El camerunés Sani Ladan

España
Espacios Europeos (20/10/2018)
La historia de Sani Ladan es la epopeya de nuestro siglo, esa que tiene como protagonistas a héroes reales con escaso reconocimiento. Este camerunés ahora tiene 24 años, pero tenía 17 cuando decidió partir de su país con el sueño de lograr ir a la Universidad. Durante dos años emprendió un peligroso y tortuoso periplo hasta que en 2011 logró llegar a España. Entró nadando a Ceuta por la frontera de El Tarajal, aunque llegó inconsciente hasta la orilla debido a los golpes que recibió en la cabeza por parte de la Policía Marroquí y los disparos de las pelotas de goma de la Guardia Civil. Tras pasar por el CETI le trasladaron al CIE de Tarifa, donde permaneció el máximo de tiempo posible, 60 días.

El maltrato y el sufrimiento los ha canalizado en ganas de cambiar las cosas. Ahora vive en Córdoba, es activista por la defensa de los Derechos Humanos, especialmente de los migrantes, y podríamos decir que ha cumplido su primera meta: estudia Relaciones Internacionales en la Universidad Loyola Andalucía. Charlamos con él en la Universidad de Otoño de Podemos que tuvo lugar el fin de semana pasado y a la que acudió en calidad de ponente.

— ¿Cuál fue el motivo principal que le empujó a salir de Camerún?
— Cuando me fui de Camerún mi intención no era venir a España ni venir a Europa. Yo era un niño bastante inquieto, quería formarme y ser útil para el mundo. En Camerún tenía mis estudios, mis padres están económicamente bien. Intenté acceder a una beca que allí va mediante oposición y mi plaza se la vendieron a alguien. Ese fue el punto de inflexión que me hizo tomar la decisión de salir de mi país. Mi idea inicial era ir a Nigeria. A partir de la primera frontera, empecé a encontrar dificultades. Me fui con mucho dinero, con las pagas de mis padres y el dinero para pagar la Universidad ese año, pero me robaron todo lo que tenía. Ahí empezó realmente la aventura. Tenía recién cumplidos los 17 años y tardé dos años en llegar aquí: salí en 2009 y llegué a España en 2011.

— ¿Cree que salir de un país africano para estudiar en Europa es una causa que se repite? ¿Cuál diría que es la causa más frecuente?
— Hay mucha gente que sale por el mismo motivo que yo: las ganas de estudiar, porque en su país no lo pueden hacer. Pero siempre hay el mismo hilo conductor: el expolio de África. Aquí en Europa, cuando hablamos de la migración, nos limitamos a hablar de las consecuencias, cualquier persona te va a decir que cuando un africano viene aquí es por miseria, hambre, guerra etc. Esa es una causa, pero es superficial, porque lo que causa la guerra, la miseria o el hambre son los recursos naturales que tiene África. Eso es lo que genera que, en la búsqueda de esos recursos, los países occidentales creen muchos conflictos que empujan a la gente a salir. Lo que debería ser algo positivo es la mayor desgracia para el continente africano.

— Y cuando escucha hablar de cooperación al desarrollo en África o el denominado Plan Marshall para África, ¿qué opina?
— La cooperación al desarrollo se ha demostrado que en sí misma no sirve para nada, para lo que sirve es para tapar y ayudar a las multinacionales a seguir con su expolio. África no necesita que se le ayude, África necesita que la dejen en paz, que dejen de expoliar sus recursos. Yo les aseguro que una África libre de intervencionismo de Europa es una África próspera que puede llegar a desarrollarse. Lo único que necesita el continente es que haya un auténtico cooperacionismo, de tú a tú: si vengo a coger algo de tu tierra, dejo algo que a ti te puede beneficiar para desarrollar tu tierra. ¿Cómo nos explicamos que en un país primer productor de cacao y de café en el mundo como Costa de Marfil no se pueda consumir un chocolate?

— ¿Cuál es el papel que juegan los Gobiernos africanos?
— Son parte del problema. Tienen una gran responsabilidad porque se dejan subordinar por Europa y participan en esas acciones que ayudan al expolio de su pueblo. Pero también me gustaría que no nos limitemos a mirarles a ellos, porque los Gobiernos africanos son marionetas. La gran mayoría han estudiado en Francia, en España… Son parte de ese sistema occidental de colonización. Siempre nos han repetido que los africanos no podemos sacar provecho de nuestras materias primas.

— ¿Y cuál es entonces la válvula de escape para África, la clave para que cambie la dinámica?
— La nueva juventud africana tiene que ser una revolución intelectual en la que nosotros, los jóvenes africanos, tomemos la decisión de decir “hasta aquí hemos llegado” y traslademos que hay otras formas de hacer las cosas. Eso pasa por tener por plataformas donde no haya líderes porque ya hemos visto el riesgo que corren, los matan. Yo estoy en varias plataformas de este tipo, horizontales. Cuando consigamos esta revolución, Europa ya querrá tender un puente encima del Mediterráneo. Ahí cerraremos los grifos que siempre han estado abiertos y tendrán que dialogar de tú a tú con nosotros. Mandela estuvo 27 años en la cárcel para ver el fin del apartheid y nosotros acabaremos viendo la descolonización de África.

