Sáhara Occidental
Ana Camacho (8/3/2012)
Si Hillary Clinton fue a Rabat sin más objetivo que hacer el paripé, lo que adquiere importancia en su gira magrebí y la pugna entre Marruecos y Argelia por ganar sus favores, es su encuentro en Argel con el presidente Abdelaziz Buteflika. ¿De qué hablaron?
Puede que hablasen de la situación en Siria, respecto a la cual Argelia mantiene una posición muy distinta a la de Marruecos, situado inequívocamente del lado de los partidarios de una intervención exterior contra Bachar el Asad; puede que tratasen de la rebelión tuareg que ha puesto en serios aprietos al Gobierno de Mali y situado de nuevo a Argel en un papel clave de mediador entre Bamako y los grupos que integran el movimiento del Azawad. Lo normal es que también hubiesen hablado de la lucha contra el terrorismo yihadista y, por supuesto de la situación en Túnez o Libia. Pero, sin duda, de lo que no pudieron dejar de hablar fue de la cuestión del Sáhara Occidental.
Oficialmente, ni siquiera se puede confirmar que hayan tocado el tema (ni rastro en las informaciones del Departamento de Estado). Pero, si en Marruecos Clinton habló del Sáhara Occidental, cómo no lo iba a hacer en Argel. Era inevitable si de verdad el objetivo de su gira por el Magreb, como habían dicho en Washington, era lograr avances en la cooperación entre los estados de la región y, en concreto, en el todavía incierto deshielo entre Rabat y Argel. Más aún si tenemos en cuenta que está a punto de celebrarse una nueva ronda de negociaciones entre Marruecos y el POLISARIO bajo la égida de la ONU en Manhasset (EEUU), en las que Argelia, al igual que Mauritania, asisten como observadores y juegan un importante papel como países vecinos.
En las actuales coordenadas de la política magrebí, cuando los diplomáticos y políticos aluden a avances en la cooperación e integración magrebí, de lo que están hablando en concreto es de la reapertura de la frontera terrestre entre Marruecos y Argelia.
Dentro de esta lógica, el llamamiento a “ambas partes” para que avancen en la construcción de la UMA (Unión Árabe Magrebí), hay que traducirlo como una petición al Gobierno de Argelia para que ceda al discurso con el que Marruecos y sus aliados presionan para que deje de condicionar la reconciliación (apertura de fronteras) a una solución del conflicto del Sáhara acorde con el derecho internacional. El propio Departamento de Estado explica en sus documentos básicos que “la disputa del Sáhara Occidental sigue siendo el principal impedimento para la integración regional y objetivos de desarrollo así como las relaciones entre Marruecos y Argelia”.
Hace unos meses el ministro de Exteriores argelino Mourad Medelci respondió con un misterioso “Por qué no? a la pregunta sobre la posibilidad de que Argel cambie su tradicional postura y abra las fronteras sin que se haya resuelto el asunto del Sáhara Occidental. Pero en las últimas semanas, tras los intercambios de visitas entre Rabat y Argel, varios políticos y miembros del Gobierno argelino han desmentido los rumores de que se esté preparando este tipo de giro. Sus palabras han sido muy tajantes: no va a haber una reapertura de las fronteras sin un una “base sólida“ o un “acuerdo global“. Es decir, han reiterado la postura de la inflexibilidad.
EL OPTIMISMO DE HILLARY CLINTON

Ana Camacho
No hay que extrañarse de que una de las preguntas que le hicieron a Hillary Clinton en una entrevista en la televisión marroquí fuese su opinión sobre si en Rabat pueden confiar en la sinceridad de los recientes gestos de reconciliación de Argelia. Hillary Clinton puso el pie en el acelerador del optimismo y contestó que confiaba en una próxima reapertura de la frontera marroquí-argelina. Y, tras mencionar las próximas negociaciones en Manhasset, aseguró que en su encuentro con Buteflika había quedado impresionada por la convicción con que el presidente le había asegurado que está buscando una vía en este sentido.
Clinton no dio pistas de si lo que está sobre la mesa argelina es una de “bueno, vale”, con vuelta a la vieja fórmula (anterior al cierre de fronteras) de dejar el Sáhara a un lado mientras se habla de economía e intercambios entre vecinos (perdiendo sin embargo, una importante baza de presión sobre Rabat). Otra posibilidad: que se esté preparando algún cambio en la dinámica con la que, desde 2007, las reuniones en Manhassat finalizan con un monótono y trágico “continará”.
N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Ana Camacho, periodista, activista intelectual y física, de los derechos humanos, además de secretaria de la asociación APPA (Asociación para el Progreso de los Pueblos de África), que también e puede leer en su página de Internet En Arenas Movedizas.