Enrique Oliva (22/9/2009)enrique-oliva
La Cumbre del G.20 del 24-25 de este  mes en Pittsburg exige una Suramérica unida, fuerte y bien instrumentada.

Dentro de tres días, los jefes de Estado del G-20 se encontrarán en Pittsburg (EE. UU.) sin nada novedoso ni positivo en las distintas posiciones de sus bloques. Las subvenciones y restricciones aduaneras no se detienen, ni siquiera entre las grandes potencias que quieren seguir aplicando políticas proteccionistas pero negándoselo a la competencia. Las nacionalizaciones e intervenciones estatales en primerísimos países del capitalismo salvaje continúan en plena crisis, y a todo esto se sigue llamando «libre mercado» ¿O no?

Washington agrega a su ya larga lista, la elevación de tasas a la importación de aceros europeos y automóviles y neumáticos chinos. Como lógica reacción, las naciones afectadas recurren a medidas similares. Cada cual esgrime sus «razones».

Es reconocido en estos momentos que, para encontrar soluciones a los problemas del comercio internacional, el poderoso G-7, o más bien G-8, porque en la práctica incluye a la Confederación Rusa, no es el ámbito adecuado. Sus integrantes tienen argumentos y visiones similares En cambio, en el G-20, se mezclan grandes y medianas naciones y hay mayores posibilidades de discutir las diferencias existentes y buscar salidas. Sin embargo, los acuerdos se vislumbran como muy difíciles.

Hoy el choque de intereses es muy agudo. Los grandes países industrializados siguen aspirando a ser un inamovible taller; avaros acaparadores de tecnologías de punta, aspiran a  reducir a la mayoría de países a la condición de granjeros proveedores de materias primas y compradores de productos manufacturados. Lo peor es que están probando ser capaces de no detenerse ante cualquier extremo, como es el caso de las sangrientas y destructivas ocupaciones de Irak y Afganistán en busca de petróleo y gas.

Los medios de las mayores potencias reflejan, como si fuera lo más relevante a discutir en Pittsburg, el tema de las escandalosas retribuciones que se asignan los ejecutivos de empresas, aun cuando sus conducciones hayan generado pérdidas y llevado en buena medhillary-clintonida a la crisis actual. Entre quienes están acordes en no fijar límites, increíblemente se inscribe China. Más lo verdaderamente importante es definir las investigaciones y regulaciones de las instituciones bancarias y el combate real contra los delictivos paraísos fiscales en manos de los estados más ricos. De eso ni se habla y es fácil suponer que todo seguirá igual, aunque lo maquillen.

Provocaciones de discordias en Suramérica
Hechos recientes están calentando el ambiente. La cuestión de las bases colombianas cedidas a Estados Unidos trae complicaciones. Álvaro Uribe se agranda y provoca a su igual Lula da Silva declarando no temer a sus «juguetitos», como llama al anuncio de compras de armas en Europa para defender su soberanía en la amenazada Amazonía

La secretaria de estado yanqui Hillary Clinton, luego de recibir al mandatario Tabaré Vázquez anunció que Uruguay y Estados Unidos comparten diferencias con el presidente Hugo Chávez. No faltan algunos que atribuyen también a Uribe crear condiciones conflictivas denunciando connivencias con las guerrillas, el narcotráfico y la provisión de armas de guerra a los rebeldes colombianos, por parte de mandatarios suramericanos democráticamente elegidos.

Contrario a lo supuesto, Buenos Aires y Brasilia anunciaron ayer que altos funcionarios argentinos y brasileños se reunirán antes de ir a la Cumbre del G-20 para consensuar problemas comerciales entre ambas naciones, cuyo intercambio ha caído un 40 por ciento a raíz de la crisis. Asimismo, esto implicaría llevar posiciones comunes a Pittsburg.      

Lo prioritario es el Unasur
Los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín lo tenían bien claro: en primer lugar concretar la unidad de las Provincias Unidas de Suramérica, así llamadas en el juramento de fidelidad de los delegados al Congreso de Tucumán de 1816, declarando la independencia. Concurrieron en especial los integrantes del ex Virreynato del Río de la Plata, y después ampliarla a las demás naciones. Por eso el prócer venezolano convocó al Congreso de Panamá, cuando la región del istmo era parte de Colombia, al que no invitó a Estados Unidos. Ese encuentro se concretó en la década comenzada en 1820, es decir, más de medio siglo antes de inventarse otros entes de distintos nombres que culminaron en la Organización de Estados Americanos (OEA) con asiento en Washington. Su ineficacia está a la vistas; basta recordar su nefasto papel en la guerra de Malvinas.

El presidente Juan Domingevo-morales-y-lula-da-silvao Perón, más realista aún, quien habló varias veces de un posible universalismo del futuro, el gobierno del universo, sin embargo decidió empezar por el ABC (Argentina, Chile y Brasil), El pensaba en sus amigos nacionalistas Getulio Vargas de Brasil y el general Carlos Ibáñez del Campo de Chile. Pero fuerzas poderosas externas se unieron para hacer fracasar el proyecto.

Hoy el UNASUR ha arrancado con vida política, pero debe crecer con la moneda, nacionalidad y fuerzas armadas bien coordinadas para la defensa común. Si aprendemos a caminar juntos, en no mucho tiempo Suramérica, la Patria Grande, será una gran potencia rica y respetada, libre de colonialismo; en el camino irá incorporando a otros pueblos.