Rajoy Gómez; Gómez y Rajoy
Rajoy Gómez; Gómez y Rajoy

Andalucía (España)
Diego Camacho (8/3/2015)
Con el inicio de la campaña electoral en la Comunidad Autónoma de Andalucía, se abre un periodo tan interesante e incierto como el que se vivió durante las primeras elecciones democráticas. En esos días el denominador común era la esperanza hacia el porvenir, hoy el desánimo que origina la desconfianza y el miedo pintan un futuro nada prometedor. La causa principal de este panorama desconocido ha sido la corrupción sistémica, organizada y protegida por PP y PSOE, y con los sindicatos de clase e IU en segunda línea.

Lo más destacable ha sido el pánico sentido por los partidos del sistema, al comprobar la tendencia de las encuestas y la irresistible ascensión de dos formaciones, Ciudadanos y Podemos, que en muy poco tiempo han logrado capitalizar el descontento social. La derrota efectiva del PP y del PSOE, es condición necesaria aunque no suficiente para enderezar el rumbo político de España. Ambos partidos han demostrado que no son capaces de erradicar la corrupción, como se ha visto en el periodo preelectoral, en su lugar han continuado poniendo en las listas a imputados, obstaculizando con este proceder la labor judicial.

El miedo solo les ha impulsado a terminar con los enemigos internos, Tomás Gómez o Ignacio González, aunque no estuvieran imputados por la justicia. El caso socialista es más sangrante, pues para nombrar a Ángel Gabilondo han tenido que suspender las primarias que había prometido el secretario general. Los populares no han tenido que incumplir ninguna promesa pues el dedo de Rajoy es un imperativo categórico que se ha arrogado el Presidente del Gobierno sin legitimidad alguna.

Las formaciones emergentes han sido las primeras sorprendidas al ver como sus expectativas superaban ampliamente su capacidad de organización y han tenido que trabajar a tope para poder presentar algo que se parezca a un programa de gobierno, con el problema añadido de poder encuadrar a los numerosos voluntarios que se han acercado a sus organizaciones. Esa carencia es un problema que tienen a corto plazo. También han necesitado modular su mensaje, pues como es lógico no es lo mismo aspirar a tres o cuatro escaños que convertirte en una alternativa real de Poder.

Existe un sentimiento generalizado sobre que el año 2015 será vital para determinar el futuro y que las elecciones andaluzas son solo el prólogo de un cambio político, por ello es previsible que la participación, tanto en estas elecciones como en las siguientes, sea muy amplia. Lo positivo del momento es que, desde todos los ángulos ideológicos, se ve el fin de la corrupción como el paso necesario que es preciso dar. En todo caso más vale bueno por conocer que malo conocido, y lo malo ha quedado muy patente en estos años de totalitarismo bipartidista. No es que el bipartidismo sea un mal modelo, sino que de él se han aprovechado unas mafias políticas y financieras que han sustituido el interés nacional por su interés privado.  Está no es la democracia que la mayor parte de españoles desean y por lo tanto hay que crear otra cosa que sea válida.

La desaparición de un partido solo es un drama para aquellos que lo han hundido con su actuación delictiva e impune. Por eso no hay que esforzarse en la conservación de las siglas, sino en que las organizaciones políticas y sindicales cumplan su función constitucional.

El penúltimo dique que empieza a establecerse por el binomio de la corrupción es la oferta a los emergentes de pactos post electorales y así participar de un pedazo de la  tarta que ellos acaparaban desde que nació el actual sistema político. Si Ciudadanos y Podemos caen en la trampa, el Poder se habrá salido finalmente con la suya.

No es factible acabar con nuestros problemas, si no se excluye de lo público a aquellos que han intentado nuestra ruina material y política en su propio beneficio. Sería ridículo pensar que el ciudadano va a dar su voto a gente nueva solo para que pacten con aquellos que la sociedad rechaza. La fuerza del cambio esta en atreverse a hacerlo, no en pactar.

N. de la R.
El autor es Coronel del Ejército y Licenciado en ciencias Políticas.