Comisión Europea.

Mi Columna
Eugenio  Pordomingo (1/3/2019)
Cuando leo o escucho en los medios de comunicación algo que llega de Bruselas, me echo a temblar. “Bruselas dice que…”, “Bruselas alerta…”, “Bruselas avisa…”. Bruselas ya no es solo la capital de Bélgica, desde donde el rey Leopoldo II hacía y deshacía a su antojo en el Congo (conocido también como Congo Belga, ahora República Democrática del Congo, aunque de democrático tiene muy poco). En el Congo, los belgas mataron a centenares de miles de negros, además de esquilmar sus abundantes riquezas naturales. Bélgica cometió un tremendo genocidio, pero casi todos pasan de puntillas por esa lúgubre etapa, no sea que se manchen los pies de sangre. Ya se sabe, en el mundo solo ha habido una nación que lo ha hecho todo mal, fatal. Eso es lo que dicen muchos españoles. Pero a pesar de esas opiniones, casi todas sin fundamento, resulta que somos el país más saludable del mundo y cada vez más volúmenes redimensionan nuestra historia y legado, y nuestro idioma se expande imparable imponiéndose a los esfuerzos que hacen las autoridades españolas por evitarlo. Lo de “país más saludable” lo dice el Índice Bloomberg Healthiest Country, que la verdad no sé qué coño es.

No nos despistemos. Bruselas, aparte de ser capital de Bélgica y refugio de Puigdemont, resulta que es también la capital institucional de la Unión Europea. Y es desde esa capital de donde nos llegan constantes toques de atención sobre la moderación salarial y todo tipo de recortes, órdenes que emanan –no lo olvidemos- del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Eso sí, jamás hay un toque de atención para los enormes beneficios de bancos, instituciones financieras, fondos de inversión (buitres), farmacéuticas, etc., etc.

Las noticias, el aldabonazo, que nos ha llegado en estos últimos días desde la Comisión Europea, ha sido que “Bruselas alerta de que la inestabilidad política en España está ralentizando las reformas necesarias para aumentar el crecimiento” y «El aumento del salario mínimo podría reducir el número de trabajadores pobres, pero también podría dañar las perspectivas de empleo de los jóvenes y de los poco cualificados». Bruselas ha lanzado similares “dardos” sobre las pensiones. Y es que, ya se sabe, los jubilados, los viejos, consumen poco y además son una rémora para la sociedad, pues no producen. Aunque, eso sí, consumen muchos medicamentos. Y ahí se produce un choque de intereses, pues mientras a unos les gustaría eliminar a ese sector demográfico de la población, a otros –a las empresas farmacéuticas les interesa que vivan-, lo que permite que de momento la situación se mantenga estable. Los jubilados que vivan, pero con pensiones bajas. De todas maneras, hay que andarse con cuidado, pues nunca se sabe de qué lado se puede inclinar la balanza.

En mayo habrá elecciones europeas, y ahora es el momento de exigir a los altos funcionarios de la UE, a los europarlamentarios, asesores, asistentes, etc., que se bajen sus elevados salarios y las prebendas que tienen, pues de seguir así nuestra economía, la de toda Europa, peligra.

Con las políticas impuestas desde Bruselas, el aumento de las desigualdades se hace sistémico; los sueldos de los grandes ejecutivos –los cancerberos del gran capital- suben y suben, mientras que bajan los del resto. Y así, las diferencias entre unos y otros son cada vez más grandes.

En esa línea, las grandes multinacionales –las españolas todavía más- no paran de aumentar sus beneficios. Y para velar por su feudo contratan a exministros y expresidentes; ya se sabe, las “puertas giratorias”.

NOTA:
Que los remilgados, ñoños y “encefalogramas planos”, no critiquen cuando menciono la palabra “negro”, tengo muchos amigos de ese color, y se sienten orgullosos de ser negros.