Europa
espacioseuropeos (25/5/2015)
El Alto Comisionado para el Refugiado de Naciones Unidas (ACNUR) cree que el naufragio en el que murieron unas 700 personas cerca de Lampedusa es la mayor tragedia de la historia del Mediterráneo, que alguna debe tener. Pero sobre todo es una vía de agua no resuelta por la Unión Europea, y los países africanos, que genera muerte. Es la enésima muestra del naufragio de la Unión Europea en su proyecto de política migratoria.
La UE ha resuelto su control migratorio con una suerte de militarización y ha empujado la muerte más allá de las costas, donde no se pueda apreciar, bien lo sabemos en Canarias. Se ha desconfiado de la palabra de los que arriban y dicen que faltan compañeros de viaje. La ausencia de cuerpos, en ocasiones, ha invisibilizado —y, por tanto, negado— la muerte de seres humanos que ya no están. Ni aquí, ni allá. En lo que llevamos de 2015, se ha multiplicado por veinte la cifra de personas fallecidas en el Mediterráneo en comparación con los cuatro primeros meses de 2014 y la reacción es apuntar a lo que denominan mafias.
Desde el inicio de la Operación Tritón, que sustituyó a Mare Nostrum —lanzada a la desesperada y en solitario por Italia a través de la marina italiana— fue criticada por tener forma de tumba. Amnistía Internacional, en un duro comunicado, dijo entonces: “se perderán muchas vidas en el mar Mediterráneo a menos que los Estados miembros de la Unión Europea se esfuercen por garantizar una operación conjunta de búsqueda y salvamento en toda regla”. Y añadían: “La presenten como la presenten, Tritón no es una operación de búsqueda y salvamento”.
Mientras el mundo expande sus heridas con diversas crisis humanitarias que hacen que miles de personas se desplacen, la Unión Europea responde con militarización y seguridad, caracterizando a sus gobernantes y ofreciendo una escasa caridad, carente de empatía y de proyecto de futuro sostenible, gobernada por una generación incapacitada para imaginar una solución mejor. Es imperativo que los países de la UE, por lo pronto, al menos, corrijan de forma inmediata el ostensible déficit en operaciones de salvamento.
Mientras Europa siga más preocupada de proteger sus fronteras que de proteger a las personas, el naufragio de cada barco, de cada patera, de cada proyecto personal, significará muerte y constará también como parte del naufragio de la Unión Europea, un conglomerado de Estados que se cree humanitario y democrático y es, sin embargo, permisivo con la muerte de los que huyen.
La Unión Europea no debería esperar a que nadie le pida que aumente rutas seguras y legales hacia sus países, sino que debería apostar por garantizar que la población que intenta emigrar por vías desesperadas no emprendan rutas peligrosas que causan más muertes, tal y como le han sugerido diversas organizaciones no gubernamentales de carácter global. La medida tomada mata y, en Bruselas, lo saben. Y lo legislan. Tal y como han dejado a Grecia sola, en lo político y lo económico, a Italia la abandonaron a su suerte en la lucha por salvar las vidas. Y, para rematar, provocan más muertes.
Algún día, se darán cuenta, esperamos, de que militarizar las fronteras, aumentar las vallas, disparar a los migrantes, dejar que se mueran ahogados o apalizarlos a porrazos, no es la mejor opción. Y de que la Política debe resolver este drama humanitario, trascendente en la era que vivimos y al que se han enfrentado de la manera más cobarde y zafia.
Fuente : Guin Guin Bali.
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