Eladio Greciano Regodón, más conocido por Yayo.

Mi Columna
Eugenio Pordomingo
(11/5/2019)
Hoy tendría que escribir de Venezuela, de la nueva revolución que los Chalecos Amarillos están llevando a cabo en Francia, de las masacres en Yemen, Palestina, Siria y tantos y tantos otros lugares, sin olvidar el deliberado abandono que todos los gobiernos de España aplican a nuestras dos excolonias y exprovincias, Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental. Pero no, hoy no toca.

Una frase del Presidente de la Xunta de Galicia,  Alberto Núñez Feijóo, tratando de explicar el tremendo fracaso del PP en las pasadas elecciones generales del 28 de abril, me orientó sobre el tema a tratar. Feijóo dijo: «Hay políticos en España que quieren ser primeros espadas y no han gestionado nunca».

Sin duda alguna eso es cierto, pero la cuestión es preguntarse a qué es debido. Y la respuesta que se me ocurre gravita en torno a eso que tantas veces hemos escuchado acerca de los políticos, que oscila entre “servir al pueblo os servirse de él”.

Y esta reflexión la hago al constatar lo poco agradecida que es la ciudadanía con los suyos, con los que a diario trabajan desinteresadamente por ellos, por su ciudad y por su bienestar. No excluyo la adscripción ideológica como elemento calificador. Pues, ya se sabe, los delitos, faltas o realizaciones no se juzgan objetivamente, sino que en su valoración entra lo político, cuando no lo “políticamente correcto”.

En ese reconocimiento entra, sobre todo, la tremenda y terrible maquinaría de los partidos políticos que colocan en sus listas electorales (cerradas) a las personas que sumisamente se adaptan y someten a las siglas. Es la “ley de hierro” de la oligarquía política que acertadamente definió el sociólogo alemán Robert Michels.

Me pregunto, si uno de los males de nuestro sistema, llamado democrático, no se debe al uso y abuso de la política. Más claro, si de ejercer la política no se saliera, en muchas ocasiones rico, o al menos reconfortado crematísticamente, no nos iría mejor. Más claro aún, apuesto por un sistema en el que las personas que más han luchado por su pueblo o ciudad, engrosen esas listas electorales. Es más, creo que ni querrían cobrar por ello.

Una de esas personas, volcadas en su pueblo, ha sido Eladio Greciano Regodón, más conocido como Yayo, que fuera Juez de Paz de Galapagar. Dentro de pocos días se van a cumplir cuatro años de su muerte, falleció el 5 Julio de 2015. Y en Galapagar, su pueblo, no hay ni una placa que recuerde lo mucho que laboró por sus habitantes.

Como decía en un artículo publicado en La Información, periódico local que se edita para Galapagar y Colmenarejo, su amigo, compañero de fútbol, de tertulia, de salidas campestres y socio de La Casina, Emilio Greciano: “él –Yayo- se volcó con su pueblo (…) cada vez son más las personas que entran en los ayuntamientos, aunque no todos afortunadamente, sin haber demostrado con anterioridad la más mínima vocación de servicio a los demás, es decir, sin haber hecho por su pueblo absolutamente nada hasta el día que deciden entrar en las listas de un partido político”.

La Información dedico a Yayo  cuatro páginas, bajo el titular de “Gracias Yayo”. Una semblanza del Juez de Paz, en la que amigos y personas que han trabajado con él, resaltaba sus “cualidades humanas dignas de resaltar”, volcado en “mil facetas” de la vida social de Galapagar: atención a los jóvenes, organización de eventos deportivos, fiestas patronales, romería, belén viviente, Cabalgata de Reyes, socio de la Peña La Casina. Por supuesto, destaca su enorme labor como Juez de Paz.

Humano, serio, cumplidor, desprendido, volcado en sus amigos y en su pueblo, son algunas de las palabras o frases más acertadas para definir a Yayo como persona, según han dejado plasmado en esas cuatro páginas.

Mili Villa, compañero de la Peña La Casina, dejo plasmado lo siguiente: “escribir en un trozo de papel cómo es Yayo,  no es tan fácil, porque no hay papel que  soporte todas las virtudes que tiene nuestro amigo”. La labor de Yayo en el Juzgado de Paz la define Brígida Pérez como “extraordinaria”. Ascensión Rodríguez menciona las numerosas veces que Yayo le prestó su apoyo durante su ejercicio como Jueza de Paz en Colmenarejo. Miguel Mulas hace otro tanto desde su óptica como jugador en el Club de Fútbol de Galapagar en el que Yayo fue capitán. Y Rafael Crespo, Hermano Mayor de la Hermandad del Cristo, que junto a otros amigos organizaron el  Belén Viviente que durante varios años se celebró en Galapagar,  se atrevió a mencionar la penosa enfermedad de Yayo recurriendo a su devoción católica.

No son pocos los que piden para Yayo un reconocimiento, un agradecimiento institucional por parte del Ayuntamiento. Algo que debiera extenderse, en otra ocasión, a otras personas, sea cual fuere su condición social, ideología política o confesión religiosa.