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Andrés Soliz Rada (18/6/2014)
En momentos en que parece imposible evitar catástrofes ecológicas por la contaminación ambiental y el cambio climático, emerge, como una de las pocas propuestas racionales, la de fortalecer a las naciones continente, a fin de neutralizar la dictadura de la Banca mundial y de sus paraísos fiscales.

La idea bolivariana de nación continente fue reinventada por la “Generación del 900”, a través, de  Rodó, Ugarte, Vasconcelos, Ingenieros y Palacios, quienes  actuaron en los primeros lustros del Siglo XX. Su prédica tuvo eco en la Reforma Universitaria de Córdoba, de 1918, la que abrió el camino del MERCOSUR, UNASUR, el ALBA y la CELAC.

En esa visión panorámica se tiende a olvidar el papel de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), fundada en México, en 1924, por el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, en la renovada demanda por construir la Patria Grande. El aprismo fue el primer movimiento en América Latina que convocó a multitudes identificadas con el ideal bolivariano.

En efecto, en acto político, al que asistieron alrededor de cien mil personas, realizado en la Plaza “San Martín”, de Lima, el 15-08-1931, para proclamar la candidatura presidencial de su líder, flamearon banderas de Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Ecuador, Colombia, Panamá y de las demás repúblicas del continente balcanizado, junto a la bandera indo americana, creada por Haya.

Si bien estos hechos han sido registrados por investigadores como Jorge Basadre y Luís Alberto Sánchez, ha correspondido al académico argentino, Marcelo Gullo, destacar en su libro : “Haya de la Torre: La Lucha de la Patria Grande” (Editorial UNLa, Buenos Aires, septiembre de 2013), la importancia actual de las tesis y fuentes ideológicas del aprismo. La investigación de Gullo se inicia en 1918, cuando Haya es elegido Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, y termina en 1931, año en que,  a su juicio, se completa el perfil ideológico del APRA.

Haya recoge la defensa de la identidad de nuestra América, proclamada por José Enrique Rodó. Asimila de Manuel Ugarte la urgencia de unir a nuestros Estados DES unidos de centro y Sudamérica para contener la expoliación de los EEUU del norte. Hace suyo el valor del mestizaje como eje aglutinador de la América morena, proclamado por José Vasconcelos. De Alfredo Palacios adoptó sus sugerencias de unificar programas de enseñanza, oficinas aduaneras, crear una ciudadanía común y desarrollar una similar democracia antiimperialista.

Ugarte fue el mentor ideológico de la gesta universitaria de Córdoba, la que a través del APRA se convirtió en fuerza política en el Perú, para luego servir de guía a otros movimientos nacionales en la región, como el peronismo argentino y el “emenerrismo” boliviano.

El APRA se inspiró también, dice Gullo, en el Kuo Ming Tang, el vasto movimiento de liberación chino, dirigido por Sun Yan Sen, del que recogió la importancia de articular a las clases oprimidas por el imperialismo. El APRA tuvo que enfrentar a la Tercera Internacional Comunista que lo condenó por no plantear la dictadura del proletariado.

En junio de 1929, la primera conferencia comunista latinoamericana, reunida en Buenos Aires y financiada por Moscú, rechazó el ideal de “Patria Grande” y llamó a la formación de las repúblicas étnicas quechua y aymara, en el Perú, y de 13 Estados indígenas en  Bolivia, totalmente independientes, como lo hace hoy el ultra indigenismo, financiado por las ONGs.

Simultáneamente, el notable intelectual peruano, Carlos Mariátegui, discrepó con Haya en la valoración de la “Generación del 900”. Tampoco respaldó las propuestas industrialistas de Ugarte, para las que, en su opinión, su país no estaba preparado.

Sin embargo, mientras Ugarte defendió el neutralismo en la Segunda Guerra Mundial, el APRA prefirió sumarse al bloque imperialista “democrático” encabezado por Washington. Este es otro antecedente que hace de la investigación de Gullo un libro de lectura obligatoria en la turbulenta América bolivariana de hoy.