España/Economía
Manuel Funes Robert (13/3/2012)dinero1
La cruzada negativa por el déficit cero mantiene su vigor sin que la experiencia, también negativa, sirva de nada para los autores de dicha campaña, cuya doble base es la ignorancia y los intereses privados. Insistimos de continuo en la argumentación denunciadora de semejante tropelía política, pero sus dos puntos de apoyo se dan la mano en no querer ver que el ajuste crea inevitablemente su propia repetición, con lo cual  se crean reducciones acumulativas de la demanda que es la causa propia, siempre insistiremos, de la crisis actual.

Pero como añadido especial vamos a denunciar el ataque a la competitividad que el ajuste provoca por cuanto los millones de afectados en directo y en sus rentas, quieran o no, responden a esa agresión con una disminución paralela de la cantidad y calidad del trabajo que realizan. A nadie que se le quite en frío parte de su renta se le puede impedir que responda consciente o inconscientemente con una pérdida de productividad en ese su trabajo. Así, invocando la competitividad como uno de los fines oficialmente invocados nos encontramos con el efecto contrario. Esta reflexión es nueva pero oportuna.

Otro desatino es repetir la frase solo se puede gastar lo que se ingresa, siendo así que desde el origen de los tiempos, en el progreso humano, ha ocupado un papel permanente y central la institución del crédito, que es la manera habitual con la que en el campo privado y desde todos los tiempos el hecho de gastar más de lo que se tiene. No dejaremos de insistir en el ejemplo del empresario que, sin tener dinero, acude al banco para que este le preste, es decir, que gasta «lo que no tiene». Este gasto solo se convertirá  en deuda cuando no se paga a su vencimiento lo que se recibió a crédito.

Pero si este hecho es masivo y tan antiguo como la economía misma, cuando uno de los dos sujetos es el Estado la consecuencia es dramáticamente negativa. El Estado es persona, por cuanto es sujeto de derechos y obligaciones. Pero esta persona es esencialmente distinta de las personas privadas, sean éstas, personales o colectivas y el Estado, de entrada, se distingue y aleja del resto de las personas, porque para él, el tiempo no existe. Por otra parte, el crédito empleado en «gastar más de lo que se tiene» al repetirse de continuo logra cumplir  uno de los fines para el que sirve el dinero, esto es, para que en la vía de hecho, aumente la cantidad de dinero en circulación. Y como el dinero es un medio y el PIB es un fin resulta que se impone la realidad de que ambas magnitudes se muevan paralelamente con una intensidad que depende de la naturaleza de los procesos productivos pero sin perder nunca el paralelismo en el movimiento de ambas.

Pero mientras en el crédito privado aparecerá siempre la obligación de devolver, la persona Estado, puede aumentar la cantidad de sus gastos sin pensar en otra cosa que en aumento de la producción y el empleo, porque como autor material del dinero de más gastado no tiene por qué ser devuelto por cuanto no puede ser al mismo tiempo acreedor de sí mismo. Y los bancos centrales, a más de formar parte del Estado, crean de la nada el importe de esos incrementos de gastos y por tanto, no les pertenece.

En el momento actual estamos viviendo afortunadamente un cambio en la gestión del BCE al que vemos cada vez con más claridad que el remedio está en sus manos de una manera política y técnicamente correcta. Falta el paso final:  proclamar que ese dinero debe canalizarse siempre a través del gasto público y sin atribuirle ningún carácter de deuda.