España
José Mena Aguado (25/4/2015)
Jamás pensé comprar el libro de Bono “Diario de un Ministro”. Entre otras razones, para no contribuir al enriquecimiento personal del autor, aunque intuyo que no necesita de mi contribución. También pensé, en un principio, guardar silencio porque hace bastante tiempo que pasé página del “caso Mena” y lo había guardado ya en el baúl de mis recuerdos. No obstante, un buen amigo me ha hecho llegar un ejemplar de ese Diario y he comenzado a leerlo a partir del “Viernes, 6 de enero de 2006: Estalla la bomba Mena en plena Pascua Militar”. A medida que iba leyendo le versión del ex-ministro mi asombro e indignación iban creciendo y, de no haber visto y sufrido en mis propias carnes los varapalos de la justicia cuando están en juego temas o personajes políticos influyentes, no hubiese dudado en presentar una querella. Rompo el silencio que me impuse porque algún lector del libro podría pensar que quien calla otorga, actitud de la que, conociendo a Bono se aprovecharía en el futuro.
Algunas de sus afirmaciones son tan graves e inciertas que, para rebatirlas, me obligan a extenderme más de lo que yo hubiese deseado. (Lo escrito en letra cursiva transcribe el texto del Diario).
7 de enero de 2006
Audiencia previa a la imposición de mi arresto
“Mena espera en mi antedespacho para cumplimentar la orden de presentarse que ayer le cursé”.
Yo no esperé en su antedespacho. Durante toda la espera estuve con el Jefe del Gabinete Técnico, en el despacho de éste, sin que en momento alguno apareciese el JEMAD (este detalle es muy importante por lo que explicaré más adelante). Es muy probable que no me hiciesen esperar en el antedespacho del ministro, como es habitual, porque en su despacho oficial estuviesen preparando y comprobando el equipo necesario para grabar mi declaración sin mi conocimiento ni consentimiento.
Transcurridos unos tres cuartos de hora, pasé directamente al despacho oficial del ministro, donde se celebró la audiencia.
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“Compruebo que el texto del discurso que pronunció este general, el que me ha remitido el JEME, está mutilado y no contiene lo más grave de lo que afirmó ayer en Sevilla.
Concretamente, faltan tres líneas. A través del JEMAD, hago que Mena declare si dijo o no la frase que yo escuché y que ahora no consta escrita. Manifiesta a Félix Sanz que no la pronunció. Escucho la cinta magnetofónica junto con el JEMAD y ambos comprobamos que Mena miente. Pido al JEMAD que vuelva a preguntar a Mena y le advierta de que «un teniente general de España no debería añadir a su falta de neutralidad la cobardía que supone mentir a un superior por miedo a sufrir un correctivo». Se reúne con él fuera de mi despacho y contesta cínicamente al JEMAD: «Si la cinta magnetofónica lo recoge, será que lo dije». ¡Viva la dignidad de este personaje!”.
Está tergiversada la secuencia de la audiencia y es falso su relato. Antes de la audiencia esperé en el despacho del Jefe del Gabinete Técnico, acompañado de éste, sin que apareciese el JEMAD en momento alguno para decirme que “faltaban tres líneas” en mi discurso escrito.
En ningún momento de la audiencia se hizo referencia a la ausencia de estas tres líneas en el discurso escrito; ausencia que, si a juicio del ministro era lo más grave del discurso, tendría que haberlo comentado en algún momento de la audiencia, y si yo lo hubiese sabido con anterioridad lo habría aclarado, porque el asunto no tenía mayor trascendencia, como explicaré más adelante. La grabación que se efectuó subrepticiamente puede corroborar mi versión.
