Dilma Rousseff
Dilma Rousseff

Rio de Janeiro  (Brasil)
Santiago Pérez (16/5/2016)
Brasil no termina de despabilarse del impacto del Impeachment y ya comienza a recorrer su nuevo camino. El flamante gobierno provisional se mueve como si fuera definitivo. Ante la prensa, Michel Temer se refiere a sí mismo como «Presidente Interino» y remarca la importancia de aguardar el resultado del Juicio Político a Rousseff. En los hechos actúa como si su permanencia en el cargo hasta 2018 estuviera confirmada. En definitiva, es eso lo que toda la sociedad brasileña da por descontado.

Antes de cumplirse los 180 días de iniciado el proceso, el Senado destituirá a Dilma definitivamente. Temer será el encargado de completar el inconcluso mandato.

Las primeras horas del hombre del PMDB en la Primera Magistratura ya muestran las prioridades de su administración. Recuperar el equilibrio presupuestario y conquistar la confianza de inversores locales y extranjeros. El nuevo Superministro de Economía, Henrique Meirelles no le tiene miedo a la palabra ajuste. Ya trabaja en la eliminación de ministerios, reforma del sistema previsional, reforma laboral, etcétera. El rojo fiscal ha disparado el crecimiento del endeudamiento del Gobierno Federal a velocidades insustentables. Si bien los programas sociales responden por el 50% de las erogaciones, el propio Presidente Interino ha prometido que se recortará de todos lados menos de allí.

Habrá que ver si es esto matemáticamente posible. Por el momento se quiere evitar el pánico generalizado en un país que vive sumergido en una coyuntura de crisis, con contracción del PBI, aumento del desempleo y aceleración inflacionaria. En su discurso de asunción, Temer sostuvo que el estado debe dejar de entorpecer el funcionamiento de la actividad privada, declaración que resume en buena medida la visión económica del nuevo gobierno.

La política exterior también gira bruscamente. Desde Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba y Ecuador llegaron cuestionamientos a la legitimidad democrática al proceso de Impeachment. José Serra, nuevo ministro de Relaciones Exteriores, no tardó en responder. Acusó a los países del ALBA de declarar falsedades y los instó a no entrometerse en asuntos de política interna brasileña. Posiblemente la primera confortación directa entre Itamaraty y el bloque ideado por Hugo Chávez desde su creación.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero en este caso las palabras de José Serra valen más que mil de imágenes. Si la izquierda se encontraba en retroceso en la región ahora termina de sucumbir. La séptima potencia económica mundial se cambia de equipo y deja al «bolivarianismo» aislado. Circula en los pasillos de alguna que otra cancillería la intención suspender a Brasil de los bloques regionales, como sucediera con Paraguay tras la destitución de Fernando Lugo en 2012. Nadie pierde su tiempo en Brasilia analizado esta eventualidad. Sin el gigante tanto la UNASUR como el Mercosur pasarían a desguace. La crudeza de la realpolitik se aplica al caso en forma precisa. Ninguno de los países que hoy cuestionan la legitimidad del gobierno de Michel Temer, ostentan capacidades materiales suficientes para afectar la agenda brasileña. Por su peso relativo Brasil se mantendrá inmune ante eventuales embates diplomáticos de sus débiles vecinos. Guste o no, así es como funciona el sistema.

Las primeras horas del nuevo gobierno encuentran al país en un estado de relativa calma. Se han registrado manifestaciones en defensa de Dilma Rousseff en São Paulo, Belo Horizonte, Curitiba, Florianópolis y Brasilia. Ninguna de ellas con una convocatoria lo suficientemente masiva como para influir en el curso del proceso político. Michel Temer es aun prácticamente un desconocido, de su capacidad para sacar a Brasil de la crisis dependerá la estabilidad y la viabilidad de su administración.

N.e la R.
El autor es Licenciado en Relaciones Internacionales y director de EquilibrioInternacional.