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José Luis Heras Celemín (9/10/2015)
La rana es un animal singular. Tiene macho, al que se conoce como rano y rana macho, pero es ella la que da nombre a la especie. Se reproduce por huevos, que deja en el agua, de los que salen unas larvas acuáticas con branquias y cola: los renacuajos, que van mudando de forma, perdiendo la cola y adquiriendo patas hasta llegar a adultos.

Ya adulta, el diccionario la define como “batracio del orden de los anuros, de unos 8 o 15 centímetros de largo, con el dorso de color verdoso manchado de oscuro, verde, pardo, etc., y el abdomen blanco, boca con dientes y pupila redonda o en forma de rendija vertical…, son muy ágiles (saltarinas) y buenas nadadoras, viven cuando adultas en las inmediaciones de aguas corrientes o estancadas y se alimentan de animalillos acuáticos o terrestres.

Mutante, saltarina, rápida, depredadora de seres menudos, con pupila grande y habituada a corrientes y a ciénagas, el animal podría representar a un cierto tipo de políticos que todos conocemos y hasta votamos: mutantes, saltarines, rápidos, depredadores de seres
menudos, de pupila grande, habituados a moverse en aguas de todo tipo, hasta cenagosas.

Pero estamos al borde la de campaña electoral, con los políticos a punto de transformarse en candidatos, y de lo que se trata ahora no es queestos, los políticos y las políticas, imiten a la rana, o al rano, aunque alguno ya lo haga por su cuenta, beneficio, riesgo o vocación.

Lo que importa ahora es una de las habilidades que han descubierto unos investigadores vascos y catalanes, y publica el diario La Razón, en una  rana muy especial: la rana arborícola japonesa (hyla japónica). Ésta, o por mejor decir éste, porque se trata del rano o rana macho de la especie, ha desarrollado una habilidad especial que los estudiosos vasco-catalanes han aprovechado para crear “nuevos algoritmos computacionales” aplicados a la naturaleza.

Antes de seguir, parece apropiado advertir: Que un algoritmo es “una secuencia de instrucciones que representan un modelo de solución para determinado tipo de problemas”. Que un algoritmo computacional es el que puede ser ejecutado en una computadora. Y que las secuencias de instrucciones estudiadas en las computadoras pueden corresponder a las distintas actividades que existen, también las que se ocupan de la sociedad, del conjunto de individuos que la formamos y del comportamiento de todos, en cuanto a individuos y colectivos, a la hora, por ejemplo, de decidir a quién entregar el voto en la campaña electoral próxima.

Han descubierto los científicos que los ranos, o ranas machos, de la especie hyla japónica, emiten sus croadas, o sonidos producidos al croar, para llamar a las ranas hembras y que éstas, al oírlas, reconocen la llamada, el lugar desde el que se llama y al pretendiente. Pero ocurre que, cuando hay varios machos y varios sonidos parecidos, las que han de decidir por cuál de las llamadas han de optar se encuentran confundidas y sin saber por cuál de las ofertas decidirse.

Para solucionar el problema, los ofertantes machos emplean un artificio eficacísimo. Consiste éste en una desincronización de sus cantos, es decir, en “no cantar  al mismo tiempo” para no confundir a quien ha de decidir.

Visto lo anterior, no estaría de más que, de cara a la campaña electoral que se avecina, en las ejecutivas de los partidos políticos se tuviera en cuenta la oportunidad de buscar las ranas convenientes para no confundir al electorado que ha de decidir. De esa forma, con esas ranas, o con los artíficos sociológicos y de comunicación que las sustituyan, se lograría un oportuno, poderosísimo y nuevo algoritmo computacional para las elecciones.

Con él hecho y acordado entre todos los partidos con aspiraciones a representarnos, e incluso a algo más que a representarnos, los políticos convertidos en candidatos, como ranos en celo, podrían ofrecerse tal cual son (o quieran parecer que son), con sus programas a punto, y, lo que resulta instructivo: en lugares y momentos distintos para que puedan ser oídos, entendidos y ajustados por los que han de decidir.

No de paso, sino decididos de lleno, como hace la rana macho cuando llama al sexo y al ayuntamiento, también sería oportuno que los que en elecciones buscan la confianza del electorado elaboraran unas ofertas y unos programas electorales que tuvieran las mismas propiedades que tienen los algoritmos computacionales que, han deducido los estudiosos vascos y catalanes, producen los ranos al croar. Propiedades que son idénticas a las características matemáticas del algoritmo:

Preciso, indicando el modo de hacer.
Finito, con un número de pasos determinado.
Definido, en cuanto a inicio de las acciones, elementos que comienzan y efectos.

Y resultado previsto.

Todo ello aplicado al Programa y a la Oferta Electoral de cada uno.