Finalizada la audiencia, esperé durante casi dos horas la notificación del arresto en el antedespacho del Director del Gabinete Técnico, acompañado en todo momento por un funcionario del Ministerio. En ese espacio de tiempo apareció el JEMAD (tan sólo una vez) con la copia del discurso que anteriormente se me había mostrado y me dijo que había algunas diferencias entre lo que en él figuraba y la cinta que un periodista de Radio Nacional de España había grabado. Concretamente, en la grabación figuraba el siguiente párrafo: “Pero sí tengo la obligación de conocer los sentimientos, inquietudes y preocupaciones de mis subordinados y transmitirlos, como es habitual, a la máxima autoridad de mi Ejército, y hacerlos públicos, por expreso deseo de aquéllos”. En el ejemplar que tenía el ministro no figuraba «y transmitirlos, como es habitual, a la máxima autoridad de mi Ejército”, una sola línea que Bono calificó, como “lo más grave de lo que afirmé ayer en Sevilla”. ¡¡Sorprendente!!. Según me manifestó el JEMAD, el ministro pensó que el JEME hubiese podido eliminar esta frase. Expliqué al JEMAD que yo tenía en mi ordenador diferentes versiones del discurso, y que en una de ellas había suprimido esta parte porque no quería involucrar a nadie en él, como había manifestado ya en la audiencia previa. Por la urgencia con que se me pidió que enviase una copia del discurso remití, involuntariamente, el ejemplar en el que faltaba esta línea, por lo que el ministro tenía la copia que yo había remitido al JEME la tarde anterior, sin que éste hubiese modificado parte alguna, “haciéndome yo único responsable, tanto de lo dicho como de lo escrito”, con estas o parecidas palabras. En la parte suprimida no se faltaba a la verdad porque en la reunión del Consejo Superior del Ejército celebrada en octubre de 2005 había transmitido a la máxima autoridad de mi Ejército la preocupación que suscitaba el proyecto de Estatuto de Cataluña. Por tanto, es falsa la despectiva respuesta que me atribuye el ministro: «Si la cinta magnetofónica lo recoge, será que lo dije». El comentario final “¡Viva la dignidad de este personaje!”, refiriéndose a mí, me permite perder el respeto que merece un ex-ministro que se expresa en estos términos.
Por otra parte, la advertencia que quería hacerme llegar: «un teniente general de España no debería añadir a su falta de neutralidad la cobardía que supone mentir a un superior por miedo a sufrir un correctivo» no me fue transmitida por el JEMAD, tal vez porque intuyó que no iba a permitir que se dudase de mi palabra y se me tildase de cobarde y mentiroso, después de no haber faltado a la verdad en ningún momento y de haber mantenido una firme actitud en la audiencia sin sentir ni exteriorizar en momento alguno “miedo a sufrir un correctivo”. Recuerdo el final de mis alegaciones en aquella audiencia que, a buen seguro, estarán grabadas: “Cualquiera que sea la decisión que se adopte, aseguro que mi actitud será la que corresponde a un militar”.
Queda claro, y desmiente la versión de Bono, que la comparación entre la grabación y el discurso escrito la hicieron durante las dos horas que esperé para la notificación del arresto; que el JEMAD y yo nos vimos sólo una vez a lo largo de aquella mañana; y que este encuentro tuvo lugar después de la audiencia.
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“Recibo a Mena en el despacho oficial…… Permanecemos en pie; el JEMAD, Félix Sanz, también en pie, detrás de mí; el general jurídico Pignatelli toma notas, sentado en mi mesa, para redactar un acta detallada de cuanto ocurra”.
No es relevante, pero no sucedió así. Cuando entré en el despacho del ministro fui recibido por él, el JEMAD y el General Adjunto al Asesor Jurídico del Ministerio. Tras el protocolario saludo se sentó el ministro en su mesa de despacho y yo frente a él, permaneciendo los otros dos de pie durante toda la entrevista, sin darme la posibilidad de contar con asistencia letrada de la que él disponía con la presencia de su Asesor Jurídico y el JEMAD. El General Jurídico no tomaba notas porque, al parecer, la audiencia estaba siendo grabada.
