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Andrés Soliz Rada (4/5/2014)
Imaginemos que una banda de avezados tahúres se apropia de manera sistemática de las riquezas y del producto del trabajo de una población. Imaginemos que los afectados logran retener parte de su riqueza, con la que podrían satisfacer premiosas necesidades. Imaginemos, finalmente, que los gobernantes de la población, en lugar de paliar el hambre, la desocupación, el atraso tecnológico, la falta de salud y educación, entregan a los tahúres lo recuperado, a cambio de un interés ofensivo al sentido común.

Infelizmente, nada de lo imaginado está fuera de la realidad. Los tahúres son los gerentes de la Banca Mundial que utilizan los paraísos fiscales para manejar, en gran escala, el narcotráfico, el armamentismo y la prostitución. Y la población ingenua está en Bolivia que, desorientada por “expertos financieros”, acepta que sus ahorros se depositen en las cajas fuertes de los banqueros.

Nuestra historia es la historia de la succión de nuestros recursos y de las heroicas gestas por recuperarlos. Así lo demostraron escritores y políticos como Montenegro, Céspedes, Almaráz, Zavaleta, Ortiz Mercado y Quiroga Santa Cruz. En cambio, los voceros del capital financiero no pueden mostrar a un solo país que se hubiera desarrollado enajenando su ahorro interno.

Fernanda Wanderley, en su libro: ‘Qué Pasó con el Proceso de Cambio’, recuerda que la asistencia gubernamental es muy conocida en el milagro asiático y que en América Latina las historias de éxito también están basadas en la participación estatal.

Advierte que en Brasil, por ejemplo, las industrias de acero, aeronaves y zapatos fueron creadas por las políticas de sustitución de importaciones con medidas proteccionistas. En Chile sucedió lo mismo en la constitución de las industrias de frutas, madera y salmón, al igual que en México (CIDES 2014, páginas 44 y 45).

Es verdad que en Bolivia no estamos partiendo de cero. La fundición de estaño de Vinto fue un logro del gobierno de Ovando. La planta separadora de líquidos de Río Grande ya está en funcionamiento. A partir del segundo semestre del próximo año entraría en operaciones la planta separadora de líquidos del Gran Chaco. Avanza la instalación del complejo de urea y amoniaco en Bulo Bulo, así como de la planta de gas natural licuado de Santa Cruz.

Pero, evidentemente, hay mucho por hacer. El Estado podría, por ejemplo, comprar toda la producción aurífera a fin de incrementar nuestras reservas. El 6 de marzo de 2006, Evo suscribió el decreto que declara de prioridad nacional la construcción del Gasoducto Boliviano de Occidente (GABO), que debe vincular los mega campos de gas con Potosí (salar de Uyuni), Oruro y La Paz, facilitando el desarrollo industrial en estos departamentos.

El decreto fue incumplido y Álvaro García Linera promete nuevas industrias por el gas, pero, al mismo tiempo, sostiene que debemos exportarlo a ultramar. Los líquidos de las plantas separadoras serán exportados si no se logra que capitales, nacionales y extranjeros, desarrollen proyectos petroquímicos. La vital siderurgia del Mutún ha sido borrada de la agenda oficial Si tenemos capitales y el germoplasma de la amazonía ¿por qué no dar los primeros pasos de nuestra propia industria farmacéutica?

La fatídica experiencia de Karachipampa no debe hacernos olvidar que necesitamos fundiciones de zinc, plomo y plata. Los autos eléctricos, casi sin contaminación ambiental, han iniciado una de las revoluciones tecnológicas más importantes de la historia humana. ¿Cuándo fabricaremos baterías de ion-Litio en el país? Las políticas de integración sudamericana permitirían trazar objetivos aún más audaces. ¿No deberían ser estos los temas centrales de las campañas electorales que se avecinan?

Los 15.000 millones de dólares (MMDLS) de las Reservas Internacionales, 4.400 MMDLS de los Fondos de Jubilación (prestamos con apoyo de la COB) y los 60 MMDLS de los saldos de caja y bancos de ministerios, gobernaciones y alcaldías en manos de Bancos de Europa y Estados Unidos merecen mejor destino.