Celestino Nvo Okenve

Guinea Ecuatorial
Celestino Nvo Okenve (15/1/2021)
El día 23 de diciembre del pasado año 2020 las autoridades de Dubai arrestaron en el aeropuerto a Cándido Nsue Okomo alias Tahata, el que fuera por mucho tiempo director general de la empresa petrolera Gepetrol. Tahata es el hermano menor de la mujer de Obiang Nguema y sobre él pesaba una orden de detención internacional en el marco del caso Villarejo, dictada por el titular del Juzgado central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón.

Esta noticia llenó de alegría a los guineanos de dentro y de fuera, pues llevaban, llevábamos, toda la vida deseando ver a la familia dictatorial sentir el peso de la ley sobre ellos. Ellos llevaban toda su vida cometiendo crímenes de lesa humanidad en total impunidad. Unos días antes, la Corte Internacional de Justicia había declarado que el edificio del número 42 de la avenida Foch de Paris nunca tuvo la calificación de embajada, dando así la razón a los tribunales franceses que habían condenado a Teodoro Nguema Obiang en la serie de juicios conocidos como de “bienes mal adquiridos”.

Una alegría inmensa nos invadió a todos, especialmente a aquellos que llevábamos varios años peregrinando a Paris a buscar justicia.

Cuando estoy escribiendo estas líneas, parece confirmarse que el juez García Castellón ha dictado un auto por el que deja en libertad, inexplicablemente, a Cándido Nsue Okomo. Los designios de la justicia española son insondables.

A pesar de este alivio momentáneo, la familia dictatorial se enfrenta a una situación cada vez más insostenible. La bancarrota total del Estado está a la vuelta de la esquina, aunque a ellos, a título personal, no les va a afectar. Pero sí puede influir en su permanencia en el poder, un poder que ha estado basado en el clientelismo más atroz, acompañado por la corrupción desenfrenada de los que sostienen a la dictadura.

Hace unos años que el Estado guineano se declaró en suspensión de pagos, dejando a varias constructoras sin cobrar y endeudadas. Estas deudas se repercutieron sobre los bancos que habían dado créditos avalados por el Estado a tales empresas, que tenían contratos firmados con Geproyectos para obras de nula utilidad social, de gran fanfarria nacional y fuente de desvío descomunal de los recursos del Estado hacia la familia Obiang y adláteres.

El volumen del petróleo exportado se ha reducido al 25% mientras los precios lo han hecho a la mitad. A pesar de la campaña para ingresar dinero por inversión directa exterior, el resultado ha sido parco: nadie quiere arriesgarse en ese universo de inseguridad física y jurídica, donde la familia continúa dilapidando en caprichos, enormes sumas de divisas, como se constata en el caso Villarejo.

En los tiempos en que la fiesta del petróleo estaba en su esplendor, se expatriaron enormes sumas de dinero en forma de divisas, una parte eran los enormes beneficios de las petroleras, que se expatriaban libremente y la otra parte eran fugas de capital sin control que buscaban refugio en paraísos fiscales, cuyos dueños eran la banda enriquecida de la dictadura gracias a la inmensa corrupción. Tantas divisas expatriadas vaciaron las enormes reservas en el Tesoro francés, que dejó de enviar los francos de vuelta al BEAC. Y así se produjo otra crisis, la de liquidez.

Una solución coyuntural que le costó asumir a la trinidad –padre, hijo y madre- fue el recurso a un crédito del Fondo Monetario Internacional, cuyas condiciones al día de hoy no se han cumplido ni se espera que se cumplan, porque supondría el desmantelamiento de la lógica dictatorial. Se ha puesto en marcha a nivel interno un intento de recuperar las sumas desviadas por los corruptos, algo imposible. Las supuestas campañas contra la corrupción, si fueran eficaces, algo dudoso, acabarían con una práctica que reproduce el propio sistema, pero ya no hay dinero para corromperse.

La quiebra no es solo económica sino del propio régimen político. Ya no hay socios que confíen en ese sistema, que a su vez es incapaz de llevar a cabo reformas drásticas en lo económico. Muchos trabajadores de empresas públicas y funcionarios no podrán cobrar.

Cándido Nsue Okomo alias Tahata

Estos días se han escuchado cantos de sirena desde Guinea que hablaban del adelantamiento de unas elecciones, ora presidenciales, ora generales. Con ello la dictadura intenta ganar tiempo y reanimar a su propia parroquia, pues un evento electoral siempre evoca cambios posibles que los servidores de la dictadura esperan mejoren su situación. Unas presidenciales ahora sería adelantarlas más dos años, algo que la constitución no contempla. Unas elecciones generales supondrían también un adelanto, para dibujar un mapa parlamentario sin cambios, con el partido único otra vez con el 100% de los escaños. Por tanto estas previsiones electorales no solucionarían ninguna ecuación política. Nada de lo que se pueda hacer tras esas elecciones sería imposible hacerlo ahora.

Ahora lo que hay que hacer es devolver la libertad a los guineanos y aplicar la racionalidad económica.

Y como no se debe reinventar la rueda, la devolución de la libertad solo se puede hacer mediante un proceso disciplinado y pactado de transición real a la democracia. Mientras se lleva a cabo este proceso en 2 o 3 años, se realizaría simultáneamente un saneamiento profundo de la economía, recurriendo a los socios occidentales.

La transición a la democracia sería el momento oportuno para negociar entre todas las etnias, clanes e ideologías un modelo de Estado que sea, esta vez, fruto del pacto de los propios guineanos. Las ideologías están representadas por los partidos políticos, a través de ellos se construye una legitimidad política, pero no debe ser la exclusiva. Los guineanos mantienen todavía lazos de consanguinidad étnica y/o tribal que perfilan una legitimidad política y social igualmente válida y necesaria en Africa. Ambos tipos de legitimidad deben poder encajar en una sociedad orientada al futuro sin perder su pasado, que es todavía su esencia en una gran proporción. Una cámara bicameral, una de ideologías y otra de etnias y tribal, parece, entre otras soluciones, una aproximación magistral para la solución del problema generado por las potencias europeas, que crearon ex novo Estados geográficamente idénticos a las áreas de explotación repartidas en la Conferencia de Berlín de 1885, donde no se tuvo en cuenta los deseos de los pueblos que en ellas vivían.

Es obvio que la dictadura no puede, por sí sola, aceptar ni menos pilotar una transición. Hay que llevarla contra las cuerdas y derribarla con la presión exterior, el activismo interior y la ayuda de elementos de la dictadura reconvertidos en demócratas. Si la dictadura reprimiese mortalmente a la población, el Consejo de Seguridad de la ONU podría ser recurrido para que acudiese en ayuda del pueblo guineano.