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“Le pregunto si alguien ha participado en la redacción del discurso o si alguien le ha invitado a hacerlo, y responde que no. Termino diciéndole que lamento sancionarle, pero que no tengo alternativa, lo cual le sorprende mucho porque seguramente esperaba un cese, pero no imaginaba el arresto”.
Difícilmente pude mostrar sorpresa por el arresto, que había sido decidido y aireado la tarde anterior, lo que pudo haber sido considerado, posteriormente, como motivo de invalidación.
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“Facilitamos una nota de prensa a los numerosos periodistas que esperan en el ministerio: “ARRESTO Y CESE DEL TENIENTE GENERAL MENA. …. La orden de arresto se la ha comunicado el jefe del Estado Mayor de la Defensa, don Félix Sanz Roldán”.
Otra de las numerosas inexactitudes. Alrededor de la una del mediodía apareció en el antedespacho el General Asesor Jurídico con el original y una copia del escrito en el que se me notificaba la sanción impuesta, firmando yo en el primero de ellos el «enterado» y quedándome con la copia en la que, curiosamente, faltaba la firma del Ministro, debido, posiblemente, a las prisas que éste tenía para confirmar a los medios de comunicación la sanción que, reitero, se había decidido la tarde anterior. Conocida es la debilidad que sentía y sigue sintiendo Bono por estar en candelero en cualquier medio de comunicación.
Fragmento de conversaciones con el Rey y con el JEME:
“…. por lo que hasta ahora conozco, no creo que el JEME se atreva a proponerme un arresto para Mena. De todos modos, tenemos que quitarle el mando y arrestarlo.
Alguien de uniforme me lo propondrá. No se preocupe por eso”…
“Sondeo al JEME, el general José Antonio García González, y no lo veo muy dispuesto a proponer un arresto para Mena. El JEMAD, general Sanz Roldán, que ha escuchado mi conversación con el JEME, se ofrece generosa y lealmente para hacer la propuesta. La actitud de Félix Sanz es muy digna de resaltarse por su valor democrático y por su afección a los valores constitucionales”.
Sin comentarios.
Creo (no lo puedo asegurar) que el JEME indicó en esa conversación que todavía estaba estudiando el tema con el Segundo JEME y con su Asesor Jurídico.
Por lógica y por informaciones que conocí, estas conversaciones tuvieron lugar el día anterior por la tarde, y no en la fecha que recoge el Diario.
9 de enero de 2006
“Me informan de que el general Pérez Alamán, jefe del Mando de Canarias, y el general Mena hablan de que tienen «ganas de hacer algo, una cosa colectiva, pero que van a esperar a otro momento»”.
Esta afirmación es gravísima e ignominiosa, amparada cobardemente en un “me informan… ”.
Durante los días 6 y 7 de enero recibí llamadas de “casi” todos los Tenientes Generales en activo, interesándose por mi situación personal. Una de estas llamadas fue del Teniente General Pérez Alamán y niego rotundamente que en esta ocasión, ni en ninguna otra, dijésemos algo parecido a lo que afirma Bono. Desde el primer momento declaré que mi actuación había sido individual, sin haberme puesto de acuerdo con nadie anteriormente, y menos con posterioridad, lo cual estará recogido en las intervenciones telefónicas y de otro tipo a las que fui sometido.
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“El JEME me explica que no supo nada del discurso de Mena hasta que este lo pronunció, lo cual está en clara contradicción con lo que el propio Mena ha declarado. Creo al JEME”.
Yo en ningún momento declaré que el JEME conociese de antemano mi discurso porque, repito una vez más, no quería involucrar a nadie en mi actuación. Cuando dije: “Pero sí tengo la obligación de conocer los sentimientos, inquietudes y preocupaciones de mis subordinados y transmitirlos, como es habitual, a la máxima autoridad de mi Ejército, y hacerlos públicos, por expreso deseo de aquéllos”, estaba corroborando que en el anterior mes de octubre había manifestado ante el Consejo Superior del Ejército, presidido por el JEME, la preocupación por el proyecto de Estatuto de Cataluña; lo que está totalmente alejado de haber informado al JEME sobre mi discurso . Ni el JEME ni yo mentimos en aquellos momentos. Es Bono quien miente ahora.
