PSOE-PPEspaña
Julio Anguita (6/3/2016)
Se conoce como falso dilema aquella falacia consistente en presentar como única opción posible y obligatoria, la elección entre dos proposiciones que se suponen antagónicas, aunque realmente no lo sean. Suele usarse, por desgracia, con harta frecuencia en política y constituye una manifestación del maniqueísmo de andar por casa.

Pedro Sánchez urge a Podemos para que apoye la investidura de un «socialista» como presidente de Gobierno o bien opte por defender las posiciones del PP. El autor de estas líneas ya sufrió este tipo de argumentación goebbelsiana, que bien difundida por los medios de comunicación de la familia, se introduce en las mentes menos analíticas y reflexivas. Veamos los extremos de esta falacia que nos ocupa.

La primera opción no es votar a un «socialista» sino a un programa que han pactado dos formaciones políticas: PSOE y Ciudadanos y que para aplicarlo, Sánchez quiere ser investido. Además hay varias opciones más que no contemplan la presencia del PP en las mismas. Por otra parte, el coincidir con el PP en el rechazo a una propuesta no supone connivencia alguna con él, sino coincidencia en la valoración de algo.

El bueno, el malo y el traidor
¿Fue connivencia espuria con el PP la reforma del artículo 135 de la Constitución? ¿No ha buscado el PSOE gobernante el apoyo del PP para las «políticas de Estado»? El esquema de esta falacia consiste en presentar como actores únicos de la política a los de las películas del spaghetti western: el bueno, el malo y el traidor. El primero sería el PSOE, el malo el PP y el traidor, obviamente, aquél a quién se quiere responsabilizar de las políticas propias con clara deriva conservadora.

Lo que ocurre es que este esquema simplón funciona con mentes simplonas o perezosas, que prefieren vivir soñando a conocer la verdad. Las dos cariátides que sustentan el templo del régimen del bipartidismo suelen usar esta falacia del falso dilema. El mejor antídoto es recuperar la memoria y acceder a los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados.

Fuente: El Economista.