Nicolas Sarkozy y Bashar al-Assad

Internacional
George Emile Irani (17/7/2008)
EL PRESIDENTE SIRIO, Bashar al-Assad, ha sido recibido con todos los honores por su homólogo francés, Nicolas Sarkozy.

El hecho es noticia porque, hasta hace poco, la comunidad internacional había aislado al régimen sirio por su responsabilidad y participación en la desestabilización de Líbano, por su apoyo a grupos violentos como Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza, y por su amistad con el régimen de los mullahs en Irán. A ello habría que añadir las críticas de la administración Bush, que acusó al régimen de al-Assad de desarrollar una bomba nuclear con la ayuda de Corea del Norte, acusación que Damasco negó vehementemente.

En 2005, todas las especulaciones apuntaban a que los días en el poder del líder sirio estaban contados. Sin embargo, sobrevivió a diversos desafíos, tanto internos como externos, y aquí está otra vez, recibiendo aplausos cual actor relevante en el escenario de Oriente Medio.

¿Qué explica el retorno del autócrata bien formado, como le describió recientemente el diario francés Le Monde?

UNA HISTORIA DE AMOR Y ODIO
Bashar al-Assad tomó las riendas del poder después de la trágica muerte de su hermano Basil, a quien su difunto padre, Hafez al-Assad, le había estado preparando para sucederle.

Como buen aprendiz, Bashar al-Assad consiguió sortear los diversos campos minados de la política doméstica siria, así como aquéllos derivados de las rivalidades regionales. Una de las enseñanzas heredadas de su padre, precisamente, es que la mejor estrategia para garantizar la supervivencia del régimen consiste en agotar a los enemigos.

«Tras el asesinato del primer ministro de Líbano, Rafiq Hariri, en febrero de 2005, las tropas sirias tuvieron que marcharse del país después de casi treinta años de ocupación, lo que representó un duro golpe para el régimen sirio». Los sirios fueron invitados a Líbano por destacados líderes cristianos en 1976, para que les salvasen de los ataques de la coalición entre el sector izquierdista libanés con la OLP (la Organización para la Liberación de Palestina).

Las tropas sirias entraron en Líbano con la bendición de Estados Unidos e Israel. Ambos países estaban preocupados porque la guerra civil en Líbano podría distraer del proceso de paz entre Egipto e Israel, el cual estaba apoyado por los norteamericanos. Los sirios utilizaron a Líbano como un cómodo feudo gracias a las rivalidades entre los líderes de las facciones libaneses, cada uno pendiente de hacer méritos con el régimen en Damasco.

Sin embargo, tras el asesinato del primer ministro de Líbano, Rafiq Hariri, en febrero de 2005, las tropas sirias tuvieron que marcharse del país después de casi treinta años de ocupación, lo que representó un duro golpe para el régimen sirio.

Por entonces, el presidente Bashar al-Assad, preocupado por que Líbano se convirtiera en otra Cuba y una fuente de problemas para los intereses estratégicos sirios, claudicó.

LAS COMPLEJAS RELACIONES CON ISRAEL Y EL ACERCAMIENTO A IRÁN
Hasta hace poco, las negociaciones entre Siria e Israel estaban estancadas, por mucho que estuvieran cerca del alcanzar un acuerdo. Bashar al-Assad entendió que, para que su país recuperara el respeto internacional, tenía que abrir negociaciones indirectas con los israelíes. «Tras la invasión a Irak en 2003, Siria e Irán, temiendo una larga presencia norteamericana en la región, cimentaron su relación y apoyaron a los grupos violentos anti-occidentales». El régimen sirio pidió ayuda a Turquía, y los turcos, que gozan de buenas relaciones tanto con Israel como con Siria, se la prestaron. Ahora Francia se presenta para desatascar las negociaciones entre Siria e Israel, con el apoyo indirecto, si bien poco entusiasta, de Estados Unidos. Bashar al-Assad espera que la nueva administración en la Casa Blanca, a principios de 2009, auspiciará una relación más cálida entre Damasco y Washington.

Siria también ha mantenido sus relaciones cercanas con Irán. Los sirios habían apoyado a Teherán en su larga guerra contra el Irak de Sadam Hussein. Cuando Sadam Hussein invadió Kuwait, el presidente Hafez al-Assad envió tropas para apoyar los esfuerzos de la coalición occidental, con el fin de expulsar a las tropas iraquíes del pequeño Emirato del Golfo.

Después de la invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, Siria e Irán, temiendo una larga presencia norteamericana en la región, decidieron cimentar su relación y apoyar a los grupos violentos anti-occidentales en Irak y la región.

EL LEÓN DE DAMASCO HA VUELTO
Siria se enfrenta hoy a varios retos, como las constantes violaciones de los derechos humanos, ejemplificadas con la encarcelación de varios opositores al régimen.

En el año 2000, existían esperanzas de que Bashar al-Assad relajaría el férreo y brutal control que sus fuerzas de seguridad ejercían sobre el país. Pero la Primavera de Damasco, como se le llamó a aquel período, no duró mucho, y se terminó recurriendo a medidas represivas para aplastar cualquier participación pública en el proceso político.

El hecho ahora es que Bashar ha vuelto, con la ayuda de su amigo Nicolas Sarkozy. Y con su llegada, surgen también los interrogantes… ¿Se trata de un matrimonio de conveniencia? ¿Cuánto durará el retorno de Bashar? ¿Qué hará el día que decida retirar su apoyo de grupos como Hezbolá y Hamás? ¿Cómo impactará sobre las relaciones de Siria con Irán?

Todas las anteriores resultan ser preguntas abiertas buscando respuestas. Pero, por ahora, sólo hay una realidad indiscutible: ¡el León de Damasco ha vuelto!

M. de la R.
George Emile Irani, de origen libanés, dirige el Programa sobre África y Oriente Medio del Centro Internacional de Toledo por la Paz, con sede en Madrid. Es autor de «El Papado y Oriente Medio: el papel de la Santa Sede en el conflicto árabe-israelí» y de numerosos artículos científicos sobre Oriente Medio.

Este artículo se publica gracias a la gentileza del autor y de Safe Democracy.


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