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“El presidente (Zapatero) asegura que «no se calificará a Cataluña de nación en el texto del Estatuto, puedes estar tranquilo por ello»”.
Esto mismo nos había comentado el ministro con anterioridad en una comida del Consejo Superior del Ejército. Visto el texto del Estatuto aprobado cabe decir: ¡Esto es tener palabra e ideas claras! ¡Vaya par de personajes!
10 de enero de 2006
Falsas declaraciones sobre la Corona
“Ceno en casa, en Toledo, con el secretario de Estado Paco Pardo, que ha pedido verme con urgencia porque desea trasladarme algo importante. Me entrega una información por escrito que le han hecho llegar, donde se explica lo ocurrido en el Consejo Superior del Ejército en octubre: «En el Consejo Superior del Ejército que se celebró el pasado mes de octubre en el Cuartel General del Ejército, el general Mena hizo unas manifestaciones que me parecen, por su contenido y por el lugar donde las realizó, muy ilustrativas para entender el alcance real de su discurso de la Pascua Militar. Según mi fuente, el general Mena manifestó que estaba muy preocupado por la unidad de España y por el Estatuto de Cataluña. La parte principal de su intervención es la siguiente: “Si el Estatuto de Cataluña va a menos o se cae, no tendremos que actuar los ejércitos. En caso contrario, si el Estatuto de Cataluña va hacia delante, la responsabilidad será de la Corona, y si la Corona no actúa, tendrá que tomar las maletas e irse de España. En ese caso, nosotros tendremos que actuar en consecuencia”»”.
La fuente de Paco Pardo no le informó fidedignamente y Bono propala otra infamia.
Efectivamente, en aquella reunión del Consejo Superior del Ejército (26 de octubre de 2005) hablé sobre la unidad de España y expuse tres hipótesis relacionadas con el desenlace del Estatuto de Cataluña. Dado que el tema era bastante delicado, llevaba escrita a mano mi intervención, que conservo y que leí literalmente. Transcribo la parte relacionada con el Estatuto de Cataluña:
“Sobre el desenlace del proyecto de Estatuto de Cataluña he establecido tres hipótesis:
Primera: la más peligrosa. Que se apruebe en los términos que actualmente conocemos (octubre de 2005). Personalmente, pienso que es imposible.
Segunda: la más deseable. Que el Parlamento lo modifique para adaptarlo plenamente a la Constitución. Ésta sería la solución ideal que nos tranquilizaría a todos, aunque no veo signos de que esto vaya a suceder.
Tercera: la más probable. Que se apruebe con algunas modificaciones que no resuelvan los problemas que previsiblemente afectarán de forma importante al funcionamiento de las Fuerzas Armadas. Si esto se produce con la aquiescencia del Gobierno, alguien tendrá que decir algo. Pero, ¿quién es ese alguien? Por supuesto que no puede ser un militar (el JEMAD, el JEME, un Teniente General, o un Capitán de Escuadrón). La confianza en la Justicia (entiéndase el Tribunal Constitucional) no pasa por su mejor momento. Entonces, ¿quién? Afortunadamente, contamos con una Institución que salvó la democracia en España el famoso 23-F. Llegado el caso, tendrá que ser esa misma Institución, respaldada firmemente por las Fuerzas Armadas la que salvaguarde la unidad de España si los políticos la ponen en peligro y la Justicia no interviene.
En consecuencia, pienso que en estos momentos lo único que podemos y debemos hacer es expresar nuestra confianza y lealtad a S.M. El Rey y nuestra voluntad de ser fieles al juramento que hemos prestado de “guardar y hacer guardar” la Constitución, en ambos sentidos, trasladando este mensaje a todos nuestros subordinados”.
