minursoSáhara Occidental
Diego Camacho (26/4/2015)
Han pasado 25 años, desde que la ONU creó la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO). En todo ese tiempo ni ha logrado  organizar la consulta ni tampoco defender el respeto a los Derechos Humanos en el territorio. Este último es un objetivo del que se ocupan, sin embargo, todas las misiones  de paz que organizan las Naciones Unidas por el ancho mundo. Esta circunstancia es  prueba evidente del apoyo del Consejo de Seguridad, incumpliendo la Carta de San Francisco, a la ocupación ilegal del territorio por Marruecos. 

La invasión se produce durante la Guerra Fría gracias a tres factores determinantes.  El primero es la debilidad diplomática de España en 1975, que abdica de sus obligaciones como potencia colonizadora. El segundo, es el interés regional francés en primar la hegemonía de Marruecos en el Magreb, en detrimento de Argelia. El tercero, es el interés estratégico de los EEUU en impedir una mayor influencia de la URSS en el Mediterráneo sur occidental, de la mano de los argelinos. En resumen, se trataba de impedir un fortalecimiento soviético en el Magreb y la pieza esencial para lograrlo era el refuerzo de la dinastía alauí económica, militar y políticamente.

MINURSO inicia su misión en 1990 cuando la URSS está a punto de desaparecer. En esos momentos los saharauis proseguirán una lucha, que ya duraba más de 15 años, por la libertad y  animados por ese espíritu de resistencia que los hace grandes. La realidad es que hoy la guerra fría no tiene lugar y, por ello, las razones estratégicas que facilitaron  la nueva colonización del Sáhara por Marruecos han desaparecido. Han surgido otras a las que se debe buscar solución, pero que en ningún caso pueden justificar que los saharauis no accedan a su legítimo derecho de autodeterminación.

Para la estabilidad del Magreb debe propiciarse la cooperación y el desarrollo entre los países ribereños del Mediterráneo, en lugar de una carrera de enfrentamientos por alcanzar la hegemonía regional, un objetivo que no lleva más que al enfrentamiento endémico. Es condición necesaria para la estabilidad regional el reconocimiento en su integridad territorial de un nuevo Estado, el Sáhara Occidental, sin que esa circunstancia ponga en riesgo la estabilidad política marroquí o su régimen político.

En EEUU pensaban en 1975 que una vez ocupado el Sáhara por Marruecos, teniendo  en cuenta las afinidades culturales y geográficas, el territorio sería integrado sin demasiados traumas. La realidad ha sido diferente a la deseada por la Casa Blanca, Hassan II inició una política colonial al estilo africano: muertes, torturas y en definitiva persecución étnica. Que hoy hacen impresentable la evolución de esa ocupación militar.

La ONU y su Consejo de Seguridad se juegan mucho con el Sáhara. El que dos  de sus  miembros permanentes, EEUU y Francia, hayan apadrinado este neo colonialismo, mirando para otro lado cuando se enterraban a opositores en cal viva o se les lanzaba desde helicóptero al Atlántico, es demasiado fuerte sobre todo cuando se presentan ante la comunidad internacional abanderando el respeto a los Derechos Humanos, la defensa de la libertad y los valores democráticos.

Dos son los factores a tener en cuenta en la acción diplomática de Naciones Unidas. El fundamental es la carencia de legitimidad por parte de Marruecos para ocupar el territorio. La invasión vulnera el mandato de la Carta Fundacional de la ONU  el derecho, de todos aquellos territorios no autónomos, para alcanzar la libertad y elegir su destino. Los saharauis salen del colonialismo español para caer bajo el yugo marroquí, por el imperativo de los intereses norteamericanos y franceses, violándose el Derecho Internacional vigente desde el fin de la II Guerra Mundial y del que estos países son dos de los principales patrocinadores. No rectificar este camino erróneo para  imponer la legitimidad internacional, deja a la ONU como una organización sometida a los intereses de estas dos potencias.

El segundo factor es la falta de reconocimiento de la soberanía marroquí del territorio. Ningún país ha reconocido formalmente esta situación de facto. Extremo lógico pues hacerlo sería ir contra el Derecho Internacional. La administración del Sáhara es asignada por la ONU a España, que fue la última potencia administradora y a la que la ONU no ha reconocido la procedencia de su abandono. El reconocimiento anualmente de ser España la potencia administradora de un territorio no autónomo, supone una llamada de atención a ese deber incumplido por España, al abandonar el Sáhara, de organizar el referéndum de autodeterminación.

Diego Camacho
Diego Camacho

Esta situación genera un desgaste y desprestigio permanente para España. En definitiva es nuestra nación la que por su incumplimiento internacional ha facilitado que durante tres generaciones los saharauis no hayan logrado ejercer su derecho. Mientras Marruecos intenta ampliar su territorio a costa de un pueblo nómada y Francia y EEUU valiéndose de la endémica debilidad diplomática española, hoy como ayer, ejercen de grandes potencias en la feria de las vanidades internacionales.

¿Qué le impide al gobierno español reclamar para sí el papel que la ONU le asigna anualmente? Sencillamente, su sometimiento a los intereses franceses y norteamericanos. No me cabe duda que el atreverse a formularlo, primero, y luchar por ello después pondría la base en la recuperación de ese prestigio internacional, perdido desde 1975. España como miembro no permanente del Consejo de Seguridad tiene el foro idóneo y la obligación histórica de intentarlo.

N. de la R:
El autor es Coronel del Ejército y Licenciado en Ciencias Políticas.