Mi Columna
Eugenio Pordomingo (23/12/2011)eugenio-pordomingo
Cuenta el Génesis que el Faraón tuvo que recurrir a José para que le interpretara un sueño que había tenido acerca de siete vacas flacas y feas, y otras siete vacas gordas y hermosas, en el que las primeras se comían a las segundas, así como una serie de penurias que en su reino acontecían. Hoy, nuestros sueños se han esfumado -ni la Lotería nos toca-, vivimos una realidad tan real y palpable que no necesitamos ni a José ni a Freud para que la interpreten.

Por ejemplo, leo en el digital  Lostiemopos.com que la «Policía británica podrá utilizar armas de fuego en futuros disturbios». La noticia alude a «erminadas circunstancias durante disturbios como los ocurridos en Inglaterra en agosto pasado, según concluye un informe oficial«.

El referido informe, elaborado por el Cuerpo de Inspectores de la Policía, que supervisa la actividad policial, afirma que «las fuerzas del orden tendrán justificado disparar en función de la inmediatez del riesgo y la gravedad de las consecuencias». Y apostilla con un condicional: «podrán hacerlo cuando un incendio intencionado pone en peligro la vida de personas, como ocurrió durante los disturbios de Londres en el caso de fuegos en locales comerciales situados debajo de viviendas».

Los parlamentarios británicos han calificado como «peligrosos e indiscriminados» esos métodos «disuasorios» y «preventivos» de supuestos males mayores. Sin embargo, el informe de la policía, divulgado el pasado martes, trata de justificar que la acción propuesta (disparar) «puede ser útil contra agitadores que lanzan bombas de petróleo u otros objetos que pongan en peligro a otras personas». El informe indica que esa decisión tiene como objetivo «detener ataques violentos contra los ciudadanos». Irrefutable  argumento que mina y socava cualquier posible crítica.

Antes, hace ya varios años, las dictaduras se excusaban a posteriori. Los argumentos para tratar de justificar la muerte de un huelguista, generalmente calificado como revoltoso, delincuente o revolucionario, se referían a que el «incidente» se había producido a «consecuencia de los disparos, hechos al aire, por las Fuerzas del Orden, cuando éstas, acosadas por un grupo muy numeroso y violento, se vieron obligadas a disuadir a los facinerosos». Los muertos o heridos parecía que volaban en vez de caminar.

Ahora, se «previene», por si acaso. Se acusa al que está predestinado a caer de que posee «armas de destrucción masiva», después se apiola al sujeto o sujetos; y más tarde, si la presión en la calle es fuerte, se reconoce, con voz queda, que los datos que «obraban en nuestro poder habían sido elaborados bajo premisas falsas». La explicación sirve para el caso de invasión de un país, la represión de una manifestación o para un «exceso de fuerza».  

Son métodos distintos para épocas distintas. Como digo, corren malos tiempos.