Dónde está esa tendenciosa referencia: “y si la Corona no actúa, tendrá que tomar las maletas e irse de España. En este caso, nosotros tendremos que actuar en consecuencia”.
¿Fue premiado el mensajero? Me temo que sí.
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Cartas de apoyo
“Hoy se publican en la prensa cartas en apoyo a Mena; son en total unos cincuenta militares, todos en la reserva, que se amparan en su situación de retiro para poder enfrentarse al enemigo a través de los periódicos, pero tienen bastante menos agallas que la media de los españoles. Cuando estaban en activo, quizá no se hubieran atrevido a arriesgar algo, no su vida, ni siquiera un pelo de su nómina. ¡Qué ridículo queda, en algunos sujetos, lo de entregar «hasta la última gota de sangre» con la que juran bandera y luego no son capaces de dar ni medio milímetro cúbico! Por suerte son una minoría muy exigua, casi una pequeñísima excrecencia… y estos salvapatrias de pacotilla no representan a nuestras Fuerzas Armadas”.
¡Cuánta demagogia, señor experto en ella!
Los cincuenta militares aludidos ¿estaban todos en la reserva o en su situación de retiro? Que un ex-ministro de defensa no distinga entre ambas situaciones dice mucho sobre el escaso conocimiento del régimen del personal de las FAS, el elemento más importante de las mismas.
Es ofensivo y falsario el comentario: “Cuando estaban en activo, quizá no se hubieran atrevido a arriesgar algo, no su vida, ni siquiera un pelo de su nómina”. El que suscribe da fe de haber arriesgado en activo, y en más de una ocasión, algo más que su nómina y presumo que la totalidad de esos militares también lo han hecho alguna vez, incluida su vida. El paso de Bono por el Ministerio de Defensa no le ha servido para valorar las cualidades de los componentes de las FAS.
Presiento que el término de “salvapatrias de pacotilla” se le ocurrió mirándose al espejo.
Tampoco debía de ser una minoría muy exigua, a juzgar por los miles de muestras de apoyo que recibí (no es exageración), y sigo recibiendo, por aquella actuación.
Por otra parte, como muy bien sabe Bono, el militar en activo está condenado al más absoluto silencio porque, aunque la Ley Orgánica de Derechos y Deberes de los Militares reconoce en su artículo 12.1. el derecho a la libertad de expresión de los militares, restringe ésta al máximo en su siguiente apartado: “En cumplimiento del deber de neutralidad política y sindical, el militar no podrá pronunciarse públicamente ni efectuar propaganda a favor o en contra de los partidos políticos, asociaciones políticas, sindicatos, candidatos a elecciones para cargos públicos, referendos, consultas políticas o programas u opciones políticas.”
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se entiende por opción: “Cada una de las cosas a las que se puede optar”. (Cosa: Todo lo que tiene entidad, ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta. Asunto, tema o negocio). Moraleja: aplicando la letra y el espíritu de la RALE, el concepto de opción política puede abarcar todo lo imaginable; luego, el militar, legalmente, no puede pronunciarse públicamente sobre cosa alguna.
11 de enero de 2006
“Me reúno con el presidente Zapatero. Le entrego las transcripciones de las más llamativas, de entre las intervenidas por el CNI… Se lleva un gran susto: lee y relee las conversaciones y me plantea varios ceses militares, pero le contesto que, aunque me apetece destituir a algún general, daríamos la falsa impresión de que el asunto Mena no es un hecho aislado, y podríamos encontrarnos un conflicto serio que afectaría al prestigio y a la credibilidad exterior de España. Zapatero reflexiona: «No puedo imaginar que a nosotros nos esté ocurriendo una cosa así». «No te preocupes por los militares —le digo—, creo que lo arreglo. No tengo miedo a un golpe militar, sino a un eventual comunicado de generales en activo contrarios al Estatuto de Cataluña.»
