Internacional
espacioseuropeos (19/11/2016)
Pocas veces desde la denominada “crisis de los misiles”, que tuvo lugar en octubre de 1962 entre la entonces Unión Soviética y los Estados Unidos se ha vivido en el mundo el grado de tensión bélica que se percibe en la actualidad; hoy, entre la Federación Rusa (heredera de la ex Unión Soviética) y la OTAN, alianza occidental encabezada por Estados Unidos.
Como en aquel momento, el escenario o tablero que puede implicar el primer escalón de una progresiva cadena de eventos incontrolables es un país cuya superficie es similar a la de un estado medio o pequeño de los Estados Unidos (como Misuri u Oklahoma), gobernado por un régimen encabezado por el Presidente Bashar Al Assar que Washington condena y Moscú apoya.
El conflicto interno de Siria involucra a múltiples actores con intereses encontrados, algunos oriundos de la región y otros externos (en el frente local además del gobierno sirio se enfrentan facciones que responden al Estado Islámico o ISIS, milicias kurdas como la Unidad de Protección Siria y la Unidades Femeninas que luchan contra el EI o ISIS, la versión siria de Al Qaeda conocida como frente Al Nusra y facciones que el occidente considera una “oposición moderada”).
Los actores externos son por un lado Rusia que apoya al Presidente sirio y la alianza occidental que apoya el derrocamiento de Bashar Al Assar mientras pregona estar contra ISIS, grupo terrorista enfrentado con el Presidente Sirio. Confluyen además en este complejo escenario intereses de otros países cercanos como Turquía, Líbano, Irán, Israel, Arabia Saudita, Irak, Jordania y Palestina que dificultan una interpretación lineal del conflicto y mucho más todavía la posibilidad de encontrar una salida al mismo.
Una de las consecuencias de la tensión en Siria es el ya visible e indisimulado reagrupamiento y movilización de buques de guerra, submarinos y efectivos que las grandes potencias están haciendo en el mediterráneo oriental en los últimos 30 días, así como el aumento de la intensidad de los enfrentamientos (todavía indirectos y confusos) entre las grandes potencias, como el que ocurre en Alepo, donde el ejército sirio (apoyado por Rusia) intenta controlar en una zona estratégica del norte de la ciudad y ha estrechado un cerco en torno a barrios controlados por grupos rebeldes, muchos de los cuales han recibido (según algunas fuentes sirias) apoyo occidental. Se han registrado fuertes combates y ataques aéreos y de artillería, que dejaron numerosos muertos, según informaron coincidentemente la prensa estatal y una ONG opositora.
Por su parte en la vecina Irak se han producido Fuertes combates en Mosul, zona controlada por el “Estado Islámico” después de que “fuerzas especiales iraquíes” (en rigor efectivos entrenados y pertrechados por la alianza occidental bajo bandera iraquí) lanzaran una ofensiva hacia el interior de las zonas urbanas de la ciudad y virasen para atacar a los milicianos del grupo Estado Islámico desde un segundo punto de entrada, en el nordeste. Columnas de vehículos blindados cruzaron el desierto para abrir el nuevo frente, atravesando terraplenes de tierra, atrayendo un intenso fuego y pidiendo ataques aéreos para adentrarse en los barrios de clase media de Tahrir y Zahara. Mosul también ha sido atacada por los Kurdos y el saldo provisorio de muertos en los últimos días supera la cifra de 2.000 personas, sin que pueda aclararse por el momento que porcentaje de esas bajas son de efectivos de ISIS y a cuánto asciende la cantidad de víctimas civiles que habitan la región.
Informe de Médicos Sin Fronteras
Según MSF, la operación sobre la ciudad iraquí de Mosul agravará la crisis humanitaria en Irak, declaró a la prensa Jehan Bseiso, el jefe de la oficina de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) en Beirut. Agregó que la organización está vigilando la situación en la gobernación de Nínive, de la que Mosul es capital, y está dispuesta a intensificar sus actividades con el fin de responder a los desplazamientos masivos de personas que huyen de las operaciones militares.
