España
Aniceto Setién (27/6/2016)
El director de Espacios Europeos nos pide, a sus colaboradores habituales, algunas reflexiones sobre el Brexit. Se me ocurren algunas, pero quizá colaterales.
Antes de escribir estas líneas he leído el artículo, sobre el asunto, de Josep Jover y quiero empezar manifestando, en líneas generales, mi acuerdo entusiasta con sus reflexiones.
Debo admitir que sé poco sobre el Brexit. Creo que casi nadie sabe casi nada y en ese casi nadie incluyo, por supuesto, a quienes han votado a favor o en contra. Tener plena conciencia de las implicaciones técnicas, políticas, económicas y sociales de pertenecer al club de los Veintiocho precisa de unos conocimientos que están al alcance de muy pocos. Pensemos en los años previos a la entrada de España en el Mercado Común y en las «argumentaciones» que se daban en la calle: «podremos comprar Mercedes a precio de un Seat». Quizá las mentes más brillantes de nuestra Administración sí sabían de qué hablábamos cuando se mencionaba el tema del Mercado Común pero, admitámoslo, el español de la calle se encontraba ilusionado porque sentíamos que íbamos a estar en la misma pandilla que neerlandeses, británicos, alemanes (occidentales) o franceses y viviríamos con ellos, gente con mayor nivel de vida, más libres, más modernos, que viajaban al extranjero durante sus vacaciones y, si se me permite la simpleza, hasta más guapos.
Y como estábamos en el Mercado Común que era una cosa buenísima aceptábamos (de mal grado) las cuotas de pesca o que en la cornisa cantábrica se sacrificaran decenas de miles de vacas por lo de la cuota láctea.
¿Cuántos de nuestros lectores entienden de verdad las implicaciones del mercado único en los tipos de cambio, cómo afecta éste al nivel de vida de cada país, en qué nos beneficia de verdad no tener capacidad de manejar nuestra divisa y tantas otras cosas? Imagino que pocos. Funcionamos por percepciones, por sensaciones, por sentimientos. En muy buena medida votamos con las tripas y el conjunto de vísceras que residen en nuestro abdomen, como bien es sabido, es veleidoso.
No sé mucho sobre el Brexit, pero sí sé algunas cosas.
Hace pocos meses los escoceses votaron a favor de mantenerse en el Reino Unido. Conviene recordar que uno de los argumentos que manejaron con mayor contundencia los unionistas es que «si os vais, salís de la Unión Europea». A los catalanes, por cierto, se les dice lo mismo, aunque hay que admitir que con menos cariño del que muestran ingleses y galeses hacia sus vecinos del norte. Parece que el argumento caló de tal manera que ahora los ingleses y galeses, de forma bastante mayoritaria, han optado por el leave mientras que escoceses y norirlandeses, en buena medida británicos a su pesar, se han expresado en sentido contrario. El argumento a favor del unionismo parecía absurdo (como lo parece para Cataluña), ¿puede incorporarse Eslovenia y no la vieja Escocia? ¿En serio estamos aportando datos o limitándonos a apelar a las veleidosas tripas?
Otro elemento que me parece preocupante de todo este proceso son las declaraciones, más o menos explícitas, de las élites europeas. No han sido muchos los que se han atrevido a verbalizar lo de «esto es lo que pasa cuando se consulta a la gente», como ha hecho Pedro Sánchez Castejón pero, con otras palabras, a posteriori, se escucha un clamor que deslegitima el leave porque han votado personas mayores, poco informadas, más manipulables y susceptibles de caer en las trampas del populismo… ¡Leches! ¡Que el referéndum lo convocó Su Graciosa Majestad, Isabel II del Reino Unido e Irlanda del Norte (y no sé cuántos títulos más), a instancias de su primer ministro, el muy serio David Cameron!
¿Alguien habría hecho estas reflexiones de haber triunfado el remain? Pues no, todo habrían sido parabienes y felicitaciones al maduro pueblo británico que no se ha dejado arrastrar por los cantos de sirena que… En resumen, que el voto de un brillante e informado catedrático de metafísica y el mío valgan lo mismo nos parece mal cuando o él o yo emitimos nuestro sufragio en la dirección incorrecta.
Imaginemos que hoy gana, por este asunto de las tripas del que hablábamos, un partido (me da igual su adscripción ideológica) calificado por un juez de «organización criminal», trufado de gravísimos casos de corrupción, que ha utilizado de manera ilegal e inequívoca las instituciones contra sus adversarios políticos… ¡Y gana! Parece palmario que ninguna persona decente, sea cual sea su ideología, vote por ese partido que, seguramente, no debería ni poder presentarse. ¡Y gana! Y nadie se va a cuestionar la legitimidad de estos votos ni la edad ni el nivel cultural de sus acólitos-votantes como se está haciendo en Reino Unido.
El sufragio universal es una de las bases de nuestros sistemas democráticos modernos, pero para que sea «verdad», para que el pueblo sea constructor de sus destinos es imprescindible que se den unas condiciones mínimas de información real y veraz que ni existe en el Reino Unido de la sacrosanta BBC ni, por supuesto, en este Españistán de nuestras entretelas.
También sabemos que los diseñadores del sistema eran conscientes de esta realidad, de esta tara y que, a pesar de eso, se decidió arrumbar el viejo sufragio censitario como una forma de discriminación positiva: si se obliga a que todos puedan votar, con el tiempo todos estarán en las mismas condiciones de hacerlo. ¡Pero eso no ha ocurrido!
Da la sensación de que las élites que han gobernado nuestro países han puesto todo el empeño en disfrazar el viejo sufragio censitario confiando que el pueblo será siempre lo suficientemente manipulado (por ellos) con el fin de que las democracias no lleguen a ser nunca sistemas que pongan en riesgo sus privilegios de siglos. Pero, como se ha visto en Reino Unido, esto a veces sale mal.
NOTA:
Aniceto Setién es Ingeniero Químico, editor y escritor, además de analista político, actividad que últimamente viene desempeñando en este digital y en la Tertulia Espacios Europeos.
Nada más conocer el resultado del Brexit, pedimos a nuestros colaboradores o personas que en alguna ocasión han participado en los debates de la Tertulia Espacios Europeos, que plasmaran en unas líneas su opinión sobre este tema. Y según nos llegan las publicamos.
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