. Y es mañana cuando dirán que el Euribor sigue sin bajar. La buena doctrina da dos misiones al banco central: ser banco de banqueros y prestamista en última instancia. Es el que presta a los que prestan y el que lo hace cuando los demás no pueden.

Nuestros gerentes, al hablar de las causas de los males ponen al mismo nivel la subida del petróleo ahora en plena subida por la crisis de Siria y la subida de los intereses como si estas últimas fueran algo fatal e inevitable, cuando es la obra de un solo hombre que ignora relaciones esenciales en la economía. Y al que se le suma la muchedumbre de economistas víctimas del mal histórico de nuestras facultades de economía, cuyas primeras cátedras se dieron lógicamente a dedo y a personas que desde las tres grandes escuelas –liberal, marxista y keynesiana- solo habían estudiado las dos primeras. Y así las siguientes cátedras cayeron en manos de quienes por culpa de los primeros profesores no habían estudiado la más moderna y más ligada a la realidad de las doctrinas.

ABC en un editorial del uno de agosto, habla de estanflación, palabra clave y aplicable a la situación hispana y que nunca se cura con reducir la actividad cuando lo típico concepto es la caída de la actividad. Pero el texto del editorial se olvida del fondo y cae en la fatal equiparación de encarecimiento con inflación.

Lo lamentable es que el error de fondo y origen nos está ofreciendo la solución. Puede prestar al sistema financiero a ese tipo y a plazo largo, pues lo que crea de la nada no se lo tiene que devolver a nadie y precisamente por crearlo de la nada no es suyo. Y tiene que administrar ese poder con criterio de interés público y no privado. Bajar medio punto más los tipos está al alcance de una decisión y esto supondría la reactivación inmediata, fulminante y gratuita de la demanda en dramático descenso. Y se salvarían todos, incluyendo el sistema bancario, que camina hacia la ruina con los impagos masivos. La ejecución de garantías no le serviría de nada: Recordando a Churchill diremos “nunca tantos debieron tanto daño a uno solo”.