Mi Columna
Eugenio Pordomingo (1/3/2018)
De un tiempo a esta parte, Cercanías de Renfe no sólo funciona mal, sino que maltrata a sus usuarios. Son muchos los ciudadanos que padecen los sinsabores de largas esperas, trenes que se averían o que no pasan, lo que se traduce, entre otros problemas, en retrasos a la hora de llegar al trabajo. Hablo de la Comunidad de Madrid, aunque imagino que esto acontece en el resto de España.
Da la impresión que, además de nefastos gestores a los que les importa un pito desatender a los usuarios de Renfe, ADIF o como se llame ahora la empresa o empresas en las que se ha dividido RENFE –ya no sabe uno si es estatal o privada-, sólo les importa comprar máquinas para el AVE, que es lo que está de moda y genera pingües beneficios, para algunos, claro. Siguiendo la línea general establecida, los recortes llegan hasta el mantenimiento. Y así va la cosa.
Por no adentrarnos –tiempo habrá- en indagar en las grutas y subterráneos de las funciones de contratación, colocaciones, ascensos, publicidad y demás, de esa macro empresa, otrora estatal, voy a centrarme en lo que se refiere a la división, área o departamento de Cercanías, cuyo nefasto funcionamiento –va en aumento día a día- está llenado una olla a presión que puede estallar en cualquier momento. El malestar de los usuarios es tremendo.
Y es que RENFE Cercanías incumple sus horarios más que a menudo, no suele dar explicaciones de sus demoras o averías. Por si fuera poco, eso de reclamar es algo más que una odisea. Y me explico con un ejemplo que le aconteció a un servidor. No es la primera vez, ni mucho menos. Consulten la prensa, sobre todo la que no inserta anuncios publicitarios de RENFE. ¿Entienden?
Pues bien, un servidor se aprestó a utilizar el servicio de Cercanías desde Aravaca a La Navata-Galapagar. Validé mi tarjeta de transporte, subí al vagón y me acomodé en el asiento. Pero –y aquí comenzó nuestra penalidad-, el tren llega a la estación de Pinar de Las Rozas y que no continua. Así durante largos minutos. Los pasajeros, nos miramos unos a otros, interrogándonos con la mirada acerca de qué podría estar pasando. Algunos se levantan, tratando de averiguar el motivo. Pasan los minutos. Algunos osan bajarse y mirar para uno y otro lado. No encontramos respuestas.
Miro el reloj. “¡Coño -me digo-, si han pasado veinte minutos y aquí seguimos!”. Empiezan los comentarios. Y el cabreo se traslada a lo político. Unos achacan al PP lo sucedido, que al parecer se está convirtiendo en algo habitual, sobre todo en las líneas del Sur de la Comunidad madrileña. Otros se remontan a la etapa en la que Julián García-Valverde era el Presidente-Director y Delegado del Gobierno en Renfe en uno de los gobiernos de Felipe González.
El ágora se agita. Otro viajero aprovecha para recordar que García-Valverde fue Ministro de Sanidad antes de dirigir Renfe. Pero el anterior insiste en cuestionar a García–Valverde, que se vio obligado a dimitir de ese cargo al ser imputado en el caso de la adjudicación de terrenos de la línea del AVE Madrid-Sevilla cuando era mandamás de los ferrocarriles españoles. Fue absuelto varios años después, apostilló otro pasajero, tratando de defenderle.
La polémica política nos distrajo un rato, pero un vistazo al reloj, me alerta de que llevamos casi cuarenta minutos parados en la estación de Pinar de Las Rozas y nadie nos dicho nada. De repente un crujir en la megafonía nos hizo callar a todos. No recuerdo bien, pero una voz masculina nos comunicó que ese tren daba por terminado su trayecto por una avería en no sé dónde…
Indignados, pero de verdad, abandonamos el tren y nos quedamos en el andén. Hombres, mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, comenzamos a sentir cierto frescor en nuestro cuerpo y calor en la cabeza. De las críticas se pasó al insulto.
Ahora los acerados vituperios se centraron en el PP, la corrupción, el enchufismo, la impunidad y un largo etcétera. De García Valverde se olvidaron, pero a mi mente acudieron algunos datos. Él, García-Valverde había sido el impulsor del AVE Madrid-Sevilla, además de una importante reestructuración de Renfe. Más tarde, el exministro y expresidente-director de esa empresa, creó una serie de sociedades, entre ellas una consultoría dedicada a temas ferroviarios que le abrieron las puertas de un gran negocio en Arabia Saudí. Se iniciaba la era de las “puertas giratorias”. Buen, la verdad es que antes hubo otros casos.
Mis recuerdos de esa etapa, quedaron interrumpidos. La megafonía nos avisaba de que procedente de Madrid, iba a pasar un tren con destino a Collado Villalba. Corrimos como desesperados, atravesamos el túnel, y cuando resoplando subíamos las escaleras para acceder al andén, pudimos apreciar con bastante cabreo, como el tren anunciado partía raudo y veloz.
Habían dado las nueve horas de la noche, o sea, las21h. Y allí seguíamos. En la estación no había ningún empleado con el que descargar nuestro tremendo malestar.
Otro de los aguerridos contertulios dijo: “No preocuparos, si da lo mismo. Si te quejas a ellos, no pasa nada. Y si lo haces por internet no te dan opción a tener una copia. Solo queda la prensa o…”. No están las cosas como para reproducir aquí lo que dijo ese casual compañero de viaje.
Recobre el hilo conductor del CV del expresidente de Renfe. Y de nuevo los recuerdos. Era agosto de 1991, el coche oficial del entonces Ministro de Sanidad, Julián García-Valverde atropelló en Galapagar –carretera hacia Torrelodones- a la joven Mónica Lasso, que caminaba de forma correcta, en dirección a su casa, cuando fue embestida violentamente por el vehículo oficial.
“Causas muy extrañas” se dieron en ese asunto, según varios medios de comunicación. Prueba de ello fue que la Guardia Civil de Galapagar dejó marchar a los tres ocupantes del vehículo del PMM (Parque Móvil Ministerio) antes de que llegara el coche de atestados. Lo más escandaloso, aparte del proceso judicial, fue que ningún juez levantó el cadáver. Eran otros tiempos. El asunto se diluyó. No pasó nada. Bueno sí, la joven Mónica falleció. Valverde no fue capaz ni de ir a dar el pésame a sus padres y hermano.
Absorto en mis meditaciones sobre el poder, la soberbia y la codicia, casi ni me doy cuenta de que otro tren camino de la sierra para en Pinar de Las Rozas. Nos subimos. Continúan las quejas, los insultos, la indignación.
Son casi las 9.30 horas de la noche. Hace frío, mucho frío.
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