— ¿Cómo se contrarresta entonces el discurso de la ultraderecha, que viene a decir que el problema está fuera de Europa, en África, desde donde llegan “oleadas” de inmigrantes?
— No nos tenemos que poner a defender nuestra existencia o a decir que no venimos a robar como dice la ultraderecha. Pueden decir lo que les dé la gana. Nuestras acciones o la de la sociedad son las que realmente determinan todo. Hay una parte de la población que tiene que pensar primero en la historia, el punto de partida, en cómo comenzaron las relaciones entre África y Europa. ¿Por qué tiene fuerza la ultraderecha? Porque nosotros a veces le permitimos tener esa fuerza. Si un día hacen un encuentro y al día siguiente copan todos los titulares, estamos consiguiendo que sigan avanzando. Yo creo que la idea es arrinconar a la ultraderecha, es decir, nosotros tenemos que hacer algo más grande para que lo nuestro sea más visible.

— Ahora ha llegado al Gobierno el PSOE, un partido tradicional definido como progresista. ¿Qué opina de lo que hemos visto hasta ahora de su política migratoria? Se realizó un gran gesto con la acogida del Aquarius, pero por otro lado, se han mantenido las devoluciones en caliente de la Frontera Sur.
— Lo que voy a decir puede chocar, pero yo no me esperaba nada de este Gobierno ni de lo que se dice en Bruselas. Se han dedicado siempre a ponerle parches a la migración. La crisis real que hay en Europa es una crisis política, no es una crisis migratoria como nos lo intentan vender. La historia de la Frontera Sur demuestra que sus peores momentos los ha pasado con el Gobierno socialista. En el 2005 con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue una de las primeras veces donde se dispararon balas reales y hubo varios muertos. Dijeron que iban a quitar las cuchillas y siguen en la frontera. ¿Lo del Aquarius? Pues es un gesto bastante populista porque lo que se tiene que hacer no es pan para hoy y pan para mañana. Hay que hacer una auténtica política migratoria con vías legales de llegada. Cuando hagan cambios en la Ley de Extranjería para trabajar por la integración y abran las vías legales de llegada, me lo empezaré a creer.

— ¿Qué le diría entonces a aquella gente que cree que las vías seguras para migrar provocarían una “avalancha” de migrantes?
— África es un continente donde hay millones y millones de personas. Tiene 54 países y el día a día de los africanos no es venir a Europa. Los que han ido a África lo saben. El tema de Europa ni siquiera preocupa al 2%. Los países que son recurrentes a la hora de venir a Europa como mucho son seis. Por lo tanto, pensar que todos los africanos quieren llegar aquí es una forma muy simplista de ver las cosas. La valla de Ceuta y Melilla se construyó en el año 95 y yo me pregunto, ¿antes del 95 es que no existía África? Evidentemente sí. Por lo tanto, todos esos discursos alarmistas no tienen un análisis exhaustivo porque no les interesa.

— Cambio tema para hablar de su propia experiencia. Has el máximo tiempo posible que se puede pasar en un CIE. ¿Qué recuerdas de aquella época?
— Los CIE representan un lugar de vulneración de los derechos más básicos de las personas, como pueden ser la libertad de circulación, la libertad de movimiento. No se lo recomiendo a nadie, ni a mi peor enemigo. Los peores dos meses que he pasado de los seis años que llevo en España fueron los que pasé en el CIE. Es necesario que de una vez por todas veamos el fin de esos centros, que están ahí para torturar a la gente. Son centros de sufrimiento porque ni siquiera cumplen la función por la que fueron creados.

— ¿Cuándo sale del CIE que se encuentra? ¿Una sociedad y unas instituciones racistas?
— El racismo se encuentra en la sociedad: decirte que no sería una gran mentira. Hay un documental muy bueno, ‘Dans la peau d’un noir‘ (‘En la piel de un negro’). En un centro de estética hacen pasar a una familia negra por una blanca y a otra la cambian de blanca a negra. Es tan fácil como hacer esto para ver si existe el racismo en la sociedad. También hay una parte de la sociedad que reconoce el problema y quiere corregirlo.

— Vino a Europa para estudiar y se puede decir que después de mucho esfuerzo lo ha conseguido. Ahora mismo está estudiando Relaciones Internacionales. ¿Cuál será el siguiente paso?
— Mi mirada siempre está puesta en África. Allí tenemos muchas cosas que hacer y mis estudios y todo lo que estoy haciendo lo oriento a ese continente que tanto nos necesita a los africanos. No sé dónde voy a acabar, pero sí que tengo claro que quiero acabar en un lugar donde me necesiten y al que pueda aportar. Hay muchos jóvenes africanos que están en esa misma dinámica.

Fuente: Cuarto Poder (artículo de María F. Sánchez).