“A estas alturas MSF está preparándose para fortalecer sus equipos con personal médico y está realizando suministros médicos”, destacó. Los desplazados internos de Irak, que alcanzan 3,3 millones de personas, viven en condiciones “trágicas”, lo que afecta gravemente su salud, recordó Bseiso.
“En adición a la falta de acceso a los servicios médicos, la población desplazada también está sufriendo los traumas psicológicos y emocionales de la guerra, a veces siguen temiendo por su seguridad y tienen poca esperanza en el futuro”, señaló. Subrayó que para facilitar ayuda médica a la población desplazada MSF dispone de dos equipos médicos móviles.
“En la gobernación de Saladino, donde MSF tiene una clínica móvil y una unidad de estabilización en Hajjaj cerca de la línea de frente; los equipos están listos para ampliar sus actividades a cuenta de grandes movimientos de población del norte de Saladino y Nínive, los equipos de MSF están listos también para aumentar actividades en la gobernación de Kirkuk”, resaltó.
MSF realiza actividades médicas por todo Irak, en el norte, centro y sur, dispone de más de 400 empleados iraquíes y extranjeros de 11 gobernaciones (Nínive, Saladino, Anbar, Bagdad, Dohuk, Erbil, Solimania, Diala, Nayaf, Karbala, Babil). En Irak comenzó una operación militar a gran escala para reconquistar Mosul, ciudad que permanece desde junio de 2014 bajo control de Daesh (autodenominado Estado Islámico), proscrito en varios países. En la ofensiva participan, según los medios, unos 30.000 militares iraquíes y las milicias kurdas de los peshmerga. Les apoya una coalición de más de 60 países liderada por Estados Unidos.
También en el oriente medio existe otra zona cuya tensión bélica se ha incrementado exponencialmente y que ha causado según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) un balance que supera los 7.000 muertos y los 36.800 heridos.
Se trata del conflicto entre el Gobierno del presidente de Yemen, Abdo Rabbu Mansur Hadi, apoyado por la coalición liderada por Arabia Saudí, y los rebeldes huthis, que cuentan con el respaldo de Irán y junto a los que combaten las tropas leales al expresidente Alí Abdulá Salé.
El conflicto, que estalló hace casi 2 años siendo ignorado por la prensa occidental, ha causado estragos en el país más pobre del mundo árabe y ha destrozado la inmensa mayoría de las infraestructuras yemenitas, por lo que gran parte de la población se ha quedado sin medios de vida y sufre inseguridad alimentaria. La tensión aumentó últimamente por los presuntos bombardeos desde la costa yemenita dirigidos al buque destructor estadounidense USS Mason.
Este conflicto puede derivar en un enfrentamiento directo entre Irán y Arabia Saudita e indirectamente provocar la intromisión de Israel que siempre ha acusado al Teherán como una eventual potencia nuclear que amenaza su propia seguridad.
A las regiones del oriente cercano deben agregarse como focos de potenciales conflictos, como el enfrentamiento indo-paquistaní, ambas potencias nucleares de segundo orden cuya frontera es escenario de permanentes enfrentamientos que van sumando cientos de muertos en lo que va del presente año y en el lejano oriente el conflicto de ambas coreas, que involucra a China, Japón y los Estados Unidos.
Con el Triunfo de Donald Trump, sorpresivo para los medios y encuestadoras occidentales, se agrega una nota de incertidumbre en relación a la agenda política internacional de los Estados Unidos. Mientras algunos especialistas sostienen que la influencia militar del país del norte puede disminuir en Europa Oriental disminuyendo la conflictiva relación con Vladimir Putin que tiene la actual administración y en consecuencia en el cercano oriente (Trump sugirió una política aislacionista, más acorde con una antigua tradición previa a las guerras mundiales del siglo), otros sostienen que la presión del complejo militar industrial no va a variar la agenda exterior americana.
El desacuerdo de Trump con la alianza del pacífico que beneficia el intercambio comercial con China, puede por otro lado trasladar el eje conflictivo del cercano oriente al extremo oriente y agudizar la tensión ya existente tanto en el pacífico suroriental como en el mar del Japón y el conflicto entre las dos Coreas. De todas formas, hasta el 20 de enero (fecha en la que asuma la presidencia) se esperan definiciones concretas.
N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Diario el Peso.
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