Sin Acritud…
Cordura (11/8/2009)aguila-americana
Para comprender la actual situación iraní, hay que contextualizar. Con tal fin, nos remontaremos a unas décadas atrás para luego ir retornando al punto actual.

Golpe anglosajón contra la democracia iraní
A principios de los cincuenta del siglo XX, los británicos controlaban el petróleo iraní. Lo hacían a través de la Anglo-Iranian Oil Company (la más tarde llamada British Petroleum, hoy BP).

En agosto de 1953, un golpe de estado angloestadounidense, fruto de la «Operación Ajax», derribó a Mohamad Mosadeq, el primer ministro iraní, quien había sido elegido democráticamente dos años antes. El político persa se caracterizaba por defender la soberanía de su país frente al exterior y había osado nacionalizar el petróleo. Una vez depuesto, quedó encarcelado de por vida y el petróleo volvió a ser controlado por Occidente (ya no sólo por los británicos).

De este modo, los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, adalides de la democracia en el mundo, acabaron con una monarquía constitucional. Sin importarles, por ejemplo, que destacados iraníes de pasado pro nazi aún reciente, como el general Zahedi, ocupasen cargos prominentes en el régimen golpista. Ni que luego éste fuera sucedido por una larga dictadura del sha Reza Pahlevi, fiel aliado de esas potencias.

Revolución y república islámica
En febrero de 1979 triunfó la revolución iraní que echó al sha del poder. Participaron en ella diversos movimientos, desde liberales hasta marxistas pasando por islamistas de diferentes tendencias.

Fueron los chiítas de Jomeini quienes acabaron prevaleciendo, implantando una república islámica y, posteriormente, proscribiendo al resto de organizaciones políticas. En 1988 masacraron a buen número de militantes muyaidines e izquierdistas que habían contribuido a la revolución. Los primeros venían caracterizándose por perpetrar atentados terroristas que costaron la vida a varios dirigentes del régimen; pero los segundos, en particular los comunistas del Tudeh, no compartían esas prácticas y también fueron duramente reprimidos. A raíz de ello, el relevante ayatolá Montazeri, ya un crítico por entonces, se distanció definitivamente de Jomeini y perdió por ello su condición de sucesor de éste como «Líder Supremo» de la nación.

El jomeinista Musaví
El pintor y arquitecto Mir Hosein Musaví, actual líder de la oposición al presidente Ahmadineyad, fue el primer ministro del líder revolucionario Jomeini entre 1981 y 1989. Quien ahora es presentado en la prensa occidental, por lo general de manera implícita, como defensor de la democracia nunca se ha desmarcado de la república islámica ni del padre de la misma, el carismático Ruholá Jomeini. Quien estos días protagoniza la versión iraní dreza-pahlevie las «revoluciones de colores», verde en su caso, y al que la prensa del sistema llama «conservador moderado», no se anduvo con contemplaciones cuando fue corresponsable de la represión de los disidentes políticos durante los años en que era el brazo ejecutor, o más bien ejecutivo, del «Líder Supremo».

Es interesante mencionar que tampoco tuvo escrúpulos para involucrar a su país en el caso «Irán-Contra», por el cual su gobierno obtenía armas de su enemigo número uno, Estados Unidos, usando a «Israel» como intermediario (!!!), gracias a lo cual la superpotencia financiaba a la Contra nicaragüense y lograba que por medio de la influencia iraní fueran liberados rehenes norteamericanos en el Líbano. Hay que decir, con todo, que la inmoralidad mayor del «Irán-Contra» no fue tanto la iraní como la estadounidense.

Con tal historial, resulta llamativo que Musaví haya declarado estos días, en relación con el recuento parcial de los votos a que se ha comprometido el régimen iraní, que una comisión «nombrada por el Consejo (de Guardianes) no puede lograr una valoración justa». El candidato presidencial no ignora que dicho Consejo, una suerte de Tribunal Constitucional a la iraní, es el mismo órgano clave de la república islámica que, en virtud de sus competencias, le dio el beneplácito para presentarse a las elecciones. Y, por supuesto, el mismo que amparó la represión de años atrás, en la que participase destacadamente el propio Musaví.

Las revoluciones de colores
Características del aún joven siglo XXI son las llamadas «revoluciones de colores» (la «Revolución Naranja» de Ucrania, la «Revolución de las Rosas» de Georgia, la «Revolución de los Tulipanes» en Kirguizistán, etc.).

