Mi Columna
Eugenio Pordomingo (24/6/2014)
La coronación o proclamación de Felipe VI ya ha sido. Desde el pasado 19 de este mes él ¡ya es Rey!, y ella, reina consorte. ¿Han notado ustedes algún cambio? Seguro que no; ni lo van a notar. Bueno, sí; lo vamos a sentir y a padecer. Pero no debido a los nuevos detentadores de la corona, sino porque todo continúa igual, o sea, a peor. PP y PSOE, los partidos políticos periféricos, los sindicatos mayoritarios, las grandes corporaciones constructoras y la banca siguen y seguirán, al menos durante tiempo, en los mismos pedestales; en las columnas del hedonismo, de la prepotencia y de la impunidad. Y encima ahora tienen de nuevo a los medios de comunicación en una piña, en un “Pacto de Silencio”, como el que logró Juan Carlos I.
La renuncia de Juan Carlos a seguir siendo rey –una de las causas la vamos a conocer quizás mañana- hecha a toda prisa y sin que casi nadie conociera sus intenciones, a pesar de lo que dijeran ya consumado el acto, ha puesto en marcha la liturgia, los ritos, del régimen. Empresarios genuflexos hechos al calor de las bondades del sistema; políticos de tres al cuarto; editores de medios de comunicación preocupados por mantenerse y pendientes del oportuno crédito bancario para proseguir su labor, y altos funcionarios de la Administración del Estado (instituciones), a la espera de promoción, se han sumado al toque de corneta para apuntalar las columnas carcomidas del continuismo.
La proclamación de Felipe VI, de la que todavía no sabemos lo que costó, se ha hecho con escasa participación del pueblo llano, con poca gente en las calles agitando banderitas y con excesiva prohibición de portar insignias, banderas o cualquier simbología republicano.
Felipe VI ha iniciado su andadura con un discurso bonito, “redondo” se atrevió a decir Elena Valenciano, a la que le ha tocado la “bolita de la suerte” de ser eurodiputada. Pero ahí queda todo, en la lectura de un papel. ¿Acaso Felipe VI va a devolver los derechos robados por los recortes? ¿Acaso él va a poder reducir el paro y la huida de nuestros jóvenes en busca de mejores caladeros? ¿Va a ordenar Felipe VI la apertura de los comedores escolares en verano para que los niños puedan coman al menos ¡una vez al día!? ¿Va a poner medios para que regresen los científicos españoles que se han ido a Estados Unidos, Alemania o Israel en busca de un salario digno y medios para proseguir sus investigaciones?
¿Va a hacer algo Felipe VI para que se agilicen las casi 2.000 causas pendientes sobre corrupción en las que los actores principales son políticos y empresarios? ¿Acaso podrá influir para que a los afectados por el engaño de las preferentes les sean devueltos sus ahorros afanados por auténticos trileros?
La lista de demandas es muy larga, que nadie se queje si su caso no aparece aquí. Me solidarizo con su protesta.
Yo creo tener la certeza de que las cárceles van a seguir cerradas –o sea, que no van a entrar- para aquellos que han esquilmado al erario público y atentado contra sus congéneres. Puede, eso sí, que si el juez instructor José Castro imputa de nuevo a la infanta Cristina, hermana de Felipe VI, como apuntan todos los indicios, éste “deje hacer”, cosa que no ha hecho el otro rey, su padre. La nueva imputación a Cristina es por fraude fiscal, pero ella, su esposo, Iñaki Urdangarin, y su prole, se encuentran viviendo en Suiza, donde, ya se sabe, el chocolate, los relojes y los defraudadores son productos de consumo delicatessen.
Salvo algún gesto, el discurso del nuevo rey fue el habitual, el esperado, generalidades y poco más. Para que no cunda la crítica y nadie se moleste veamos unos ejemplos.
En la lectura de su discurso ante las Cortes españolas, Felipe VI calificó el reinado de su padre como “excepcional” y que le deja un “legado político extraordinario”. Salgan a la ventana, inspiren, lean alguna prensa del día o escuchen la radio, miren su frigorífico, su cuenta bancaria y su tarjeta sanitaria. Reflexionen.
En otro de sus párrafos, el nuevo rey dijo acerca de su cometido lo siguiente: “un rey que ha de respetar también el principio de separación de poderes”. ¿Nadie le ha susurrado en su real oreja que tal separación no existe, que se la cargó Felipe González y que ningún otro presidente ha querido alterar la situación? ¿Acaso no ha leído en la prensa las peleas entre los dos grandes partidos y los nacionalistas para conseguir un magistrado de su onda en el CGPJ, el Constitucional, en la Audiencia Nacional o…?
En su discurso Felipe VI dijo que iba a “velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente”. La verdad es que el cuerpo me pide decir que parece que se está cachondeando de nosotros, pero por respeto lo obvio.
Habló, como siempre hacen todos los que mandan en un país, de la unidad, y me parece bien, pero ya veremos cuando empiece su gira costera. Menos mal que mencionó “países iberoamericanos” y no dijo America Latina o Latinoamérica, como gustan de decir tantos analfabetos y analfabetas que asientan sus posaderas en cadenas de televisión, radio y prensa.
A los tres días de ese discurso comenzaron las “marchas de la dignidad” en toda España; hoy hemos sabido a través del Informe Anual de UNICEF que en España hay 2.306.000 niños que viven en el umbral de la pobreza, o sea que malcomen y malvisten. La educación, la salubridad y la sanidad van en la misma cesta. Somos –y eso no lo dijo Felipe VI– el segundo país de la Unión Europea en número de pobres y en desigualdad social. Y yo no aprecio intención alguna en reducir esas tasas. Mal futuro nos espera, a pesar de que los grandilocuentes discursos no aludan a ello.
No hay duda que la herencia que recibe el nuevo rey es corrupta y muy distinta a la que le presentan los que doblaron su cerviz, con enorme peligro físico para su integridad, en el ágape ceremonial de la proclamación.
Al nuevo rey se le presentan enormes problemas, entre ellos la ampliación de la demanda que el ciudadano Albert Solá, supuesto hijo biológico de Juan Carlos, ha puesto ante la Audiencia de Madrid.
En fin, mientras se busca a toda prisa y con el mayor consenso posible el aforamiento del padre de Felipe VI, que sigue siendo rey de España y mantiene la Zarzuela como su residencia oficial, yo espero que los aciagos días que nos esperan a los españoles se nos hagan cortos.
Noticias relacionadas:
Etiquetas:
Albert Solá, corrupción, Eugenio Pordomingo, Felipe VI, hijo biológico, Juan Carlos, Mi Colunmna, paro, proclamación, rey Espana, Zarzuela