Estamos realmente intranquilos; al despedirse me da un abrazo: «Evita un lío militar como sea y ya tendrás tiempo de descansar, pero ahora no pares hasta desmontar este intento de complot»”.
Más que una parte seria de las memorias de un ex-ministro parece el libreto de una película.
A lo largo de este Diario y en declaraciones efectuadas en diversos medios de comunicación se ha sembrado la sospecha sobre la preparación de un golpe militar, un complot, una conjura, un comunicado colectivo, o que al menos existía un pregolpismo, dando a entender que yo estaba en el centro de cualquiera de ellos. Para eliminar cualquier duda, voy a repetir lo que manifesté en la audiencia previa a la imposición del arresto cuando se me ofreció la posibilidad de exponer las alegaciones que considerase oportunas. Nadie puede demostrar lo contrario de lo que afirmé. Tal vez haya alguna inexactitud literal que puede ser rebatida si, como sospechaba, la entrevista fue grabada encubiertamente. Lo que sí aseguro es la fidelidad al fondo o esencia de lo relatado. Para abreviar, destaco lo más relevante de mis manifestaciones, en relación con este tema:
“En la elaboración del discurso no han intervenido otras personas, por lo que es de mi exclusiva responsabilidad.
He elaborado el discurso, aislado, en los tres días anteriores a la celebración de la Pascua Militar sin el conocimiento de persona alguna de mi entorno profesional o familiar.
No he mantenido ni mantengo conexión con asociaciones, grupos, partidos políticos, ni sagas de compañeros.
Es descartable cualquier “ruido de sables” al que hace referencia cierta prensa, e inimaginable un trasfondo golpista.
Mis palabras no han perseguido una finalidad política concreta.
Pienso que mis subordinados estaban esperando alguna reacción o actitud ante lo que ellos consideran un peligro de desmembración de España o, al menos, un mercadeo asimétrico e insolidario.
Mi discurso pretendía estar dirigido, principalmente, a los militares, reiterándoles el mensaje de tranquilidad, que he dado en todas mis visitas, aspecto que no han recogido los medios de comunicación.
En la referencia que hago al Estatuto de Cataluña, sólo se recogen los tres aspectos que más preocupan a las Fuerzas Armadas: el concepto de Nación, en el que no entré en mi discurso; los problemas que el deber de conocer la lengua catalana ocasionaría en los destinos de las Fuerzas Armadas; y un agravamiento, ante una mayor descentralización de la justicia, de los problemas que vivimos y sufrimos en las Fuerzas Armadas ante la disparidad de sentencias que por los mismos hechos dictan actualmente los diferentes Tribunales Autonómicos.
Tal vez el punto más conflictivo o controvertido del discurso haya podido ser la referencia al artículo 8 de la Constitución. Pero yo tenía entendido que precisamente este artículo “le gusta al Ministro de Defensa”, según expresó públicamente, en una respuesta al Sr. Anasagasti, hace unos meses. Quiero aclarar que en mi discurso señalé que su aplicación en estos momentos, afortunadamente, parece impensable. Asimismo, en el discurso no se hace referencia a la intervención directa del Ejército, como parece entender la casi totalidad de los medios de comunicación, sino que se expresa claramente que si se diesen las condiciones necesarias sería de aplicación el artículo 8 de la Constitución. Se entiende, por sabido, que no corresponde a las Fuerzas Armadas la decisión sobre la aplicación de este artículo, por lo que no intervendrían por iniciativa propia, sino por orden del Gobierno, sentencia del Tribunal Constitucional o de otras instancias. Tal vez el discurso requiriese esta aclaración pública puesto que bajo ningún concepto pretendo perjudicar la imagen de nuestra Institución.
Cualquiera que sea la decisión que se adopte aseguro que mi actitud será la que corresponde a un militar.
