España
Manuel Funes Robert (26/3/2012)constitucion-de-1812-la-pepa2
«La religión de la Nación española es y será  la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra».
Constitución de Cádiz 1812,
CAPÍTULO II
De la religión.
Art. 12.

El mundo político militar de los primeros 30 años del siglo XIX está lleno de paradojas. Así, España vence a Francia en los campos de batalla y Francia vence a España en el mundo de las ideas.  Napoleón legitima su paso por la Historia por haber sido el instrumento de facto para expandir por el mundo los ideales de la Revolución Francesa, esa revolución cuyo día más bello según Mirabeau, es el 4 de agosto de 1789, cuando la Asamblea Francesa proclama los Derechos del Hombre y del ciudadano y elimina del mapa político los privilegios nobiliarios, cuyos títulos respeta siempre que se ponga delante una ex.

Observemos que Napoleón en Madrid, concretamente en el Palacio de los duques del Infantado en Chamartín, elimina de un plumazo  al Santo Oficio, manteniendo la vigencia y el respeto por la Iglesia, en cuanto se reduzca la ámbito de la fe y las costumbres, pero sin condicionar la vida civil con unos crímenes que han durado desde 1385, cuando el papa Sixto IV crea la tristemente famosa institución. En ese periodo, manda a 30 000 herejes a la hoguera. Se entendía por herejes en aquel tiempo a los que afirmaban o daban muestras de creer, por ejemplo «que la fe bastaba para salvarse». Esta página negra de la Iglesia como institución humana sembrará las bases de la reacción protestante.

Pues bien, la constitución de 1812 acierta al escoger lo mejor de las tendencias en boga y proclama las libertades nuevas con un respeto a las Iglesia Católica, que llama la atención por su radicalismo. En efecto, el articulo12 del Capitulo Segundo dice «que la Religión de España es y será la Católica, Apostólica y Romana, única verdadera», afirmación que no consta en ninguna de las declaraciones políticas liberales de aquella época.

Pero al mismo tiempo mantiene la prohibición del Santo Oficio, institución ésta que para la defensa del tesoro de la fe imponía la confiscación de todos los bienes de los presuntos herejes. Y así llegó a acumular tal cantidad de bienes que hubo que crear un cuerpo administrativo encargado de la administración de «los familiares del Santo Oficio». De modo y manera que mientras Cádiz se defendía con las armas del acoso francés se aceptaba ampliamente el ideario político que había dado fundamento al referido cerco.

En la Historia de la Iglesia junto al aluvión de santos aparecían figuras como Torquemada, el primer inquisidor español. El Papa enviaba correos con el derecho a poner bajo su autoridad que tenían la capacidad de someter a todas las autoridades civiles propias de la región donde llegaban. Era la época que dio motivo a la siguiente frase de Voltaire: «…y después de unas devotísimas oraciones los quemaron vivos a fuego lento con lo cual los Reyes quedaron muy edificados». Voltaire describía un auto de fe en Sevilla de 1562.

Estamos viendo la lucha entre el principio absolutista, que vuelve a Europa tras el Congreso de Viena de 1830 y que se acaba imponiendo a favor del liberalismo. Lo paradójico es  que como hemos dicho, en ningún texto liberal se llegó tan lejos en proclamar el ideal religioso al que se atribuye el carácter de única religión verdadera.

La Pepa  elimina la Inquisición que después de eliminarla Napoleón, Fernando VII la había restablecido y que después fue anulada ya definitivamente en tiempos de Isabel II. Es un detalle que el radicalismo en la interpretación del catolicismo no había tenido igual en la Historia Moderna.