El esquema que siguen es bastante típico (ver, por ejemplo). Incluye movilizaciones supuestamente inspiradas en la no violencia (por lo cual a veces también se las llama «revoluciones de terciopelo», como la de Praga de 1989), amplia participación estudiantil, de ONG y de sectores de la clase media, identificación del movimiento con un color o con un objeto colorista (flores), creciente presión internacional, etcétera. Como herramientas, se hace amplio uso de Internet y de los mensajes (y vídeos) procedentes de teléfonos móviles.

La apariencia que dan es la de tratarse de movimientos ejomeinispontáneos, surgidos por lo general como reacción a la arbitrariedad de un régimen de corte autoritario. La realidad no coincide exactamente: la financiación y orquestación de estos «golpes suaves» desde Estados Unidos es ampliamente reconocida hasta por la prensa del Sistema (incluidos no sólo el británico The Guardian, sino también The Washington Post y The New York Times). No es extraño que cuando estas revoluciones triunfan, sus gobiernos sean tan afines a Occidente y sus políticas económicas tiendan a ajustarse a patrones propios del capitalismo neoliberal.

Lo que viene aconteciendo en Irán de unas semanas a esta parte se ajusta con bastante precisión al esquema indicado. Sin embargo, la realidad iraní parece demasiado compleja, tanto desde el punto de vista interno cuanto externo, como para permitir que sólo una revolución de colores pueda precipitar un cambio de régimen.

El cerco «democrático» al Irán de Jamenei y Ahmadineyad
En los últimos años, como parte de su campaña belicista para conquistar el mundo, los gobiernos anglosajones vienen sometiendo a un duro acoso al pueblo iraní valiéndose de infundios y medias verdades. Que si un supuesto programa nuclear bélico (desmentido, no ya por los inspectores de la ONU, incluida la marioneta Al Baradei, sino hasta por la propia CIA). Que si colaboración con los «terroristas» de Hamás y Hezbolá, pero lo dicen los mismos terroristas que invaden países (Afganistán, Irak…) y masacran a sus pueblos, los mismos que arman hasta los dientes a los terroristas de «Israel». Que si el régimen iraní viola los derechos humanos, pero los acusadores resultan ser no sólo los susodichos exterminadores de poblaciones civiles (¿no es el derecho a la vida un derecho humano fundamental?), sino además los promulgadores y defensores de la PATRIOT Act y otras leyes que conculcan los derechos del detenido, así como los torturadores de Guantánamo, Abú Ghraíb y las cárceles secretas de la CIA.

El cerco a Irán sigue en lo básico el mismo guión que siguió el asedio al Irak de Sadam Huseín, culminado con una guerra de agresión todavía vigente. A pesar de que ese guión se demostrase falaz en el caso iraquí (recordemos las célebres «armas de destrucción masiva»), respecto a Irán hasta la progresía, entonces más bien crítica, viene cerrando filas con el imperialismo aunque eso implique la gestación de nuevas agresiones contra todo un pueblo. Y viene haciéndolo desde que estaba Bush en el poder. ¿La excusa? Que el régimen iraní es «islamista radical». Incluso buena parte de la extrema izquierda queda, cuando menos, inmovilizada por esta excusa. De este modo se hace tributaria del Nuevo Orden Mundial nacido del 11-S, cuyo enemigo oficial es justamente el «islamismo radical». El chivo expiatorio capaz de concitar los esfuerzos «defensivos» de progres y antiprogres, así como la pasividad de un gran sector de la «izquierda real».

* * *

Para no alargar máobamas esta entrega, lo dejamos aquí. En la(s) próxima(s), analizaremos más detenidamente los hechos de estos días para ver, por ejemplo, cómo el seductor Obama se ajusta fielmente al guión establecido contra Irán. Subrayaremos también que la presente situación iraní refleja además serias discordias dentro del régimen, desprestigiado ya no sólo por la propaganda sino por las irregularidades electorales reconocidas por el propio Consejo de Guardianes. Y trataremos de extraer las implicaciones de lo que acontece para el futuro del pueblo iraní (éste, y no su régimen, es el que realmente nos importa, sin perjuicio de reclamar un respeto hacia la soberanía de ese país) y para la política internacional de nuestros días.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Cordura
, el blog de Juan Fernando Sánchez.


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