Por otra parte, para hacer mínimamente creíble la existencia de la preparación de un golpe militar/complot/comunicado colectivo/pregolpismo hay que responder, al menos, a las siguientes preguntas:
¿Hubo en algún momento amenaza real o previsible de un Golpe de Estado?
¿Cuándo y quién descubrió el complot sobre el que se informó al presidente Zapatero?
¿Cuántos y quiénes eran los altos mandos en activo involucrados en ese complot imaginario, que en otras declaraciones se ha calificado de pre-golpismo?
¿Cuántas conversaciones, relacionadas con este tema, mantuve yo con altos mandos militares, antes o después de mi discurso de la Pascua Militar? Ninguna.
¿Por qué el presidente planteó el cese de algunos implicados y no de todos ellos? ¿Es creíble que, con el susto que se llevó Zapatero, si se hubiese descubierto un complot hubiesen mantenido a todos los implicados en sus destinos de alta responsabilidad? ¿No les cesarían, de inmediato, por pérdida de confianza?
¿Por qué Bono estaba seguro de solucionar un problema tan grave cuando le dice al presidente?: “No te preocupes por los militares. Creo que lo arreglo”.
¿Por qué en otras declaraciones y en este mismo diario ha afirmado Bono que más que “ruido de sables” había “ruido de lenguas”?
Todo apunta a la invención de un complot/comunicado/pregolpismo para presumir de desmontarlo, sin importar el perjuicio ocasionado a una institución que está mucho mejor valorada por nuestra sociedad que Bono como político.
17-18 de enero de 2006
La boda de mi hija (no es el título de una película)
“Autorizo que se celebre en Capitanía General de Sevilla el día 21 la boda, planeada con anterioridad, de la hija del arrestado general Mena. Una cosa es la conducta del general y otra la vida de su hija”.
A medida que leía el Diario de un Ministro iba pensando que su autor era un Bono–Humilde o un Bono–Supermán, según la secuencia. Cuando leí este párrafo lo atribuí a un Bono–Magnánimo y a un Bono–Basura cuando llegué al final de la lectura.
Difícilmente podía autorizar la celebración de la boda de mi hija en la Capitanía General de Sevilla alguien a quien yo no se lo había pedido, ni le correspondía concederlo. Esta boda, celebrada el día 21 de enero, se había organizado con varios meses de antelación y se habían efectuado las imprescindibles reservas en la Iglesia de Santa Ana, para le celebración religiosa, y en Villa Luisa para el banquete, ambas sin relación alguna con las FAS. Tampoco utilicé coche oficial alguno, aunque me lo habían ofrecido quienes podían hacerlo. No obstante, es de agradecer la generosidad del ex-ministro.
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“Llegan nuevos informes de militares levantiscos pero poco preocupantes entre los que destaca un general que sirvió en Irak y que traslada a Mena, de parte de algún exministro del PP, su afecto y «su consejo de que recurras el arresto que te han impuesto estos rojazos»”.
Otro patinazo. El afecto de parte de algún ex-ministro del PP no me llegó a través de un general, ni siquiera de un militar, con certeza. El consejo de recurrir el arresto pertenecía a otra llamada, aunque, con el tiempo transcurrido, no estoy seguro de ello.
Consúltense las grabaciones.
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“Un general de caballería, Abancens Vera, apodado el Chilindrón o el Chili, ha recogido firmas de la XIX Promoción de la Academia manifestando apoyo y solidaridad con el general Mena y asegurando que lo dicho por él es «fiel reflejo de la opinión, la inquietud y el sentir de muchos militares». Preguntamos al JEME y contesta que «Abancens cogió una lista y se la mandó a toda la promoción y los embarcó a todos. Pero la gente está indignada porque se sienten engañados y están que trinan. Todo fue culpa de Abancens, que mandó un montón de escritos, y la gente fue adhiriéndose pensando que se quedaban solos si no se adherían».”
