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Santiago Pérez (29/12/2015))
Contra más grande más fuerte cae, dice el proverbio. Y pareciera aplicarse al caso. Brasil, el gigante sudamericano, la séptima potencia mundial, cae en picada. Su depresión económica perece no encontrar piso y los números, a medida se difunden, generan terror colectivo.

2015 cierra con una caída del PBI de 3,7%, una catástrofe para una nación en desarrollo. 2016 será también un año perdido. Ni los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro lograrán corregir el incorregible rumbo. Las proyecciones auguran una nueva contracción de la economía para el próximo año (2,81% según datos del Banco Central). El rendimiento macroeconómico de 2015 es el más decepcionante en 25 años. Hay que remontarse a 1990 para encontrar una recesión semejante. Pero eso no es todo, si se confirman las tendencias para el bienio 2015-2016, estaremos frente al peor resultado desde 1948. El momento de menor prosperidad en prácticamente siete décadas. Cifras indudablemente impactantes para la potencia emergente que hasta hace solo unos años se lo devoraba todo.

La inflación se acelera e ingresa en el terreno de los dos dígitos (10,72%) por primera vez en 10 años. El Banco Central responde aumentado la tasa de interés y la economía se estanca más aun. El frente fiscal se deteriora, con un déficit primario de 13.500 millones de dólares, el más abultado en 19 años.

Mientras todo esto sucede, el gobierno de Rousseff se mueve en un laberinto político cuyo objetivo se limita a no perder el poder. El Juicio Político acecha a la Presidente y su capacidad de maniobra económica es cada vez menor. La necesidad de reformas estructurales es imperiosa, pero la capacidad del Partido de los Trabajadores de llevarlas a cabo es extremadamente limitada. No cuenta con la potencia política necesaria, está acorralado por aliados y opositores.

Lejos de los mundillos políticos de Brasilia, en el Brasil profundo, la generación BRIC sufre por primera vez en carne propia las consecuencias de una crisis. Los que hoy tienen entre 25 y 35 años vivieron prácticamente la totalidad de su vida económicamente activa en un país en pleno proceso de expansión. Los salarios crecían y el empleo abundaba. Cambiar de trabajo era común, siempre a uno mejor remunerado o de mayor jerarquía. Hoy la situación es exactamente inversa. Quien está empleado se aferra a su puesto, temiendo quedar de a pie en un mercado de trabajo absolutamente paralizado.

El contexto internacional es el último y posiblemente el mayor de los obstáculos. A las materias primas con valores internacionales por el suelo se suma el incipiente aumento de tasas de interés en los Estados Unidos. Combinación letal que asfixia el ingreso de divisas a la economía local. El real lidera la ya consolidada tendencia davaluatoria de las monedas emergentes. Brasil ha pasado de ser un país terriblemente caro medido en dólares a un sitio relativamente barato. Estos precios competitivos abren la puerta a una posible salida de la crisis, probablemente la única. En un punto X del gráfico las curvas de la oferta y la demanda deberán encontrarse, la ciencia económica así lo demuestra.

Un Brasil a precio de remate puede ser una gran oportunidad a ambos lados del mostrador.

N. de la R.
Santiago Pérez es Licenciado en Relaciones Internacionales.