Carles Puigdemont
Carles Puigdemont

España
José Luis Heras Celemín (11/1/2016)
Sin Mas, España hace ver que se preocupa, pero en el fondo sonríe

 Puigdemont. El nombre sonaba a alcalde de Gerona, pero tomó importancia al corresponder al parlamentario propuesto como President de la Generalitat de Cataluña. Poco conocido, convenía investigar currículo, ideas, y hasta el significado de “puigdemont”, por si el término admite traducción al castellano.

Y la tiene. Una consulta a un maestro de periodistas bastó para saber que el vocablo es la unión de otros tres: “puig”, “de” y “mont”. Siendo “de” una preposición común, “puig” significa “cerro”; y “mont”, “monte”. Por ello, con alguna licencia, puede decirse que un “puigdemont” es “un cerro del monte”.

Inmediatamente, aparecieron acoplados y listos para un título Cataluña y “cerro del monte”. Así, sin más y por lo llano. Tiempo habrá de ver si la ensambladura es útil o si, por el contrario, se
convierte en pejiguera o en cualquier otra cosa que sin traernos provecho nos ponga en problemas y dificultades.

El caso es que Puigdemont fue el hombre pactado para ocupar el puesto del arramblado Mas. Sí, pactado. Por tantos motivos y para tantos fines y objetivos que, sin ánimo de precisarlos ni presunción de asegurarlos, parece oportuno dejarlos en simple reseña:

Salir del Estado de impasse tras las Elecciones y evitar la repetición de comicios con resultados inciertos. Conservar el afán independentista. Tratar de echar un pulso al Estado con fines varios (algunos conocidos y otros no). Permitir la continuidad y transformaciones de algunos grupos políticos. Propiciar la permanencia de los políticos de distinto pelaje que impusieron y aceptaron el nombramiento. Y un largo etcétera que en aras de la concordia conviene dejar sin enunciar.

Artur Mas, por su parte, tras apurar sus posibilidades en medio de descalificaciones y desprecios, se hizo a un lado. Algunos han intentado buscarle un acomodo honroso para que no pase a la historia como el títere apestado de un fracaso. Pero lo cierto es que, la realidad es dura aunque sea entre aplausos, el partido al que pertenece, Coalición Democrática de Cataluña (CDC), matrimoniado en conveniencia, y acaso en connivencia, con Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), Demócratas de Cataluña y Moviment d’Esquerres, en la Coalición Junts pel Sí, aceptó la imposición de los republicanos anticapitalistas de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) para apartarlo.

Ya sin Mas, con Cataluña y “Un cerro del monte” a la vista, han aparecido opiniones y consideraciones de la prensa. Veamos algunas:

– “El Proceso soberanista catalán vuelve a bordear el precipicio con un acuerdo forzado por las circunstancias en el último minuto…, los costes del desenlace y las implicaciones que tendrá para la política catalana y española elevan la incertidumbre política de los próximos meses a un nivel máximo… con un presidente que no aspiraba a serlo y con una coalición de gobierno – en minoría– cuyo único programa de gobierno es la ruptura institucional… el acuerdo alcanzado es demasiado impreciso para garantizar su cumplimiento”, afirmaba Rodríguez Teruel en un estudio publicado en Agenda Pública y El Periódico.CUP

“Puigdemont no renuncia a seguir persistiendo en un error que se ha puesto de manifiesto estas últimas semanas”, afirmaba en su editorial La Vanguardia, en relación con la velocidad “con que se pretende implementar un proceso plagado de obstáculos de todo tipo, incluidos los legales… Puigdemont fía su propuesta a la legalidad que parte del Parlament, recordando que es una Cámara legislativa. Pero Obvia que esa legalidad choca con la española… Un político que se propone pragmático y realista no puede soslayar esa realidad que aboca a un conflicto de legalidades que puede tener grave consecuencias. Tiene razón Puigdemont cuando reclama “la máxima dignidad y determinación” de todos, pero también se le debe exigir la inteligencia política necesaria para no lanzar al país a una aventura imposible que alimente frustraciones”. “… marcarán el mandato del nuevo president los apoyos con que cuenta y, en especial, el de la CUP. La rigidez de la izquierda radical catalana se ha puesto dramáticamente de manifiesto durante las negociaciones de estos tres meses y medio. Es cierto que se ha llegado a un acuerdo de última hora para la investidura… (pero), ayer mismo, la portavoz de la CUP, Anna Gabriel, advirtió al nuevo president que su grupo vigilará que se cumplan todos los puntos del acuerdo en el tiempo establecido. No es este un buen augurio para la etapa que empieza, y la experiencia más cercana no hace más que añadir nuevas incertidumbres. Es lícito que el nuevo presidente use ciertos tonos épicos para decir que este no es tiempo para cobardes y que convoque a todos a tener coraje sin temeridades ni renuncias, pero es evidente que la debilidad mayor de este proceso es que no está respaldado por una mayoría de los catalanes, como demostró el recuento de los votos del 27-S”.

–  “El proyecto de «preindependencia» que ayer se puso en marcha es un desafío abierto al Estado, porque su plan de gobierno es una vulneración permanente y sistemática de la Constitución. Por eso, hizo bien Rajoy ayer al anunciar firmeza y unidad en la defensa del orden constitucional, ya que ante la magnitud de lo que se avecina, sólo cabe desear un gran pacto de Estado entre el PP, el PSOE y Ciudadanos para poner término al disparate impulsado por Mas y retomado por su doble”, editorializaba el diario El Mundo.

“Es un nuevo escenario para que las mismas tensiones de los últimos años se agudicen y hagan crisis, al que precederán y seguirán nuevas disensiones civiles entre catalanes. Y, evidentemente, fugas de capital y empresas. No habrá independencia porque el Estado no lo permitirá y porque Cataluña no puede financiarse” afirmaba el diario ABC, antes de enunciar las intenciones manifestadas por Puigdemont en su discurso de investidura: Mantener la ruptura pactada entre Junts pel Sí y la CUP con unilateralidad, desobediencia y el Parlament como única base de soberanía. Seguir un programa para declarar la preindependencia igual que el de Mas, al que señaló como guía y tutor del proceso. Y negociar la construcción del nuevo Estado en 18 meses.

Tras leer la prensa y repasar los pactos que han propiciado la nominación de Puigdemont, aparece en el calendario la fecha importante del 10 de febrero. Ese día se verá si en Cataluña se han echado a andar tres normas legales que son claves: Ley del Proceso constituyente. Ley de Seguridad Social propia de Cataluña. Y Ley de Hacienda propia de Cataluña.

Será el momento en que las opiniones deberán dejar paso a los hechos: Los que hagan los independentistas dentro o al margen de la Ley. Y los que hayan de tener lugar para mantener la legalidad y el Estado de Derecho.

Hasta tanto, puede entretener la espera la visión optimista de Salvador Sortres, quizá el catalán más inspirado del momento:

“Hay una gallina que corre decapitada y es Puigdemont y su fúnebre cortejo progresista… A lo lejos, España hace ver que se preocupa, pero en el fondo sonríe”.