Cataluña (España)
José Luis Heras Celemín (14/12/2017)
Los tres se ocuparon de ella: Rajoy, a la hora del desayuno del lunes, en una acto de Europa Press mitad promoción del PP y mitad sauna y masaje a su Presidente. El francés Manuel Valls, ex primer ministro de Francia, al anochecer del mismo lunes y en el auditorio de Mutua Madrileña, en un diálogo con el Presidente del Círculo de Empresarios, Vega de Seoane, que, es un decir, moderaba Sussana Griso, como suele, sacrificando las capacidades de los dialogantes en aras de no se sabe qué. Y Josep Piqué, en la noche del martes y en el Club Siglo XXI en la presentación de un libro (“Salvador Sánchez-Terán. Un político de la Transición”) que se convirtió en un acto político tan importante como los protagonizados el día anterior por el Presidente del Gobierno de España y el ex primer ministro del país vecino.

El tema principal en todos los ambientes políticos hoy es Cataluña. Y lo va a seguir siendo en los próximos días, al menos hasta que, después de las elecciones autonómicas, se produzcan los movimientos que han de venir y se asuman resultados.

Frente a esa realidad, hay varias posturas. Es importante la de Rajoy que, en la mañana del lunes, informó de la existencia de ‘un plan, que lo mismo que ha servido para sacarnos de la peor crisis de nuestra historia, puede permitirnos ahora encarar una época de bonanza y tranquilidad para muchos años’. Un plan que necesita de ‘seguridad jurídica y respeto al Estado de Derecho’, como ‘principios prepolíticos por encima del debate político’, que, ‘a la luz de los acontecimientos que hemos vivido en Cataluña…, han puesto en valor ‘la realidad y la importancia de lo que estaba en juego’. Según Rajoy, ese plan, con las medidas que ya han sido tomadas y están surtiendo efectos (Aplicación del Art. 155 y consecuentes), basta para demostrar que ‘El Estado de Derecho tiene mecanismos democráticos y eficaces para defenderse de quienes pretenden liquidarlo’… ‘Se ha demostrado que la democracia funciona; todo el mundo ha cumplido con su deber, la legalidad ha sido restituida en cuestión de horas, hemos descubierto la calidad de nuestras leyes y la solidez de nuestras instituciones y, de paso, también hemos comprobado la profundidad de nuestro sentimiento nacional. ‘Por todo ello (sigue diciendo Rajoy), lo que cabe esperar es que los independentistas catalanes, a partir de ahora asuman que pueden luchar por sus ideas, porque España es una democracia’. El Plan que anuncia Rajoy, conocido y puesto en marcha, es propio de quien, por el puesto que ocupa, ha de mostrar tranquilidad para propiciar la continuidad apacible de la realidad nacional.

Cartel de campaña de Ciudadanos, aparecen Albert Rivera, Manuel Valls, Mario Vargas Llosa (que se presentó como candidato a la presidencia de Perú, y cuando no salió se nacionalizó español), e Arrimadas

También importa la visión que, a pesar de las dificultades impuestas por Griso, esbozó el exprimer ministro francés. Es cierto que Valls, oriundo catalán, ha militado en las filas socialistas francesas, que ahora apoya a Macron y que su autoridad intelectual y sus vaivenes, también su credibilidad, son los que son. Desde esa realidad, en su intervención de la otra tarde expuso algunas opiniones que, creíbles o no, condicionadas o libres, puras o castradas por Griso merecen reseña: ‘Los dirigentes europeos tardaron mucho en preocuparse del problema catalán… Los populistas de izquierdas y de derechas creen que algunos estarían mejor separados (del Estado al que pertenecen)… Los dirigentes europeos tardaron en advertir a los catalanes que les estaban mintiendo y que salir de España impide ser europeos… Los Estados-regiones abren un debate europeo. El mundo debe apoyarse en Europa…La Europa de las regiones no me convence y es un disparate. Cuando se tocan las fronteras y se olvida de dónde venimos, todo es posible, la guerra es posible, lo peor es posible… Existen emociones…La unión Europea es la consecuencia de la historia y los dramas del siglo XX. El populismo trabaja sobre las emociones. Emociones, sí, pero positivas; y con un mensaje: Cataluña en España y en Europa… Si se consigue un proyecto generoso, España puede salir (del conflicto catalán) mucho más fuerte’.

Por último, porque revela un estado que es alarmante, también merecen reseña, más que la postura, un hecho relatado por el catalán Josep Piqué. Sus opiniones, personales y cuestionables, sobre todo al referirse a lo ocurrido cuando fue ministro de Aznar, pueden relegarse a un segundo plano porque están impregnadas de un barniz en el que se mezclan la complacencia y una especie de justificación por algo que, en puridad, no es justificable (Cesiones de competencias del Gobierno Aznar a la Generalitat catalana, que lograron el apoyo de CiU para la investidura y son el origen de algunas de los problemas de hoy). Sin embargo, no ocurre lo mismo cuando Piqué revela qué pasa en Cataluña. Ya sabemos que hay quiebra social, dificultades de convivencia, enemistades entre familiares, conflictos entre amigos y un largo etcétera que suena a lejano cuando se lee u oye en algunos mentideros. Pero es espeluznante el hecho que confesó en el Club Siglo XXI: Hay sitios en Cataluña a los que yo no puedo ir.

Como resumen, tres interrogantes: ¿Continuidad apacible en Cataluña y en España, consecuencia del Plan que dice Rajoy? ¿Movimiento de fronteras que conduzcan a lo peor o a la guerra, que señala Valls? ¿O lugares en Cataluña a los que algunos no puedan ir, de los que se duele Piqué?

Son tres motivos de reflexión, también de preocupación.