La utilización pública de un mote referido a un General de Caballería ya da una idea de la catadura moral de quien lo profiere. Sólo este detalle (aunque hay muchos más) es suficiente para que no merezca respeto alguno un ex-ministro, que para mayor INRI hizo las prácticas de Milicias Universitarias en el Regimiento de Caballería Pavía nº 4, y que, por tanto, debería saber que en el Arma de Caballería la casi totalidad de los Oficiales de carrera tenemos algún mote, en ocasiones un poco hiriente, pero que siempre utilizamos con cariño en nuestras relaciones personales sin intención alguna de de zaherir.
Sé, con certeza, que el General Abancéns no fue el protagonista, y ni siquiera el instigador, de la recogida de firmas. El JEME pudo atribuirle este comportamiento pensando que podría haber actuado llevado por la gran amistad, de muchos conocida, que nos une desde los tiempos anteriores a nuestro ingreso en la Academia General Militar.
También puedo asegurar y demostrar la falsedad de que “la gente (de la XIX Promoción, o al menos la gran mayoría de ella) está indignada porque se sienten engañados y están que trinan”.
2 de marzo de 2006
“Alberto Oliart (a Bono): Me dicen algunos militares que has sancionado a Mena por pensar igual que tú». «En absoluto. No le hemos arrestado —le contesto— por pensar de una manera u otra, sino porque un militar está legalmente obligado a manifestarse con neutralidad y, desde luego, no tiene capacidad para juzgar si una ley es constitucional o no lo es….”.
Jamás puse en duda la constitucionalidad del Estatuto de Cataluña. En mi discurso sólo hice referencia a los perjuicios que podría ocasionar en las FAS el proyecto del Estatuto de Cataluña.
RECTIFICACIÓN:
El año 2008 edité el libro “MILITARES. LOS LÍMITES DEL SILENCIO” en el que narraba detalladamente las circunstancias que concurrieron en lo que se vino en llamar “El caso Mena”. Como en la mayoría de las publicaciones, los duendes de imprenta hicieron su aparición y se produjeron algunas erratas que no tenían mayor importancia, salvo una, que intenté aclarar en la última edición mediante una nota adjunta a la misma, que también remití a quienes habían adquirido el libro a través de internet y que aprovecho para difundir ahora, como muestra de respeto a la verdad por encima de cualquier fobia personal.
Pág. 28. Párrafo 1º. Dice:
“Una prueba más de la “sumisión” del JEMAD fue que sobre las diez y media de la noche anterior había recibido una llamada de un Teniente General en la reserva, antiguo Jefe mío que siempre me había distinguido con su aprecio y consideración, al que el General Sanz Roldán, conocedor de esa especial relación, había llamado unos momentos antes para que me aconsejase que en mi entrevista con el Ministro mantuviese una actitud más sumisa que altanera, lo cual podría ser beneficioso para mí.”
Después de editado el libro, el citado Teniente General me informó de que aquella llamada telefónica se había producido a petición suya y no del JEMAD, como yo había malinterpretado en la breve conversación que mantuvimos aquella noche. Consecuentemente, en este caso, no es acertada la expresión que figura en el mismo párrafo: “pienso que el JEMAD se prestó a hacer de lazarillo para transmitirme ese mensaje a través de una tercera persona,”.
FINAL
Conozco muy bien las habilidades dialécticas y la capacidad de manipulación de Bono (este libro es una prueba más), por lo que no pienso entrar en polémica alguna. Con el presente escrito entierro definitivamente este tema, de la misma forma que cerré mi Hoja de Servicios al Ejército y a España con un arresto del que me siento orgulloso, hasta el punto de haber pedido que no fuese borrado de la misma, aunque tenía derecho a hacerlo una vez transcurrido el plazo reglamentado.
N. de la R.
Este escrito del Teniente General (retirado), José Mena Aguado, nos llegó el 23 de este mes, junto a su deseo de que lo difundiéramos. Y así lo hacemos. sta misma carta ha sido publicada en el diario La Gaceta.
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