rubalcaba-y-rajoyMi Columna
Eugenio Pordomingo (8/11/2011)
Durante varias semanas hemos tenido que aguantar los intensos, tediosos  y soporíferos  bombardeos acerca del «debate» entre los líderes del PP y PSOE, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Pocos días antes de ese debate, el mismo bombardeo, pero con distintas armas letales para nuestras neuronas. Le tocaba el turno a los expertos – «sacamantecas» los llamó hace años el sempiterno diputado Alfonso Guerra-; ellos se dedicaron a ilustrarnos sobre el color de la camisa, traje o corbata que deberían ponerse los contendientes; o sobre la postura física más idónea que era más conveniente adoptar. Las cadenas de televisión y radio -hubo algunas excepciones-  rememoraron los debates entre González y Aznar; sobre el de Zapatero y Rajoy; pero la estrella con la que nos restregaron una y otra vez, fue el rey de los debates -por supuesto, estadounidense-, habido entre Robert Kennedy y Richard Nixon.

Unos días antes del debate entre Rajoy y Rubalcaba, supimos del elevado costo de ese encuentro pactado de espalda a los sumisos electores. Nada más y nada menos que 550.000  euros. Se argumenta, tratando de minimizar el dato, que el de Zapatero y Rajoy supuso 900.000 euros.

Dos días antes del «debate», supimos por la prensa que el costo se iba a incrementar en más de 50.000 euros debido a un catering y transporte para los invitados de la Academia de la Televisión. Eso sin contar los miles de euros que tanto el PP como el PSOE gastaron en asesores, almuerzos, dietas, etc., etc., que, por supuesto, va a cargo del bolsillo de los ciudadanos.

El «debate» fue insulso, pactado y antidemocrático, además de una burla a los ciudadanos.  En primer término, fue antidemocrático, pues las elecciones generales en España no son presidencialistas, sino al Congreso de los Diputados. Con esto quiero decir, que en ese debate debían haber participado otros líderes políticos. Queda así evidenciado un bipartidismo impuesto durante la transición por fuerzas foráneas.

El «debate» estuvo pactado, lo que añade más carga antidemocrática al asunto. No sólo se pactó el mobiliario, la altura de las sillas y la mesa, el minutaje, etc., etc., sino los temas que no se debían tocar. Y así fue. Por ejemplo, no se habló para nada de la corrupción que asola nuestro país. No se habló de la urgente y necesaria reforma de la Justicia, valorada -según todas las encuestas-  muy negativamente por los ciudadanos. No se habló de la actual ley electoral, nada representativa. No se habló de la urgente necesidad de eliminar los 17 defensores del pueblo (uno por cada Comunidad Autónoma), de las más de 200 televisiones autonómicas y municipales. No se habló nada de los privilegios de diputados y senadores, ni de eliminar el aforamiento para sus Señorías.

Tampoco debatieron los dos contendientes, Rajoy y Rubalcaba, sobre la barrera antimisiles que Estados Unidos ha montado en Rota, sin que el gobierno de Zapatero haya consultado al pueblo español; ni se molestaron en tratar  la participación de nuestro Ejército en el ataque y destrucción de Libia, ni de nuestra presencia en la guerra de Afganistán, ni en otras partes del mundo.

Se obvio que no les preocupa a ninguno de los dos líderes políticos, por ejemplo, la sumisión a Marruecos y el abandono a su suerte del pueblo saharaui. También se olvidaron -más bien pactaron- no tratar de la ex colonia de Guinea Ecuatorial, ni del vergonzoso apoyo del Gobierno de España al dictador Teodoro Obiang Nguema.

Ni de puntillas se atrevieron a mencionar el peligro del asentamiento en España de un islamismo radical, al que de una u otra forma subvenciona el Estado español.   

No mencionaron ni de pasada la vergonzosa entrega de las Cajas de Ahorros a los tiburones de la banca. Ni un minuto mereció su atención, tratar sobre el FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), que ha entregado a bancos con problemas -casi todos- miles de millones, sin que el ciudadano sepa qué entidades se han dado, a qué bancos las han recibido,  ni cuándo las van a devolver.

Sobre ETA, un tupido manto se extendió en el debate. Todo perfecto. Uno y otro –Rajoy y Rubalcaba– ofrecieron su ayuda al partido que gobierne España en los próximos años. Pero, el peligro está ahí, esperando agazapado.

Lo primero que debían haber hecho  los dos contertulios era haber lamentado la muerte en combate de Joaquín Moya Espejo, sargento primero del Ejército español. Pero de la guerra y de sus nefastas consecuencias, mejor es no hablar.

En fin, la lista de silencios fue muy larga.

Repito, el debate fue insulso, pactado y antidemocrático. En definitiva, una auténtica burla a los pobladores de este país llamado España.