España/Europa
Manuel Funes Robert (2/4/2012)ecofin
Ha sorprendido positivamente a todos los que vemos la solución en la expansión y no en el ajuste las declaraciones de los responsables del Ecofin, ahora en manos austriacas, de que el fondo de refinanciación de 800.000 millones de euros se va a nutrir nada menos que por 500.000 millones con dinero nuevo, esto es, con la acción directa de la impresora de billetes.

Surge la pregunta inmediata: si esa impresora trabajara unas horas más, podría producir el dinero suficiente para liquidar las deudas soberanas, evitando a los países la maldición del ajuste con medidas que no solo no son necesarias sino contraproducentes porque disminuyen la capacidad contributiva de las poblaciones.

Esta solución, incruenta, eficiente y sencilla no se había tomado hasta ahora por una mezcla de ignorancia sobre lo que es el dinero moderno con los intereses financieros privados cuyo negocio básico reside en el dinero escaso y caro. La crisis que padecemos la ha creado la reforma monetaria arteramente aprovechada por dichos intereses privados cuya existencia depende de que el dinero sea escaso y caro. Y con dicha reforma monetaria lograron sustituir la soberanía de doce bancos centrales por uno solo, que al caer en sus manos han conseguido frenar la oferta monetaria en un continente, invocando obsesivamente el miedo a la inflación, que ligan intencionadamente al dinero abundante y barato, al dinero de mas y nuevo, siendo así que todo el dinero circulante ha sido mas y ha sido nuevo alguna vez. Y aunque ahora se está girando en la dirección correcta, el BCE no lo hace con la intensidad suficiente, como lo prueba el hecho de que los países, queriendo equilibrar sus presupuestos apelan de continuo a más endeudamiento, como es el caso de España donde las emisiones de deuda se suceden un día sí y otro también.

La reforma laboral tiene sus razones tanto en el PP como en el PSOE. En un caso, regidos por la idea de reducir cargas empresariales y en otros por apoyarse en la creación de estímulos empresariales. Pero en ambos casos, los efectos buscados son intrínsecamente inciertos, pues no sabemos hasta que no se haga la experiencia cuanto y cuantos empresarios van a seguir la conducta que se pretende crear con la eliminación de obstáculos. Esperamos que la alusión de la presidenta citada quite el miedo a la solución más incruenta y más barata que cabe imaginar: el dinero nuevo.